-¡COLETTE DAMPIERRE!- exclamó Clopin saliendo de su carpa.
Esmeralda, quien estaba en la carpa de al lado, asomó la cabeza con una divertida sonrisa.
-¿Qué sucede, hermano?- preguntó con suavidad.
-Dile a tu hermana…-comenzó el hombre.
Ella rió. -Nuestra hermana.- corrigió.
-Eso, nuestra hermana, que entre gitanos no nos robamos.-
Esmeralda soltó una melodiosa carcajada.
-¿Qué te quitó esta vez?-
Clopin la vio de reojo.
-¡Mi más preciada posesión!-
La gitana fue a añadir algo más cuando se escuchó una cantarina voz sobre ellos.
-¿Buscabas esto?-
Ambos alzaron la mirada, Clopin soltó un gruñido y Esmeralda rió. Sobre sus cabezas, abrazada a un poste, se encontraba Colette Dampierre, con el sombrero de Clopin en la cabeza.
-Enana, baja de ahí.- dijo su hermana mayor con una suave risa.
La chica se deslizó por el poste y cayó con un ágil salto frente a ambos.
-Tienes que admitir, hermano, que tu sombrero me queda bien.-
Clopin, alzó la mano para quitarle el sombrero de la cabeza a la chica cuando Esmeralda, con un giro, se lo quitó a Colette y se lo colocó ella, saltando lejos de Clopin.
-No te creas, enana, a mi también me luce.- dijo, poniendo una pose divertida y supuestamente sensual.
Las dos chicas rieron con ganas al notar la exasperación de Clopin.
-¡NIÑAS!- exclamó. Ambas chicas rieron, se acercaron a él y lo abrazaron.
-Calma, que te va a dar algo.- comentó Colette mientras Esmeralda volvía a colocarle el sombrero.
El hombre respiró profundamente y se calmó cuando por fin sintió el sombrero sobre su cabeza.
-Niñas, saben que este sombrero es sagrado…-comenzó él.
Colette rió. -Por eso es tan divertido quitártelo.-Antes de que Clopin pudiese hacer algo, ya la chica lo había soltado y se escondía detrás de Esmeralda.
Clopin alzó las manos hacia la chica con una mueca de supuesto enfado, gruñendo, pero riendo a la vez, y Esmeralda lo detuvo, riendo entre ambos.
-Ya, no se maten ustedes dos.-
Luego, tomó la mano de Colette y la arrastró consigo.
-Ayúdame a terminar de ponerme este vestido.-
Y con eso entraron en la carpa de Esmeralda mientras Clopin salía a dirigir la preparación de los últimos detalles.
-¿Con que te ayudo?-
Esmeralda se acomodó el vestido rojo con morado que llevaba puesto y le pasó una pequeña tiara dorada con una gema roja en el centro.
-Colócala con cuidado.- le dijo a su hermana mientras se sentaba inmóvil para que la chica pudiese ponerla sobre su cabeza.
-¿No se te va a caer?- preguntó Colette, frunciendo el ceño.
Esmeralda se volteó y le mostró la base de la tiara. -¿Ves estos ganchos? Van sujetos a un aro dorado que me voy a poner al nivel de la frente, así no se cae.-
Colette alzó una ceja. -Bien pensando.-
Esmeralda se colocó el aro y luego le mostró a su hermana como sujetar la tiara. Una vez hecho, comenzó a colocarse todas sus pulseras, tobilleras, y demás accesorios que debía llevar para el espectáculo.
Alzó la mirada y sonrió, viéndose en el reflejo de un espejo con su hermana. A pesar de ser hermanas adoptivas, en realidad se parecían. La misma piel dorada, y el mismo cuerpo que atraía miradas. Esmeralda era notablemente más alta que Colette, pero eso no importaba ni traía ningún tipo de complejo. Esmeralda tenía el cabello largo y ondulado con un hermoso color castaño, ahora lo llevaba suelto, mientras que Colette lo tenía corto, un poco más abajo del nivel de sus hombros, aunque unos mechones eran más largos que otros, todo disparejo, dándole un leve y divertido toque de locura a la chica, liso y de color negro. Y sus ojos eran del mismo color, solo que en distintas tonalidades. Los ojos de Esmeralda eran del color de la piedra que llevaba por nombre, mientras que los de Colette lucían como el verde de las manzanas, haciéndolas a ambas verse más hermosas de lo que ya lo eran, con esa exótica belleza que tanto llamaba la atención.
-Te pareces a mamá.- susurró Colette.
Una sonrisa apareció en el rostro de ambas. Helena había muerto hace un tiempo ya, cuando Colette tenía ocho años y Esmeralda doce. Ambas la echaban mucho de menos, pero con el amor de hermanas que había entre ellas y el que Clopin sentía hacia ambas, habían logrado salir adelante.
-¿Me estás diciendo Andaluza?- inquirió Esmeralda con una suave sonrisa.
Helena era una gitana como cualquier otra, y durante su estadía en Andalucía, España, había conocido al padre de Esmeralda y la chica había nacido allá, pero al poco tiempo se habían movilizado hasta Paris, donde ella ha crecido.
-¿Lo eres, no?- preguntó su hermana de vuelta.
Esmeralda sonrió. -España fue mi cuna, pero Paris es mi hogar. No tengo ni un solo recuerdo de Andalucía, solo las historias que nos contaba mamá.- Sonrió con suavidad, poniéndose en pie y dándole un suave toque en la nariz a su hermana. -Además, París fue la ciudad que me dio una hermana, prefiero por eso mil veces a Francia que a España.-
Colette le lanzó un mordisco al dedo de Esmeralda, quien rió y le desarregló más el cabello a su hermana.
-Hostia, tía, pero deja de ser tan bruta*- le dijo Esmeralda en castellano.
(*Bruta en España puede usarse para Brusca o Tosca.)
Colette ladeó la cabeza y frunció el ceño. -¿En francés…?-
La chica rió. -Que dejes la brusquedad.-
Ambas rieron, mientras escuchaban el fuerte alboroto de la gente congregada en la plaza.
-Debe ser la obra que está a punto de comenzar.- comentó Esmeralda.
En un parpadeo, Colette tomó la mano de su hermana y ambas arrancaron a correr entre risas, en el laberinto de carpas, yendo a la tarima donde se presentaría la obra de teatro, uno de los muchos eventos de aquel día.
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A Los Pies De Notre Dame
Fanfiction1482, París. En esta ciudad, durante la era de las catedrales, una historia muy peculiar acontece, donde un par de gitanas, un poeta, un capitán, un jorobado, una huérfana, un juez, y unas damas de alta cuna se ven todos involucrados. Una historia...