Capítulo 9

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Esmeralda soltó un gruñido al verlo irse y corrió a otra puerta. Al abrirla observó a Febo gritando órdenes a los otros soldados.

-¡Órdenes del Juez Frollo! ¡Un hombre en cada puerta!-

La chica cerró la puerta con fuerza, soltando otra exclamación de frustración, caminando por la Catedral, deteniéndose frente una reja llena de velas, todas encendidas.

-Si Frollo cree que puede retenerme aquí, se equivoca.- siseó para si misma.

Una suave risa se escuchó tras ella. Era el anciano archidiácono.

-Querida, no deberías subestimar a Frollo, ya causaste mucho revuelo allá afuera.-

Ella volteó a verlo, alzando una ceja, en silencio.

-En serio, no deberías despertar la ira de Frollo.-

Esmeralda bufó. -Tú viste lo que hizo allá afuera. ¡Permitir que lastimaran y humillaran a ese chico! Si tan sólo él…. Ugh. -negó con la cabeza, unos mechones castaños cayendo sobre su frente, volteó a ver al anciano. -¿Qué tienen contra las personas que son diferentes?-

El anciano sonrió con cierta tristeza y pasó un brazo por los hombros de ella de manera protectora.

-Querida, no puedes lanzarte a tus espaldas el peso de remediar todas las injusticias del mundo tú sola.-

-Nadie allá afuera va a ayudarme, de eso estoy segura.- susurró por lo bajo.

El archidiácono se separó de ella y le dedicó una gentil sonrisa.

-Pero quizás alguien aquí adentro pueda.-

Y con eso, el hombre se marchó. Esmeralda frunció el ceño, volteando a su alrededor. Sólo habían pocas personas rezando, y uno que otro sacerdote más. ¿A qué se había referido con aquello de que alguien allí podría ayudarla? No comprendió el mensaje hasta que levantó la mirada y frente a ella observó una estatua de una Virgen con el niño Jesus en sus brazos. Alzó ambas cejas, sintiendo como algo se removía en su interior. Ella era una gitana, era una pagana, ella no podía rezarle al Señor ni a todos sus santos… ¿O si?

Volteó a los lados, nadie la observaba. Se acercó a la estatua y se arrodilló frente a ésta. Vio que a los pies de la Virgen habían varias flores, y de inmediato se sintió mal, ella no tenía nada que darle. Se puso en pie, pues no le parecía correcto hablar con la Patrona de Paris sin nada que darle a cambio por escucharla. Una anciana en la puerta de la Catedral se encontraba sentada con un ramo de flores. La chica sonrió y se acercó a la mujer.

-¿Madame?-

La anciana alzó la mirada y le dedicó una sonrisa a la gitana. -¿Si, querida?-

-¿Cuánto por una de éstas flores?-

La señora sonrió ampliamente y ladeó la cabeza. -¿Para quien es la flor?-

-Para Nuestra Señora de Paris.-

La anciana sonrió, tomando un clavel blanco y tendiéndoselo a Esmeralda.

-No me debes nada, preciosa. Y que Nuestra Señora oiga tus plegarias y te llene de bendiciones.-

La gitana abrió los ojos, sin saber que decir, tomando el clavel con la mayor delicadeza posible, como si fuese de cristal y en cualquier momento estallara en mil pedazos. Sabía que los cristianos decían una palabra en esas ocasiones pero no lograba recordarla, por lo que solo sonrió con la mayor sinceridad y dulzura y susurró:

-Que así sea. Mil gracias.-

La anciana asintió, sonriéndole de vuelta y Esmeralda volvió sobre sus pasos.

A Los Pies De Notre DameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora