11. Víctor 21-diciembre-1927

3 2 0
                                    


Trabajar desde el hospital es un poco difícil. Mando a un novato para que busque a Marel y le diga que venga, mientras espero noticias de Nacho. Pongo a Alba al día sobre la vida de Emilia, le explico que apenas le queda familia, su madre murió al poco de casarnos, su padre sigue vivo, pero su relación era muy conflictiva cuando vivían juntos y desde que nos casamos apenas se veían, nunca ha aceptado nuestra relación, tiene un hermano mayor. Aunque ella era bastante tímida, cuando cogía confianza llegaba a ser muy sociable, amigos cercanos solo están, Nacho y su mujer Natalia, y Marel. Le cuento un poco sobre el barrio en el que vivimos y como es nuestra... como era mi relación con Emilia. Ella también me habla un poco de si misma. De su familia, de cómo su padre las abandonó cuando ella y su hermana eran pequeñas, que su madre es enfermera, de que hacía turnos dobles para poder mantenerlas, de cómo la salud de su abuela había empeorado en los últimos años y ahora vivía con ellas, me habla también de su niño, mientras me enseña fotos de su familia y del pequeño, -habla, y me cuenta más de lo que yo espero que me cuente. Le pasa igual que a Emilia cuando empiezan a hablar no hay quien las pare-, también me habla de su trabajo... de que aunque es arqueóloga y le fascina la historia siempre le ha gustado trabajar con niños.

A Emilia también le encantaba trabajar con niños —pienso observando la foto de ella que Alba aun sujeta en su mano.

Tras unas horas de charla, se queda dormida, con el teléfono en una mano y la foto de Emilia en la otra. Guardo su mochila negra bajo la mesita que hay junto a su cama. Le quito con cuidado la fotografía de la mano y la vuelvo a guardar en su carpeta correspondiente.

Me recuesto en la silla y descalzo subo los pies a una esquina de su cama, me lleva pocos minutos quedarme dormido.

Poco dura mi descanso. Unos golpes en la puerta me sobresaltan. Miro a Emilia... a Alba, joder, todavía no me hago a la idea de que no sea mi Emilia, sino Alba. Sigue dormida. Me levanto de la silla y abro la puerta, el médico y una enfermera entran la habitación. La revisan de arriba abajo, comprobando su pulso, como reacciona y despertándola de su sueño placentero.

Al fin buenas noticias. El médico nos informa de que está fuera de peligro, el celador pasará para servirle el desayuno y luego podremos irnos a casa.

Mientras ella desayuna y se prepara para irnos, yo salgo en busca de Marel. La encuentro en el patio de naranjos del ala derecha. No parece muy contenta de verme.

—¿Qué? —pregunta nada más verme.

—Sobre las primeras víctimas, hubo algo que te llamara la atención.

—¿A qué te refieres exactamente?

Una punzada de dolor me atraviesa la sien. Aquí está otra vez la maldita migraña, ya tardaba en aparecer. Me presiono el tabique de la nariz con dos dedos mientras suspiro.

—¿Necesitas un trago? —mete la mano en el bolsillo de su abrigo buscando la petaca.

—Sí. Pero ya no bebo, lo he dejado.

Marel suelta una risa irónica que dejo pasar.

—Marel, cuando hiciste la autopsia a las tres primeras víctimas, ¿había alguna evidencia de que hubieran sido madres, de que estuvieran en estado o de que hubieran tenido algún aborto?

Marel se queda pensativa durante unos minutos.

—Sí y no. La primera víctima presentaba signos de haber sufrido al menos un aborto. Las otras dos víctimas, ninguna presentaba nada parecido. ¿Pero por qué me preguntas esto? Todos estos detalles los dejé reflejados en el informe que elaboré en su momento de cada víctima.

El Ladrón de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora