Esmeralda ya caminaba entre las oscuras calles de Paris, luego de la carrera que había dado cuando Frollo las seguía. Se había separado de su hermana pero confiaba en que había llegado a la Corte sana y salva. La chica escuchó un tintineo y alzó la cabeza viendo a su alrededor.
-¿Quien está ahí?-
Nadie contestó. La chica tragó saliva.
-¿Hola?-
De la nada, dos hombres la tomaron de los brazos con fuerza, mientras ella pataleaba y forcejeaba contra ellos, la hicieron arrodillarse en la calle.
-¡Sueltenme! ¡Idiotas!- gritaba la gitana.
Lo primero que pensó fue que la robarían, pero luego al observar la ropa fina de los dos hombres, pensó en que querían abusar de ella, por lo que forcejeó con más fuerza, hasta que se escuchó un carraspeo de una voz femenina. De entre las sombras apareció una joven chica en un elegante traje rojo. Ella la había visto en la fiesta, pero no sabía decir quien era. ¿Qué hacía ella ahí?
-No la lastimen.- pronunció la chica con frialdad, sin despegar sus ojos de la gitana. -O por lo menos no mucho.-
Los hombres la seguían sujetando con fuerza aunque ella se iba calmando.
-Zingara.- siseó la joven, mientras Esmeralda intentaba ponerse en pie.
(Zingara: gitana, ladrona, en italiano, aunque también se conoce por ese nombre en otros idiomas. Es más que todo, utilizado de manera despectiva.)
-Disculpe, mademoiselle…-comenzó Esmeralda, aún forcejeando. -¿Pero quien es usted?-
La chica ladeó la cabeza, observándola de pies a cabeza, para luego tomar su mentón con fuerza y clavar en su piel sus largas uñas. Los ojos verdes de la gitana estaban clavados con una mirada desafiante en los marrones de la chica frente a ella.
-Regina Liénarde, encanto.- siseó la chica del vestido rojo. -Soy la cuñada de Febo.-
Los ojos de Esmeralda se abrieron como platos.
-¿Excuse moi….?-
-Cómo lo oyes, gitana. Soy la hermana de la esposa de tu querido y adorado Capitán Febo.- pronunció Regina con más odio y desprecio brillando en su mirada, escupiendo las palabras.
Esmeralda se encontraba en shock. Aquello no podía ser posible. Febo… ¿Casado? ¿Desde cuando? El corazón de la gitana se partía en mil pedazos con cada latido, el hombre que le había pedido un beso, que la había salvado de Frollo, solo había buscado jugar con ella. Tenía razón en haberle tenido asco en un primer momento, debía suponerlo. Un hombre como él por supuesto que tenía que estar casado.Tenía un nudo en la garganta, pero no iba a llorar, ni que fuese de la rabia, frente aquella mujer.
-Me sorprende que un hombre de tanta clase, casado con una mujer tan hermosa como lo es mi hermana, se fijara en una mujerzuela que no es más que carne de burdel.-
Regina le soltó el rostro, observándola y sintiendo la sangre hervir en sus venas, pues no podía creer que una chica como aquella fuese capaz de causar tanto daño a su familia.
-Tú, gitana, eres la causante de tanto dolor y has poco a poco destruyendo ese matrimonio, a esa pareja que tanto se amaba…-comenzó la chica.- Pero no te preocupes, pues estoy dispuesta a sanar todo el daño que has causado.-
Esmeralda forcejeó, saliendo del trance, escuchando la voz de Regina y sabiendo desde ese momento que estaba metida en grandes problemas. La chica chasqueó los dedos, alzando el mentón hacia los hombres que la acompañaban, quienes comenzaron a rasgar el vestido de la chica, tirando de él, rompiéndolo, haciéndolo trizas, mientras Esmeralda intentaba quitárselos de encima, lanzando golpes y patadas que ella recibía de vuelta con el triple de fuerza.
-Quizás esto te enseñe una verdadera lección.- dijo Regina mientras observaba a sus hombres hacer su trabajo y a la gitana forcejear.
-Debes aprender cual es tu lugar, gitana. Debes saber a donde perteneces.-
Cuando el vestido de Esmeralda se había transformado en harapos que guindaban de su cuerpo, y la chica sangraba por la ceja, la nariz y su labio, más otros golpes repartidos por su cuerpo, Regina alzó una mano y los dos hombres se detuvieron. Esmeralda respiraba con dificultad, adolorida, tendida en el suelo, sudada por el esfuerzo de la pelea y jadeando del dolor, pero aún impidiéndose a sí misma llorar frente a aquella chica rica. Regina la levantó del suelo un poco, tomándola del cuello con una mano y con la otra de un hombro, y siseó a centímetros de su rostro:
-Que esto te enseñe a que los ricos no pertenecen con los pobres, y que los capitanes no pertenecen con gitanas.-
De entre las sombras, dos figuras más aparecieron.
Eran Febo y Fleur, tomados de la mano.
-¿Feliz?- inquirió el capitán, viendo a su esposa.
-Satisfecha. Feliz aún no.- contestó Fleur, con sus ojos brillando con llamas de odio clavados en la gitana.
-¿Qué más quieres mujer?- protestó Febo.
-Esto es poco en comparación a lo que se merece.- siseó Regina.
-Regina tiene razón.- comentó Fleur con tranquilidad, volteando a ver a Febo. -Mátala.-
Febo alzó ambas cejas con sorpresa. -¿Te volviste loca?
-Es la única manera en la que ambas descansemos en paz de tu infidelidad.- siseó Fleur. -Es ella o soy yo, Febo de Chateaupers.-
Largos minutos de silencio transcurrieron entre ellos. Fleur tenía los ojos clavados en Febo, el rubio en ella, Regina en Esmeralda y la gitana los observaba a todos. Un duelo a muerte se batía entre las miradas del marido y su mujer, pero al final, el Capitán desenvainó su espada y asintió.
-Como digas… querida.-
En uno de los tejados de las casas cercanas a la calle donde Esmeralda yacía, se observaba una figura amorfa, enorme, e inclinada viendo a la gitana. De un salto, el Jorobado ya estaba en el suelo y se acercó con cautela a la chica.
Los hombres al verlo, corrieron despavoridos y Regina soltó un grito de terror. Fleur se escondió detrás de su marido y éste alzó la espada.
-¡Atrás, Jorobado!-
El Jorobado tomó una especie de banquillo de madera y lo lanzó hacia ellos, que si los tres no se hubiesen quitado justo a tiempo, los mataba por el fuerte impacto bajo aquel peso.
-¡FUERA!-
Febo intercambió miradas con ambas mujeres y tomándolas de las manos, las sacó de ahí con rapidez.
Una vez se marcharon, Quasimodo se arrodilló al lado de la gitana. Cuando su brusca mano tocó la suave piel de ella, Esmeralda soltó un grito ahogado con un respingo, pero al ver que se trataba de su amigo, sonrió entre la tristeza. El pelirrojo la cargó en sus brazos y ella se acunó contra su pecho, envuelta en un mar de sangre, sudor y lágrimas.
-Quasimodo…-
El campanero puso un enorme dedo sobre sus labios, intentando rozar la parte que no estaba lastimada.
-Sshh… ya estoy aquí, ya estás a salvo…-
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A Los Pies De Notre Dame
Fanfiction1482, París. En esta ciudad, durante la era de las catedrales, una historia muy peculiar acontece, donde un par de gitanas, un poeta, un capitán, un jorobado, una huérfana, un juez, y unas damas de alta cuna se ven todos involucrados. Una historia...