A Los Pies De Notre Dame

Capítulo 12

El olor a madera quemada flotaba en el aire, y todo estaba iluminado por una simple antorcha que Frollo llevaba en la mano. Claude levantó la mirada y a su alrededor observaba miles y miles de personas con capas negras, pero todas sin rostro. Al bajar sus ojos, vio que estaba parado en una plataforma, altamente elevada, y por los edificios a su alrededor, supuso que estaba en la plaza. Giró enteramente y se encontró a los pies de Notre Dame. No fue hasta que escuchó un quejido que volteó, observando a Esmeralda atada a un poste de madera, rodeada de leña. La chica tenía puestos unos harapos, los cuales estaban desgarrados de tal manera que podía entreverse su escultural cuerpo, lo cual hizo que la mirada de Frollo revoloteara sobre ella y tragara saliva. Una figura encapuchada sin rostro se acercó a la gitana, quien, con varios mechones castaños sobre su rostro, le lanzaba una mirada de completo desprecio.  

-Esta bruja será quemada hoy frente a ustedes y frente a Notre Dame como muestra de nuestra fe en el Señor.-

Toda la multitud exclamó en aprobación, pero más que un alboroto, pareció un canto o cuchicheo de voces de ultratumba.

-¿Tienes algo que decir antes de morir?- le preguntó la figura a la gitana.

-No soy ninguna bruja.- siseó ella, retorciéndose para liberarse de la soga que la mantenía atada.

-No niegues tu vil naturaleza, concubina de Lucifer.- le espetó la figura de vuelta.

Ella le escupió en el rostro y la figura, sin siquiera fijarse en Claude, le arrancó la antorcha de la mano y la lanzó a la hoguera, comenzando a quemar la leña y el fuego envolvía a la gitana.

-Esmeralda…-susurró Frollo, debatiendo si salvarla o dejarla arder.

Las llamas crecían más y más y con sus lenguas de fuego lamían la piel de la muchacha, haciéndola sisear o quejarse del dolor. Cuando las llamas ya envolvían su figura, Frollo sintió un nudo en la garganta, era primera vez que una ejecución de una bruja le afectaba de aquella manera.

“Pero no es cualquier bruja” pensó.

De pronto, las llamas naranjas pasaron a ser verdes, de todos los tonos brillantes que existieran, como las escamas de una serpiente, los ojos de un felino peligroso, la piel de algún sapo o rana,  o el nombre de la gitana que ardía en esa hoguera. Se escuchó una fuerte risa femenina y las llamas crecieron más y más, cuando de pronto, de ellas salió Esmeralda, intacta, sus ojos brillando tanto como el fuego que la rodeaba.

-¡Ha sido gran osadía la vuestra intentar deshacerse de mí! ¡De mí, la emperatriz del mal! ¡Se arrepentirán de esto todos ustedes! ¡Intentan matarme como si yo fuese una bruja corriente! ¡Pero lo que no saben es que mi poder es tan fuerte que embrujé hasta el hombre con la voluntad más firme, al hombre con el alma más pura! ¡AL JUEZ CLAUDE FROLLO!-

 

La luz fantasmal de la luna se filtraba por los altos ventanales de la habitación de Claude Frollo, dándole a todo un aspecto lúgubre y espectral. El hombre había intentado durante toda la noche dormir, pero no lo había logrado, pues la gitana danzaba en su cabeza, detrás de sus párpados cuando soñaba. Escuchaba su nombre al oído, y se imaginaba los carnosos labios de Esmeralda pronunciándolo. Y por si fuera poco, a ratos en el aire a su alrededor olía a madera quemada, y escuchaba los gritos de Esmeralda, como cualquier bruja atada a una hoguera.

 

Con una risa infernal de Esmeralda en sus sueños, Frollo gritó del espanto y se despertó de golpe, incorporándose con brusquedad en su cama. Por su frente corrían gotas de frío sudor y sus manos temblaban y no era a causa del frío. El Juez se puso en pie, tomó su sotana y se la colocó, caminando desde su lecho hasta la chimenea, sobre la cual tenía un lienzo donde salía retratada la Patrona de Paris. El hombre se arrodilló como pudo, se persignó, juntó sus manos y con terror de cerrar los ojos y volver a observar aquella aterradora imagen, clavó la mirada en las llamas de la chimenea frente a él, comenzando a rezar.