Camille Pierrat y Luca Vernier habían conseguido la aprobación de sus padres para casarse, ahora los chicos estaban comprometidos, por lo que aquella noche habría una gran celebración en el hogar de los Pierrat. Prácticamente toda la elite de Paris estaba invitada, si no era por parte de los Pierrat, era por parte de los Vernier. Prometía ser una gran celebración, pues con dos días de anterioridad ya se habían comenzado los preparativos para la fiesta. Todo aquel que estuviese invitado estaba emocionado por ir, y todo aquel que no lo estuviese, estaba preparado para escuchar todo chisme que saliera de allí. No había llegado aún la fecha cuando ya se decía que los Pierrat y Vernier habían contratado el mejor entretenimiento, traído directamente de la India, otros decían que de África, y hasta otros se atrevían a decir que desde China. Decían que la comida era la misma que se servía en el palacio real. Y el rumor que tenía a todo el mundo de cabeza por la emoción es que la fiesta era una mascarada.
Camille se encontraba en su habitación, caminando de un lado al otro, mientras las criadas corrían tras ella, acomodándose el moño, el lazo del vestido, y todos los detalles que debían lucir perfectos para la ocasión. Llevaba un hermoso traje de color blanco, pero con algunos toques de azul. Parecía una princesa. Su cabello iba atado en un moño envuelto con una malla dorada con perlas. Tenía el rostro ligeramente maquillado, sin opacar su belleza juvenil. El vestido era largo, por supuesto. Tenía unas hombreras en forma de faralaos, las cuales iban de un degradé de blanco a azul. En la parte frontal se observaban las cintas entrecruzadas azules como un corsé y atrás tenía un enorme lazo. La falda era blanca y el borde era azul en degradé nuevamente. Su máscara era un delicado antifaz, blanco, con brillantes plateados y unas sombras azules alrededor de los ojos, y una pluma azul del lado izquierdo. Se sentía hermosa con aquel vestido, observándose al espejo ya lista para la fiesta. No podía esperar para ver a sus padres, a sus suegros, a sus amigos, y sobretodo a su hermano y a Luca.
Alguien tocó la puerta y la chica giró, sonriendo con emoción a ver a su madre, vestida con un hermoso traje de colores negro y blanco, largo, y ajustado a su cuerpo, dándole un aspecto realmente elegante. La mujer llevaba su máscara puesta, que era un antifaz con todo el borde de plumas negras y los ojos bordeados con brillantes blancos.
-Que hermosa te ves, mi niña.-
Camille la abrazó con fuerza.
-Gracias, mamá. Tu igual.-
-Luces hermosa.- comentó Febo, besando el espacio que había entre el hombro y el cuello de su esposa.
Fleur se lo sacudió con un suave movimiento.
-Merci.- murmuró con sequedad, escrutando con la mirada su traje, buscando alguna falla que pudiese acomodar antes de irse a la fiesta de los Pierrat. Sus ojos, delicadamente maquillados, no se posaron en Febo en ningún momento. El hombre bufó y se apartó de ella, tomando sus guantes de la cama.
Ambos iban con trajes dorados. La chica tenía una media cola, donde su cabello caía con suavidad sobre uno de sus hombros desnudos. El traje era sin mangas, con un escote en forma de corazón. Todo estaba hecho de encaje dorado sobre más tela dorada. Tenía atada al cuello con una capa con un cordón del mismo color, y la tela de la capa también era del color del oro. Su antifaz estaba en sus manos, y tenía una forma parecida a la de una mariposa, con solamente colores blancos y dorados, decorado como si también fuese de encaje. Febo, por su parte, iba con una armadura dorada y una capa azul. Su máscara cubría mitad de su rostro, y no tenía ningún tipo de ornamento, tan solo que era dorada, tan reluciente como su armadura.
-¿Sigues enfadada conmigo?- inquirió él, sin voltear a verla.
-¿Por qué lo estaría?- comentó ella, aún con sequedad.
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A Los Pies De Notre Dame
Fanfiction1482, París. En esta ciudad, durante la era de las catedrales, una historia muy peculiar acontece, donde un par de gitanas, un poeta, un capitán, un jorobado, una huérfana, un juez, y unas damas de alta cuna se ven todos involucrados. Una historia...