Capítulo 1.

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Parecía un día como cualquier otro en la ciudad de Los Santos, para cualquier ciudadano que allí habitaba había sido una mañana trivial.
Sin embargo para Horacio y Gustabo era todo lo contrario, se encontraban en Comisaría en su primer día de trabajo como Alumnos en el Cuerpo Nacional de Policía.
Nerviosos, entusiasmados y llenos de expectativas se encontraban en una fila junto con sus compañeros de la malla, esperando que sus superiores se hicieran presentes.

— A ver, Horacio — murmuró Gustabo, llevando ambas manos a la camisa del mencionado para acomodarla correctamente.

— Gracias, Gustabo — el contrario le dedicó una sonrisa por su torpeza.

En ese momento se abrió la puerta de un costado dándole espacio a que entraran dos hombres bien vestidos que ya conocían: el Comisario Greco y el Superintendente Jack Conway.
Todos se apresuraron en saludar apropiadamente levantando la mano derecha a la altura de sus frentes.

— Bien, muñecas. Hoy patrullarán en binomios manteniendo el mismo orden que ayer — el Superintendente habló alto con firmeza y autoridad — Como habrán notado, tenemos dos alumnos nuevos así que estén atentos a darles instrucciones si es necesario — terminó de hablar y le dió una palmada en el hombro al comisario dándole la palabra.

— Vale, hoy los comisarios nos haremos cargo del papeleo y de las denuncias. Leónidas te quedas a ayudar. El resto puede retirarse — Greco terminó de hablar y se escuchó un "10-4" al unísono.

Horacio y Gustabo se encaminaban hacia la salida cuando el mismo Comisario barbudo se les puso enfrente frenándolos al instante.

— Comisario Greco — soltó Horacio, sonriendo aún nervioso por su primer día.

— Venga, díganme Greco que somos compañeros ahora — dijo simpático, rascando un poco su barba — Quise desearles suerte en su primer día, no duden en preguntarme cualquier duda. Prendan sus radios y presten atención —

— 10-4 — Respondieron ambos, quedando más aliviados al instante por aquellas palabras de su superior.

No tardaron en buscar un auto patrulla y comenzar con su trabajo.
El resto del día transcurrió justo como lo pensaban, incluso mejor.
Al principio Gustabo dudaba un poco del empleo que habían tomado, sin embargo conforme pasaron las horas le gustaba más y más. Y acompañado de su hermano de cresta roja, de su risa y sus bromas, todo era aún mejor.
Por su parte, Horacio estaba más que encantado con todo lo que estaban haciendo, hace tiempo que no se sentía así de pleno con algo, mucho menos  con algo como trabajar.

Terminaron sus turnos muy cansados pero al igual satisfechos por el trabajo realizado, terminaron de cambiarse en los vestidores y estaban ya dispuestos a irse a casa. Más que nada el rubio, que solía irse a dormir cuando se sentía así de cansado.
Horacio decidió quedarse un rato más para hablar un poco con el superintendente antes de irse así que se despidió de Gustabo haciéndole prometer que lo pasaría a buscar temprano al otro día.

El de cresta salió hacia la recepción y se detuvo en seco.

Allí, parado junto a Greco, había un hombre que no había visto nunca.
Le fue imposible no mirarlo algo embobado, sus pantalones tan bien entallados a su cuerpo, su camisa que resaltaba su cuerpo fornido perfectamente, su piel blanca y los rasgos de su rostro delicados pero varoniles, su cabello gris peinado perfectamente hacia atrás.
Horacio tragó saliva, aquella persona incluso a la distancia le había robado un suspiro y su corazón se sintió flechado.
Se encontraba tan metido en su ensoñamiento que ni siquiera notó cuando ambos comisarios comenzaron a acercarse a él.

— Buenas, Horacio, ¿Cómo les fue hoy? — Le preguntó el Comisario Greco, tomándolo por sorpresa.

— Bien, y-yo … — la vista del mencionado seguía puesta en la del hombre que ahora se encontraba frente a él.

¿Trato? ~ [ Volkacio ] ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora