Capítulo 2

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La mansión del Conde Liénarde quedaba a las afueras de la ciudad, donde vivía el Conde con su esposa y sus tres hermosas hijas, las tres jóvenes recién casadas, asegurando así el futuro de la familia. La menor llevaba por nombre Regina, casada con el dueño de una de las muchas Óperas de Paris, llamado Hugo Leblanc. La del medio, Annette, estaba casada con un rico comerciante, conocido por el nombre de Francis Le Croze. Y la mayor, Fleur, era la esposa del conocido Capitán Febo de Chateaupers, Jefe de la Guardia del Rey en Paris.

 

Las tres hermanas poseían una belleza sin igual, por ello cada una había tenido más de un pretendiente y había sido difícil escoger su pareja en matrimonio, hasta que cada una conoció al hombre que les tocó su corazón y que sus padres aprobaron. Altas, delgadas de contextura, y cada una de una hermosura particular pero muy similar entre ellas. El cabello de las tres era de un hermoso color marrón oscuro, que casi parecía ser negro, y las tres lo tenían liso y largo. Sus rostros eran realmente finos, narices perfiladas y labios finos de color rosa. Los ojos los habían heredado de su padre, unos intensos ojos de un peculiar color gris. Realmente eran de un tono verde muy claro, tanto que a la luz del sol, y en cualquier ambiente iluminado, sus ojos parecían ser así de grisaceos.

 

Aquella mañana del 6 de enero de 1482, Regina se encontraba en el salón de la mansión con su esposo, ambos teniendo un divertido momento, donde uno de los criados tocaba un violín y ellos bailaban entre risas, pasando un rato agradable. Hugo hizo girar a la chica en sus brazos y cuando estuvieron nuevamente frente a frente, los dos sonrieron. Su esposo era un chico musculoso, aunque bajo de estatura, podía ser del mismo tamaño de Regina. De cabello castaño, con un divertido copete sobre su frente. Sus ojos eran del mismo color castaño en su hermoso rostro decorado con una radiante sonrisa.

-¿Sabes que vamos a estrenar una nueva obra en la ópera?-

La chica alzó una ceja aún sonriendo. -¿Ah si? ¿De que obra se trata?-

-Se llama Don Juan.- contestó él con una suave sonrisa.

La chica reanudó la danza con una melodiosa carcajada.

-¿Y tú eres el protagonista?-

Hugo besó sus labios con una sonrisa dibujada en los suyos.

-Muy graciosa, amor.-

Ambos soltaron una suave risa, girando, mientras afuera, en los jardines, se observaban dos corceles blancos correr por el césped.

 

-¡Te voy a ganar!- exclamó Fleur, volteando hacia atrás.

-¡No estés tan segura!- replicó su esposo, unos metros más atrás de ella.

Ambos iban en unos hermosos corceles blancos, trotando por los hermosos y amplios jardines de la mansión. Fleur detuvo al caballo al llegar a un lago, rodeado de flores y rió mientras se bajaba del lomo del animal. Febo bajó de un salto de su caballo, yendo a ayudarla. Tomó su cintura con delicadeza, cargándola en sus brazos y la acostó en la grama, acostándose a su lado.

-Te gané.- susurró Fleur, divertida, dándole un suave toque a la punta de la nariz de su esposo.

Febo arrugó la nariz con una sonrisa y besó su dedo. Era un hombre alto, musculoso, y apuesto. Su cabello era rubio y lo llevaba algo largo, cubriéndole un poco las orejas. Sus ojos eran de un intenso color ámbar, con una mirada llena de cariño.  

-Me dejé ganar, cariño.-

Fleur alzó una ceja, fingiendo estar indignada.

-¿Ah si?-

El rubio rió. -En serio.-

Ella se acomodó en el césped, viendo al cielo, fingiendo aún estar enfadada… hasta que Febo comenzó a hacer cosquillas.

-¡No! ¡No! ¡Basta!-

El Capitán rió con ganas y la soltó cuando ella comenzó a lanzar manotazos. Acabada la guerra de cosquillas, ambos se vieron y en unos segundos de silencio, juntaron sus labios en un tierno beso. Al separarse, ella apoyó su cabeza en el pecho de él y cerró los ojos, sintiéndose a salvo, en paz, relajada y feliz.

-Mi capitán…-susurró ella.

El sonrió, besando su frente. -Mi hermosa dama…-

Un carruaje jalado por un caballo negro pura sangre venía subiendo la colina hacia la mansión de los Liénarde. En su interior, iban el joven Francis Le Croze, acompañado de su esposa Annette. Francis era un apuesto muchacho, alto y delgado, de cabellera rubia y enrulada, piel algo pálida, y de un hermoso rostro. Una sonrisa caballerosa, y unos ojos azules que brillaban al verla. La chica estaba realmente emocionada de volver a Paris, pues habían pasado todo Diciembre en Italia, con la familia del joven.

-Estoy feliz de poder volver a Paris.- comentó ella, tomando las manos de su esposo.

El chico sonrió. -¿La pasaste bien en Italia?-

Ella asintió con emoción. -¡Por supuesto! ¡Tu familia es un encanto!-

El chico soltó una suave risa, acariciando el dorso de la mano de Annette con sus dedos.

-Luces hermosa, ¿sabes? Me encanta que te dejes el cabello suelto.-

La chica no pudo evitar sonrojarse. Francis depositó con suma delicadeza un beso en sus labios y ambos se quedaron absortos en la mirada del otro, sonriendo como enamorados. La mirada de la chica se desvió unos momentos luego cuando observó la figura de su casa en el horizonte.

-¡Ya estamos llegando!-

Francis asintió, pasando un brazo por sus hombros. -Llegamos a tu casa, dejamos las cosas, almorzamos y luego a disfrutar del carnaval en familia. ¿Que te parece?-

Ella sonrió. -Será un estupendo día, de eso estoy segura.-


A Los Pies De Notre DameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora