Capítulo 3

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Mientras tanto, en la plaza frente a la Catedral de Notre Dame comenzaba a acumularse más y más gente. En el muro que había entre la acera y el Río estaban sentados varios chicos, todos entre dieciocho y veintidós años. Los chicos reían con ganas, molestándose los unos a los otros, gritando piropos a las mujeres que pasaban o insultos a los hombres que caminaban por delante de ellos. Eran los chicos de la universidad. El cabecilla del grupo era un chico sentado en el medio, quien era el que más molestaba y más gritaba. Su nombre era Joannes Frollo, hermano mucho menor del Juez Claude Frollo. Era alto, delgado, y su piel estaba pegada al hueso. Su cabello era de un color rubio tan tenue que podría parecer gris o hasta blanco opaco. Esto hacía contraste con sus oscuros ojos, casi negros, como los del Juez. A diferencia del mayor, este chico sabía que su vida no estaba destinada al culto del Señor ni a pregonar justicia, y en su comportamiento era más que obvio que a ese tipo de personas no pertenecía.  

 

Por delante de ellos, pasó una mujer con una chica joven. Joannes sonrió ampliamente, saltó del muro y aterrizó frente a ellas.

-¿Mademoiselle? ¿Va a alguna parte?- le preguntó a la chica mientras los otros jóvenes reían. -Puede acompañarme a dar un paseo y terminamos en mi cama.-

La chica lo vio con espanto, y la mujer alzó ambas cejas, horrorizada.

Los chicos soltaron fuertes carcajadas, cuando de pronto, otro chico apareció, seguido por otros más y tomó a Joannes del cuello de la camisa.

-No te metas con mi madre y con mi hermana, imbécil.- siseó el chico.

Joannes soltó una fuerte carcajada.

-Pero miren, no es más que Jean Paul Pierrat y su pandilla.-

Los amigos de Joannes rieron.

Jean Paul era un chico apuesto, alto, de cabello corto y marrón. Su piel era blanca, y su barbilla estaba cubierta con una corta barba. Sus ojos los había heredado de su madre, del mismo color de su cabello. Detrás de él estaba su madre y su hermana. Su madre, Anne Marie Trouvani de Pierrat era una mujer de la élite parisina. Ella y su hijo se parecían enormemente, el mismo cabello, sólo que ella lo llevaba largo y liso, y los mismos ojos de aquel profundo color, bajo unas largas pestañas, más unos labios carnosos pero pálidos. Su hija, Camille, había salido a su madre, pero con los ojos de su padre. El mismo cabello, liso y marrón largo, pero sus ojos eran de un azul oscuro intenso. Ambas observaban con horror a ambos chicos.

-¡Jean Paul!- exclamó su madre.

Con eso, el chico soltó a Joannes, quien se acomodó el traje y sonrió.

-¿Qué pasa, es que eres un niño de mami y no haces más que obedecerla?-

Los chicos volvieron a reír, Jean Paul alzó una mano para golpear a Joannes, cuando otro chico del grupo de amigos de Jean intervinó.

-¡Hey! ¡Ya, ya!- exclamó.

El corazón de Camille comenzó a latir con fuerza dentro de su pecho. El chico que estaba separando a su hermano del hermano del Juez era Luca Vernier, el mejor amigo de su hermano. Un hermoso chico de cabello negro, alto y de buen cuerpo, delgado, de piel con un brillo dorado por el bronceado del sol, y los ojos más hermosos que la chica había visto jamás, pues eran de un azul aguamarina, como las aguas del Río Sena en verano.

Luca separó a Jean de Joannes y lo arrastró para que comenzara a caminar lejos de los otros chicos, seguidos por los otros amigos de Jean, su madre y su hermana.

-Pero que chico tan detestable.- prostetó Anne.

-Y que lo digas, mamá.- comentó la chica.

-Su nombre es Joannes Frollo.- contestó Jean, volteando hacia atrás.

Camille frunció el ceño, aquel nombre le parecía conocido.

-¿Frollo? ¿Tendrá algo que ver con el Juez?- inquirió la madre.

-Oui, madame.-respondió Luca, con educación. -Son hermanos.-

Ambas mujeres asintieron en comprensión.

-Él va a la Universidad con nosotros.- añadió el pelinegro, por fin soltando a Jean, quien ya estaba más tranquilo.

-Es así con todo el mundo, él y sus amigos.- aclaró Jean mientras se acomodaba la ropa.

Anne frunció el ceño.

-Pues alguien debería ponerle un parado.- masculló. Ambos chicos asintieron, estando de acuerdo.

-Pero evidentemente que no le hace mucho caso a su hermano mayor.- dijo Jean.

-El Juez Claude Frollo es un hombre respetable, debería intentar dar la talla del apellido que lleva.- gruñó Anne.

Camille tomó la mano de su madre, viéndola con dulzura. -Mamá, no dejes que te arruine el carnaval un chico tan tonto como él.-

En el rostro de Anne apareció una suave sonrisa.

-Tienes razón, mi cielo.-

-Lo mismo para ti, Jean.-

Su hermano sonrió y besó su frente. -¿Te he dicho lo especial que eres, Camillita ?

Camille soltó una suave risa, cerrando los ojos al sentir el beso de su hermano en su frente.

-Disfrutemos del Carnaval.- pronunció Jean, tomó el brazo de su madre y empezó a andar.

Luca le ofreció su brazo a Camille, quien lo tomó con emoción. Los chicos se quedaron un momento que pareció eterno sonriéndose mutuamente, cuando vieron que Jean y su madre ya los estaban dejando atrás. Se tomaron de las manos y arrancaron a correr.

-¡Oigan! ¡Esperennos!-

A Los Pies De Notre DameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora