15. Alba 21 - diciembre - 1927

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Víctor me ha instalado en el dormitorio principal, mientras que él ocupa el de invitados. Es una habitación bonita con pocos muebles, en el centro está la cama, con un cabecero acolchado de color blanco, la pared donde se apoya este está decorada con algunos cuadros de flores silvestres. Hay dos mesitas de madera clara a ambos lados de la cama, con sus respectivas lámparas. En uno de los lados de la habitación, cerca de la ventana hay un tocador de madera blanca. Frente a la cama un armario de dos puertas dobles, y frente a la ventana una cómoda de igual color que el armario y el tocador. Es una habitación pequeña, pero con encanto. Las paredes son de tonos crema. Cambio las sábanas de la cama y me tumbo en ella.

No me cuesta mucho quedarme dormida. Lo último que logro escuchar es a Víctor cerrando la puerta de la entrada y marchándose.

No sé el tiempo que paso durmiendo. Cuando me despierto está atardeciendo. Desde la cama observo como las últimas luces del día se cuelan por la ventana dibujando sombras alargadas. Aún tengo el pelo húmedo.

Por unos momentos me olvido de todo lo que ha pasado, como si todo hubiera sido un sueño y me estuviera despertando. El dolor de cabeza me devuelve a la realidad. Por alucinante que parezca y sin poder darle una explicación coherente he viajado en el tiempo hasta 1927.

Una locura, se mire por donde se mire.

Escucho voces lejanas, murmullos.

Tres golpes secos rompen el silencio de la casa.

Por alguna razón no me apetece salir de la cama, me siento muy cómoda, algo que no sentía desde hace mucho tiempo.

Tres golpes más.

Puede que sea Víctor que se ha olvidado las llaves o su compañero Nacho.

Suelto un suspiro.

Gruño cuando me pongo de pie. Un dolor eléctrico me recorre todo el tobillo. Meto a regañadientes los pies en las zapatillas y apoyada en la pared intento no apoyar el pie vendado. Sigo los murmullos hasta la puerta principal del piso.

—No está en casa, vámonos —murmura una voz.

—Esperemos un poco más —murmura otra voz.

—¿Y sí no es verdad? ¿Desde cuándo lo muertos vuelven del otro lado? Vámonos, en serio. Me están dando escalofríos —responde la primera voz.

—Eres una agorera —añade la segunda.

Agarro el tirador y lo empujo hacia abajo estirando un poco de él. La puerta se abre despacio. Tres mujeres jóvenes aparecen al otro lado. Llevan el pelo corto con ondas, sombreros de campana a juego con los vestidos, solo una de ellas lleva pantalones, la chica pelirroja de pelo rizado del fondo. Me mira con una expresión de estar viendo un fantasma. Las otras dos chicas parecen tan sorprendidas como ella, ambas son idénticas, gemelas. La de la derecha se santigua, viste un vestido de marinera color rosa, la de la izquierda me laza una sonrisa, lleva un vestido malva de varias capas.

Me apoyo en la puerta dejando caer todo mi peso en el pie derecho, dejando el pie izquierdo, el vendado, suspendido en el aire.

—Sí buscáis a Víctor, no está en este momento en casa. Tendréis que volver más tarde.

—¿A Víctor? ¿Y qué íbamos a querer nosotras de ese borracho? —interviene la de la izquierda—. Venimos a verte a ti mujer.

—¿A mí? —pregunto desconcertada.

—Claro mujer, no todos los días vuelve una del otro mundo. Y claro, como buenas vecinas del barrio que somos, pues hemos querido acercarnos para ver cómo te encontrabas.

El Ladrón de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora