Capítulo 17

108 3 0
                                    

Fuera de la casa, Pierre aguardaba por Colette y Esmeralda. Ambas chicas salieron con sus bolsas de monedas en las manos y sonrieron al ver al chico.

-¿Qué tal les fue?- preguntó el poeta.

Colette lo abrazó. -Fue genial, de verdad. Tanta gente, tan excelente música, los vestuarios, todo.-

-Y la paga- contestó Esmeralda, lanzando la bolsita de monedas al aire con una suave risa y comenzó a caminar.

Los tres seguían la calle en dirección al cementerio, cuando Pierre al voltear, frunció el ceño.

-¿Ese no es Claude Frollo…?-

Las dos chicas al escuchar aquello, abrieron los ojos como platos y arrancaron a correr, arrastrando al chico con ellas.

En un callejón, se escondieron los tres y Pierre se soltó del agarre de las hermanas.

-Vayan, yo lo distraigo.-

-Pero...- comenzó Colette.

-No te preocupes, musa mía, estaré bien.-

Ella dejó un beso en la mejilla del chico y ambas comenzaron a correr.

 

-¡Monsieur Frollo!- exclamó Pierre, saliendo del callejón.

El Juez frenó su corcel en seco.

-¿Pierre…?-

El chico hizo una reverencia.

-Monsieur, tiempo sin vernos.-

Claude se bajó del corcel.

-Ya lo creo, chico.- comentó, frunciendo el ceño. -¿Qué haces aquí? Creí que estabas fuera de la ciudad.-

Pierre hizo una reverencia. -Pues como verá, mi buen señor, he vuelto.-

Claude asintió con suavidad. -¿Cómo van tus obras, chico?-

El rubio sonrió. -Pues exitosas, mi señor, gracias a usted. Después de todo, fue usted quien me convirtió en poeta ¿no? Quien me enseñó a leer, a escribir, a recitar y componer. Sin usted, yo seguiría siendo ese pobre vagabundo que por la gracia de Nuestra Señora de Paris hizo que me chocara con usted aquel día en aquel bazar.-

Claude asintió con suavidad, sonriendo para sus adentros, recordando aquel día.

-Si, que tiempos aquellos.-

Pierre estaba satisfecho, pues su distracción parecía estar dando resultado, lo que no sabía era que Colette lo observaba desde un tejado, con la boca tapada para que no se escuchara su llanto. ¿Su amor, su poeta, su esposo, era quien era, por el hombre que la cazaba a ella, a su hermana, y a todos sus seres queridos? Aquello era demasiado para el corazón de la pobre Colette, quien se quedó ahí, recuperando el aliento entre sollozos callados, hasta que tuvo la fuerza para ponerse en pie y volver a correr.

Cuando Pierre llegó a su carpa en la Corte de los Milagros, su sonrisa se borró de su rostro al encontrarse frente a frente con Colette, cruzada de brazos, con los ojos enrojecidos de tanto llorar.

-¿Cuando pensabas decirme?- preguntó ella en un hilo de voz.

-¿Decirte que, musa mía?- inquirió él, con preocupación, acercándose a ella.

-Que eres aprendiz de Frollo.-

Pierre se detuvo en su sitio, tragando saliva, mientras Colette se tragaba un sollozo.

-Mon amour, yo… no creí que fuese importante…-

-¿¡Qué no era importante?! ¡TU eres poeta por que el hombre que quiere a mi hermana muerta te enseñó! ¿¡No creíste que era importante decírmelo!? ¡A mi! ¡A la chica que dices que amas! ¡A tu esposa! ¡A la chica que te salvó la vida!-

Pierre bajó la mirada, escuchando los sollozos de Colette.

-Musa mía, lo siento…-susurró, alzando una mano hacia ella.

Colette la alejó de un manotazo.

-Vete, no quiero verte.- siseó ella, limpiándose las lágrimas con brusquedad. -Necesito tiempo para procesar esto.-

Pierre apretó sus manos como puños, gruñó y salió de ahí, con un gran enfado, dirigiéndose a un lugar fuera de la Corte de los Milagros.


A Los Pies De Notre DameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora