—Suéltame Nacho. ¡Que me sueltes joder! —le grito agitando los brazos. Le doy un codazo en la barriga y él me suelta.
—Cálmate Víctor. No puedes ir por ahí pegándole a los presos, por mucho que se lo merezcan.
—No sabes nada, si lo hubieras escuchado... si hubieras estado ahí, y hubiera dicho lo mismo que ha dicho, pero de Natalia tú también le hubieras soltado otro derechazo.
—¿Y Emilia? —pregunta frotándose la barriga.
—La deje en casa —respondo sacudiéndome el abrigo.
—¿Le has comprado ya las medicinas que necesita? —su voz es tan calmada y serena como siempre.
—No... por mucho que quiera... no tengo dinero para comprarlas.
—¿Y por qué no me lo has dicho antes? Vamos, te acompaño.
—No, es mucho dinero, no puedo aceptarlo.
—No lo hago por ti, lo hago por ella, asique vamos.
Tras comprar las medicinas que le han mandado a Alba tras salir del hospital, nos dirigimos a mi casa en la plaza de los Olleros. Pasáramos por la calle por la que pasáramos encontrábamos una taberna abierta... El dulce olor del vino me atrae como la luz de la vela a la polilla. Intento convencer a Nacho para detenernos y echarnos unos chatos antes de llegar a casa. Pero él no cede, a mi no me queda dinero, y a estas alturas ya no me fiaban ni un vaso de agua de la fuente.
Estoy enfadado aún por lo que ha pasado en prisión y por no poder llevarme un dulce liquido a la boca.
Que más le dará a la gente si bebo o no, es mi vida joder.
—Víc... ¿has conseguido sacarle algo de información a ese monstruo? —pregunta de repente Nacho, sacándome de mis pensamientos absorbentes. Acelera el paso y se coloca a mi lado, intentando dar las zancadas tan largas como las mías.
—No... No lo creo.
—¿No o no lo crees? ¿En qué quedamos?
—No lo sé, tengo que darle una vuelta a todo lo que me ha dicho.
—Esta noche tenemos turno, que no se te olvide. El jefe quiere vernos en una reunión en una hora.
Asiento con un movimiento de cabeza.
Puedo notar como me hierve la sangre. Me limpio las manos sudadas en el pantalón. ¿Como puedo estar sudando con el frío que hace?
Necesito un trago de alcohol.
—Cuando lleguemos a casa te invito a un trago, Nacho.
—¿No habías dejado el alcohol?
—Será la última. Te lo prometo.
—He oído eso muchas veces.
—Está vez va en serio.
—En serio Víc, tienes una nueva oportunidad, no la desperdicies.
Nos detenemos frente a la puerta del piso mientras busco las llaves en el bolsillo del abrigo. Se pueden escuchar voces al otro lado de la puerta. Dos voces de mujer, para ser exactos.
Alba tiene compañía. A expensas de que le dije explícitamente que no le abriera a nadie.
Que se me desobedeciera me cabreaba, y que lo hiciera en algo tan importante como esa orden... me hervía por dentro. Podría abrirle la puerta al asesino y no saberlo.
Dios.
—Si no lo cuentas tú, lo contaré yo, en cuanto Víctor entre por esa puerta.
—¿Hablando mal de mí? —ambas me miran sorprendidas. Me quito el abrigo de mala manera y lo tiro sobre la percha junto a la puerta de la calle. Nacho cuelga su abrigo y ambos entramos en el salón.
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El Ladrón de corazones
Mystery / ThrillerVíctor es un joven inspector de policía al que la vida no le ha tratado muy bien. Un asesino en serie meticuloso y que no deja pista alguna tiene a la ciudad de Úbeda sumida en la incertidumbre y el miedo. La llegada de Alba a la vida de Víctor la...