PRIMERA PARTE

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Hola a todos, como ya habrán visto la descripción de esta maravillosa obra, vuelvo a recalcar: esta historia NO ME PERTENECE, solo comparto por esta plataforma porque me parece muy interesante además de ser muy linda, espero que sea de su agrado y lo disfruten tanto como yo.










Estaba sentada frente al gran espejo del tocador al lado de la amplía ventana con vista al mar, haciéndose algunos arreglos en el pelo, mientras pensaba vagamente en Daniel, y sonreía para sí, al pensar cómo un hombre podía obsesionarse tanto así por una mujer; al cual nunca le había prometido nada, es más; aquella tarde en el gran salón de té de la galería de arte, donde él, le había hablado de su amor, le había dicho claramente, que no era su tipo de hombre y que si lo aceptaba como novio, no era porque el corazón se lo pidiera; pues le bastaba con ser amigos solamente. ¡Ah! Pero eso no era todo, ya que Daniel era el hijito de mimado de la señora Dorothy y está, a su vez, había sido la amiga confidente de su madre. Y además compañeras y vecinas de la infancia. Incluso doña Isabel - su madre - quería tanto a Daniel como para insistirle mucho que lo aceptara, y lo que es más aún, arreglarlo todo para "la boda de los niños" - así los llamaba - considerando que el joven era un buen partido para su hija.

Nancy no se sentía culpable de su ruptura, desde luego, pues nunca le había prometido nada. Ella lo había discutido varias veces con su padre y ambos habían llegado a un buen acuerdo, él siempre le daba la razón conociendo la sensatez de su hija y era por eso que doña Isabel se quejaba alegando que ella siempre quería manejarla a su antojo, a tal punto de querer casarla con un hombre al que su hija no amaba. Mas discusiones de este tipo eran frecuentes y Nancy casi podía recordar alguna de estás como si las estuviese oyendo hoy.

- ¡Ah! No. Pero tú tienes la culpa de consentirla mucho - decía doña Isabel en tono de reproche.

- ¡Mujer! Tienes que darte cuenta que ya tu hija no es una niña. Con 25 años una joven sabe muy bien lo que le conviene o no - contesta don Fernando, defiendo a su hija.

- Y es precisamente por eso mi afán de casarla con Danielito, un muchacho apuesto, fino, educado y, ante todo, un profesional.

- Un profesional que acaba de graduarse y todavía le queda mucho para abrirse camino, no te olvides que tiene que ser muy conocido uno hoy en día para estabilizarse.

- ¿Y quién habla de conocimiento? Tú le darás trabajo en la Compañía - y con tono interrogativo, revestido de súplica; algo común en ella cuando se empeñaba a conseguir algún propósito - ¿O es que piensas negarle eso a tu futuro yerno?

- Bueno..., si tú lo dices. Daniel esta contratado - responde don Fernando en tono conciliador.

- Así se habla, ya sabía yo que al final tú estabas de mi parte.

- Yo sí, con tal de verte bien. La que no está de tu parte en esto, es tu hija.

- Déjala, ya verás cómo Danielito la convence.

Ella sabía el disgusto que causaría su ruptura, pero no tenía otra salida, le dolía tal situación y no sólo por su madre, sino también por Daniel, ellos eran amigos de niños y no quería que por su culpa sufriera. Sin embargo pensaba que fue lo mejor acabar con ese noviazgo antes de que pasara más tiempo porque así él lo sentiría menos. Fue por eso que aceptó la invitación de Daniela y pasar el verano en la elegante casa de la playa que su amiga poseía en Aguas Claras, con la condición de que nadie supiera su regugio, excepto su representante y amigo Guillermo, necesitaba estar en contacto con él, pues estaba agilizando la exposición de la presente temporada en las diferentes galerías de arte donde Nancy debía exponer sus cuadros.

Se levantó lentamente y deslizó su cuerpo de diosa hasta la gran ventana que daba acceso al exterior. Pensando en todo aquello, estaba con la mirada casi perdida en el cielo y el volar de las gaviotas por la amplia ventana, desde la cual se podía divisar toda la playa, las cabañas de bambú y, sobre todo, el azul y ancho mar en la fresca mañana.

Estaba ahí...de pie frente al ventanal, dejando apreciar en ella su fino perfil, que ponía en relieve su delicado cutis y sobre esté, sus negras cejas, bien pobladas primero y luego más finas, se posaban encima de unas pestañas negras, largas y encrespadas que a su vez se asentaban alrededor de unos ojos cafés claros, casi virginales, que contrastaban con el rojo de sus labios, de una perfección igual, o mejor tal vez, que su bien perfilada nariz. Toda esta dulzura de su rostro y lo negro y ondulado de su pelo, que a su vez le caía hasta la mitad de su delicada espalda, encajaba perfectamente con su bien torneado cuerpo, de estatura regular, con unos senos medianos y finos que apuntaban al exterior, además, su fina cintura que contrastaba con lo ancho y moldeado de sus caderas, hacia abajo se prolongaban unas torneadas piernas, para terminar en unos blanquecinos y pequeños pies. Se podía decir que Nancy, que más bien parecía una figura que el mundo actusl le había arrebatado al Olimpo. Tal vez una sacerdotisa del mismo Zeus.

Unos pasos por la escalera le sacaron de sus pensamientos. Tal como lo imaginó, del otro lado de la puerta era Daniela.

- Hola. ¿Se puede...?

- Sí, adelante.

- Bonita mañana, ¿no? - dijo Daniela caminando hacia la ventana y colocándose a su lado, mirando hacia fuera, al tiempo que el aire fresco le perfumaba el cutis.

- Sí, muy bonita. ¿Sabes?... Me encanta el amanecer de acá.

- ¿Lo dices por lo fresco o por lo tranquilo?

- Bueno... la verdad, por ambas cosas.

- La frescura te la garantizo durante todo el verano, pero eso de la tranquilidad ¡Huy! Ya verás, un barullo y medio.

- ¿Tanto así? Tendría que comprobarlo, pues me parece el mar tan tranquilo y la playa muy calmada.

- Ya verás, a medida que llegando los turistas acrecienta el barullo y la intranquilidad.

- No debe ser para tanto.

- Espera... te dot unas horas de tranquilidad y luego tú me darás la razón.

- Bueno, al final del verano. Y cada quien disfruta a su manera...

- Eso porque tú no estuviste el verano anterior. ¿Ves aquella cabaña que queda enfrente de la ventana?

- ¿Cuál de ellas? - dice alzando la vista.

- Aquella - indicando con el dedo la cabaña más próxima - la primera, la única que tiene garaje.

-¡Ah! Sí, me parece graciosa. ¿Sabes?

- ¿Dónde está la gracia?

- En el garaje, las demás no lo tienen.

- A mí no, más bien me parece antipática.

- Oye... ¿A qué viene la ironía?

- Verás... el verano anterior la alquiló un lunático, un excombatiente de no sé qué guerra o batalla, y fíjate que por las noches a eso de las 2 ó 3 de la mañana empezaba a tiros y con sus gritos dando órdenes y contraórdenes militares, despertaba a toda la playa.

- ¿Ah sí? Y supongo que lo echaron al día siguiente...

- Lo mismo pensé, pero cuando lo supo el Comisario del Distrito más bien nos aconsejó no molestarlo y nos pidió que entre todos lo vigiláramos y brindáramos todo el apoyo necesario para que se sintiera bien, ya que el lunático ése era héroe de no sé qué batalla, de donde salió lisiado de la mente, pues cuando se firmó el acuerdo de paz, no pudiendo aceptar que pese a todo el esfuerzo y sacrificio tanto de él como de sus compañeros caídos, quedaran aún enemigos ilesos, enloqueció temporalmente y luego quedó así.

- Bueno, pero los veraniegos no lo mandaron a pelear. ¿No? - responde Nancy contrariada.

- Nosotros no, pero el Gobierno sí y está en deuda con él y como en este país ellos dicta las leyes, pues... tú ya sabes.

- Sí, tienes razón, pero... esperemos que este año no tengamos tan mala suerte.

- Así es, y hablando de suerte, espero que el desayuno esté pronto, pues hasta el momento que me dirigía para acá a pedirte que bajes no lo estaba aún.

- También lo espero, pues no doy más, tengo un petito atroz

Ambas amigas salen de la habitación, bajando la escalera que las separaba de la sala, se dirigen al comedor de la elegante casa, prestas a dar inicio al reconfortante desayuno.

Primavera... AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora