Capítulo 7

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Clopin volvió a subir al escenario, mientras Paris seguía aplaudiendo con fuerza. La chica volvió a hacer una reverencia mientras se ponía en pie. Rápidamente recogió las monedas que pudo en una bolsa, y la puso a un lado, mientras Clopin caminaba hacia el público.

-¡Ahora! ¡Madames y Monsieurs! ¡El momento que todos han estado esperando! ¡LA CORONACIÓN PARA EL REY DE LOS LOCOS!-

Paris explotó en aplausos, mientras la orquesta volvía a tocar una divertida música.

-¡Ya conocen las reglas! ¡El hombre más feo ganará la corona! ¡Hagan sus muecas de espanto mis amigos! - gritó con fuerza y emoción.

Esmeralda corría por la tarima ayudando a hombres a subirse, cuando observó a Quasimodo y le hizo un gesto para que se acercara. Mollié lo detuvo con cierta inseguridad.

-¿En serio quieres hacer esto?-

Quasimodo asintió. -He estado esperando por esto toda mi vida, hermanita.-

Ella sonrió y lo soltó. -Entonces ve, suerte.-

Quasimodo subió a la tarima con ayuda de Esmeralda, el jorobado sonreía ampliamente y no perdía de vista a la gitana.

Esmeralda mostró al primer concursante y todo el mundo lo abucheó. El segundo obtuvo la misma reacción, el tercero igual y así todos hasta que Esmeralda llegó a Quasimodo e hizo un intento de quitarle la “máscara” pero se dio cuenta que era su rostro y lo soltó de inmediato con un grito ahogado.

-¡No es una máscara!- exclamó alguien más entre el público.

-¡Es su rostro!- gritó otra persona.

-¡Es horrible!- se escuchó decir a una mujer.

-¡Es el Campanero de Notre Dame!-

Toda la plaza soltó un grito ahogado y los hermanos Frollo se pusieron de pie en las gradas, impactados, y el Juez con su ira en aumento.

Un silencio incómodo se escuchó en la plaza, el silencio realmente era ensordecedor, cuando Clopin se acercó a Quasimodo, quien ocultaba su rostro con sus manos por la vergüenza, llamó la atención de todos.

-¡Amigos! ¡Amigos! No se alarmen... -hizo una pausa, poniendo una mano en la joroba de Quasimodo. -¡Buscábamos al rostro más feo de Paris y aquí está!-

De pronto, toda la plaza soltó aplausos y estalló en gritos. Esmeralda coronó a Quasimodo y besó su mejilla. Unos gitanos lo colocaron sobre una silla que cargaron entre cuatro y comenzaron a pasearlo por la plaza.

-¡Es el Rey! ¡Nuestro Rey! ¡Quasimodo! ¡Quasimodo! - exclamaba la gente.

Frollo sentía la rabia burbujear como ácido dentro de su pecho. Joannes se sentó, observando a su hermano de reojo, y luego bajó de las gradas de un salto, uniéndose a sus amigos de la Universidad, robándose unas frutas de un puesto de comida. A Quasimodo lo dejaron sobre una plataforma que daba vueltas y el chico le sonreía a la gente, lanzaba los brazos hacia el aire, celebrando de tener a toda Paris gritando su nombre.

-¿Les parece que es feo?- le preguntó Joannes a sus amigos.

Todos asintieron riendo. El pequeño Frollo sacó un tomate de su abrigo.

-¡Mirenlo ahora!- dijo y lanzó el tomate, que estalló en el rostro del Jorobado.

Los chicos rompieron a reír, mientras las demás personas se unían a aquella broma, lanzándole tomates a Quasimodo.

-¡Basta!- gritaba Mollié con desespero, intentando ir a ayudar a su hermano, pero la gente la empujaba y se reían también de ella. Los amigos de Joannes tomaron sus brazos, riendo mientras la pelirroja pataleaba para soltarse. Unos hombres ataron a Quasimodo a la rueda, y comenzaron a hacerlo girar, mientras la gente seguía lanzando tomates y riéndose de él.

Frollo lo veía iracundo, mientras Febo se ponía en pie.

-Señor, pido permiso para detener esto.-

-Un momento, capitán, una lección debe ser aprendida.-

Febo fue a decir algo más cuando todo el mundo calló y Fleur hizo que Febo se sentara.

 

Esmeralda había estado observando todo junto a Colette y Pierre y ahora subía a la tarima donde estaba Quasimodo, mientras Colette y Pierre separaban a Mollié de los amigos de Joannes. Pierre los había empujado, apartándolos, mientras Colette abrazaba a Mollié.

-¿Estás bien…?-

Mollié asintió repetidas veces, temblando.

-Gracias… mi...mi hermano…-

Colette apretó el abrazo. -Tranquila, mi hermana se encarga.- le susurró.

Mollié los observó agradecida.

 

Quasimodo se encogió, adolorido, cerrando los ojos cuando Esmeralda se acercó a él.

-Lo siento…-susurró, arrodillándose a su lado y deshaciendo el nudo con el que había atado el caderin a su falda. -Perdona…-

Con la tela del caderín comenzó a limpiar los rastros de tomate en el rostro del chico.

-Esto no debió pasar….-

Frollo, harto de aquella situación, señaló a Esmeralda y gritó con una potente voz enfadada.

-¡Tu! ¡Gitanilla! ¡Baja de ahí, inmediatamente!-

Esmeralda alzó la mirada hacia él y frunció el ceño. -Desde luego, su Señoría, en cuanto libere a esta pobre criatura.-

-¡NO TE ATREVAS!-

Esmeralda sacó una daga de su falda, cortando las sogas que ataban a Quasimodo.

-¡¿Cómo osas desafiarme?!- siseó Frollo, indignado.

Esmeralda pronto comprendió la situación. Ella conocía a Frollo por ser el hombre que más gitanos cazaba en la ciudad. Ella jamás había permitido que lastimara a su gente y ahora no permitiría que lastimara más al chico que estaba ahí montado por que ella lo hizo participar en la elección.

-¡Lastimas a este chico como maltratas a mi pueblo!- gritó, con la sangre hirviendo en sus venas, haciéndose oír en toda la plaza. -¡Pregonas justicia pero eres cruel con los que más te necesitan!-dijo aquello señalando a Quasimodo.

Frollo, quien odiaba ser desobedecido o desafiado, gritó sobre su voz.

-¡SILENCIO!-

Pero Esmeralda no se dejó callar.

-¡JUSTICIA!- gritó ella con más fuerza.

Un “ohhh” fue escuchado por toda la plaza. Esmeralda le dio la espalda a Frollo mientras ayudaba a Quasimodo a levantarse.

-Escucha mis palabras, gitana. Tú pagarás por esta insolencia.-

Esmeralda soltó una suave risa, le quitó la corona a Quasimodo e hizo una reverencia hacia Frollo.

-Creo que hemos coronado al bufón equivocado.- comentó, y sonrió más al ver el rostro de confusión de Frollo. -¡El único bufón que veo aquí, eres tú!-

 

Una sonora carcajada resonó por toda la plaza. Frollo se sentía humillado, ridiculizado, y no había más que él odiara que aquello, pues era un hombre de poder que se hacía respetar. Volteó a ver a Febo con una mirada dura y siseó:

-Capitán, arréstela.-

A Los Pies De Notre DameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora