6. Víctor 20-diciembre-1927

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Cuando llego a la primera puerta de la iglesia encuentro un gran ajetreo. Gente que intenta asomarse y colarse por la puerta para ver que es lo que está pasando en el interior, pero un par de agentes se lo impide.

—Benjamín ¿qué ha pasado? —pregunto a uno de los agentes que hay en la puerta.

—¡Inspector! Pase, pase. No podemos contarle nada —su tono de voz baja un grado, se vuelve más pesada—. Nos han dicho que no le contemos nada, que cuando llegara le hiciéramos pasar. Tiene que verlo por usted mismo, o no lo creerá.

—¿Qué es? ¿De qué se trata? —la voz del chico me pone los pelos de punta. Su compañero desvía la mirada hacia el suelo.

Esto no me gusta. Hay algo en todo esto que me escama, desde el momento en el que ese agente se acercó a nosotros corriendo hace unos minutos.

Agarro del cuello del uniforme al agente y le vuelvo a preguntar que pasa, pero esta vez en un tono más elevado.

—Su mujer... han, han encontrado a su mujer.

—¿Qué dices inútil? ¿Quieres que te parta la cara?

—Víctor cálmate, por favor —Nacho apoya su mano en mi hombro. Le aparto la mano con un movimiento brusco.

—Ni se te ocurra, jamás en tu miserable e insignificante vida, volver a mencionar a mi mujer o su nombre. ¿Te ha quedado claro?

—Pero... señor es verdad, la ha encontrado el Padre Alejandro. La han encontrado dentro y está... está viva.

—¿Pero qué decis? ¿Os estáis oyendo? —añade Nacho a mi espalda.

—Entren y véanlo ustedes mismos.

Suelto al chico y entro en la iglesia seguido de cerca por Nacho. Marel está junto al cura y dos agentes a los pies del altar. Al verme aparecer por el pasillo central de bancos, se levanta como un muelle y se dirige hacia nosotros.

—¿Qué ha pasado? ¿Han encontrado otra víctima? —intento mirar lo que está pasando detrás de ella, pero me lo impide colocándose justo delante cada vez que muevo la cabeza hacia un lado. Nacho se separa de nosotros y se adelanta acercándose al altar.

—Víctor —Marel comienza a hablar, pero se calla enseguida. Su voz es pausada, como si se debatiera entre la estupefacción y el miedo. Como si en ella llevara un gran peso.

—¿Qué? —observo su rostro en busca de algo que me pueda decir que pasa. Pero solo veo su preocupación.

Miro a Nacho. Su cara a perdido el color, como si la sangre la hubiera abandonado por completo. Me devuelve la mirada con los ojos muy abiertos.

—¿Qué pasa Marel? Es otra víctima, ¿verdad? —intento apremiarla y presionarla para que me diga algo.

—Víctor... —ahí está otra vez, solo cuatro personas me llaman por la abreviatura de mi nombre, por lo que, cuando esas personas me llaman por mi nombre completa significa algo malo—. ¿Llevas la petaca encima? Dámela —ordena extendiendo la mano hacia adelante.

—Sí, tenía pensado devolvértela cuando fuera a verte por la autopsia. Ten. —busco el objeto en el bolsillo interior de mi abrigo hasta que doy con él y se lo entrego.

Ella lo agarra con un asentimiento de cabeza y lo guarda en uno de los bolsillos de su bata. Me agarra del brazo y me guía hasta donde están los demás reunidos.

—Víctor... mantén la calma, ¿de acuerdo? —me murmura—. El cura escuchó ruidos en la sala conjunta al altar y cuando entró se la encontró en el suelo. Tal y como la vas a ver.

Respondo con un movimiento de cabeza. Cuando nos acercamos, el resto de personas se echa hacia un lado.

Entonces la veo.

Tendida boca arriba. Le han colocado una chaqueta por encima para que su cuerpo no pierda el calor, apenas lleva ropa, una camiseta de tirantes sucia y lo que parece ser unos pantalones cortos. Uno de los agentes presiona un pañuelo empapado en sangre en un lado de su cabeza. Está pálida y ha perdido peso, pero sin duda es ella.

Caigo de rodillas, junto a ella.

—Hay que llevarla al hospital. Rápido —grito.

No puede ser...

No puede ser...

¿Cómo?

Emilia está viva.


El Ladrón de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora