Me sorprende que Alba me pida que compre un boleto de lotería, pero a día de hoy y después de verla a ella aún me sorprendo menos. Acepto y me acerco al quiosco a comprar el boleto con el número que me ha dicho. Le pregunto a Quico el quiosquero por la prensa de la mañana, pero me informa de que los periódicos se han vendido todos antes de que llegaran al puesto. No queda ningún ejemplar en ningún puesto. Cuando me doy la vuelta descubro a Alba rodeada de niños pequeños. La escena es graciosa, ellos creen que es Emilia, ella, no sabe qué hacer.
Cuando llegamos a la casa de vecinos Alba me hace una confesión que nunca me hubiera esperado. Los caseros que tan bien me han cuidado durante este año, son nada más y nada menos que sus bisabuelos. De repente pierde el equilibrio, la recojo en el aire antes de que se caiga y la ayudo a incorporarse. Parece cansada. Entramos dentro del edificio, mientras que ella se sienta y descansa en la cocina con la dueña del bloque, yo me dirijo a mi habitación. Meto todo lo que tengo en una maleta de viaje y salgo.
Le doy las gracias a María por la habitación y Alba le da las gracias por cuidarme.
Cuando llegamos a mi piso encontramos un pequeño sobre bajo la puerta. Lleva el sello de la casa Orozco.
Abro el sobre y saco la nota que lleva en el interior, una invitación.
Una invitación a una fiesta en honor a Emilia. Me paree un poco frívolo que organicen una fiesta en su honor, cuando desde hace mucho la tratan como una apestada. Pero iremos, vaya que si iremos. No puedo esperar para ver la cara del marqués al ver a su hija viva.
Me pregunta por Emilia y yo le cuento parte de su pasado, y cuando le cuento, le cuento más de lo que yo mismo hubiera imaginado.
Me levanto del sofá y me acerco al mueble bar, saco un par de vasos y la botella de coñac. Sirvo un poco en ambos vasos y regreso al sofá. Le ofrezco uno a Alba, pero lo rechaza. No bebe.
Claro... igual que Emilia. Son tan iguales... ella no lo sabe, pero cuando habla, cuando se mueve, su mirada, la forma en la que tiene de retirarse el pelo hacia atrás o hacia un lado... son iguales a las de Emilia.
Me llevo el vaso a los labios cuando de repente se levanta y me quita el vaso en un movimiento.
—¿Qué haces? —estoy desconcertado y molesto por lo que acaba de hacer. ¿Quién se cree que es para quitarme el vaso? —, necesito ese trago.
—Lo prometiste, recuerdas ¿o acaso ya lo has olvidado?
—Cómo... ¿Cómo sabes eso?
—Tú mismo me lo contaste en el hospital. Para ser un inspector de policía tienes muy mala memoria.
Y cuanta razón tiene... desde que perdí a Emilia y me hice amigo del alcohol no doy una a derechas. Vierte el alcohol en una maceta y deja el vaso en la mesa.
Que desperdicio por dios.
El timbre de la puerta suena. Le indico que abro yo y ella vuelve a sentarse en el sofá. Nacho entra como un torbellino cuando abro la puerta. Tengo que echarme a un lado para evitar ser arrollado por él.
—¿Habéis visto el periódico de esta mañana?
—No. No quedaban ejemplares —respondo entrando en el salón.
—Tenéis que ver esto. Portada y primera página. —lanza el periódico sobre la mesa baja que hay frente a la chimenea.
—¿Qué? —pregunta Alba tan desconcertada como yo.
Cojo el periódico y lo observo. En la portada aparece una foto de Emilia con el título de El milagro de la Trinidad, hablan maravillas de ella, como la segunda heredera de la casa Orozco.
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El Ladrón de corazones
Gizem / GerilimVíctor es un joven inspector de policía al que la vida no le ha tratado muy bien. Un asesino en serie meticuloso y que no deja pista alguna tiene a la ciudad de Úbeda sumida en la incertidumbre y el miedo. La llegada de Alba a la vida de Víctor la...