8. Alba 20/21-diciembre-1927

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Escucho murmullos. Al principio es solo una voz, de una persona mayor, noto como me da la vuelta y me deja boca arriba. Al poco tiempo se le suman más voces, otras dos hombres y una mujer. Me tocan el cuello. Creo que son unas manos pequeñas, me palpan la muñeca dolorida y luego el tobillo. Me toca con cuidado las costillas y luego pasa a la cabeza. Su voz es dulce, el resto de las voces parecen histéricas, nerviosas.

De repente los murmullos cesan.

Quiero gritarles, quiero moverme, pero mi cuerpo no me responde. Intento levantar una mano, mover un pie, un dedo... pero no puedo. Es como si tuviera un gran peso sobre el pecho que me presiona y me impide que me mueva un centímetro.

—¡Hola! —grito a todo pulmón—. ¡Eh, sigo viva! No me deis por muerta, por favor —aunque yo puedo escuchar mi voz, de mi garganta no sale ningún sonido.

Una voz rompe el silencio.

—Está viva, Víctor, viva —anuncia la voz de un hombre—. ¿Cómo?

—Sí, sí. ¡Estoy viva! —les grito de nuevo, pero igual que antes, nada sale de mi garganta. No pueden oírme. Yo puedo oírlos, pero ellos a mí no.

Tengo que luchar, no puedo rendirme así.

Alguien me abraza, me arrastra y me coloca sobre sus piernas. Me acaricia la mejilla y me quita un mechón de pelo de la cara.

—¿Quién eres? Sabes que estoy viva, ¿verdad? —suplico.

Me llama Emilia, ¿por qué? No, no soy Emilia.

Soy Alba, y estoy viva.

Su voz es dura pero, a la vez es dulce, casi melancólica.

Ayúdame, por favor, por favor.

Escucho como alguien se ofrece a llamar un coche. Me levantan y me llevan en brazos. Nos movemos.

Algo me cubre la cabeza.

Me siento a la deriva y el silencio me envuelve de nuevo.

Me muevo, o más bien, me mueven. Me zarandean y me tumban sobre algo que se mueve. Es blando.

Escucho voces, una de ellas da ordenes, las otras son algo confusas. Entre ellas hay una, una que destaca por encima de las demás. Ya la he oído antes.

En la iglesia.

Sigue llamándome por el nombre de Emilia.

¿Por qué?

Abro los ojos.

Las luces pálidas me aturden. Hay mucha gente a mi alrededor. Gente que no conozco.

Entonces lo veo. Está a un lado de la camilla, intentando abrirse paso entre la gente que me rodea y empuja la camilla con prisa. Intenta alcanzarme, pero no le dejan. Lo apartan de la camilla y lo retienen.

Me cuesta respirar, me ahogo. Cierro los ojos de nuevo y todo se vuelve negro.

* * *

De nuevo esa voz.

Me habla con cariño, como si me conociera de hace mucho. Pero yo no lo conozco.

¿Quién eres?

Quiero hablarle. Quiero preguntarle que ha pasado. Dónde estoy. Quién es él. Y quien es la tal Emilia.

Noto como me acaricia la mejilla y me susurra algo mientras me agarra la mano.

—Ya está cariño, ya está. Ahora estás a salvo. No voy a dejar que nadie te vuelva a hacer daño.

El Ladrón de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora