Capítulo veinte

192 12 0
                                    


Estar con Peeta era mágico. Con solo oír su voz y sentir su perfume antes de dormir, las pesadillas se alejaban rápidamente. Había dormido maravillosamente por lo que después de desayunar unos pancitos de queso que me había dejado Peeta, me quedé pensando cómo podía hacer para ayudarlo a no estar tan atormentado. Por lo pronto sabía que asi como era su alivio, yo era también el gran motivo de su angustia. Después de pensar miles de opciones pero sin convencerme de ninguna, me di cuenta que lo mejor que podía hacer era hablar con el Dr. Aurelius. Si el no iba a ayudarme a saber que estaba pasando, el Dr. Tendría que hacerlo y me aseguraría de ello.

-Katniss, me ha encantado que me llames para agradecerme la ayuda, pero te siento ansiosa y creo que es porque todavía no hemos conversado sobre el real motivo de tu llamado.-¿Desde cuándo el Dr. Se había vuelto tan perspicaz?

-Errr... Es verdad. Es que quiero saber los motivos de los ataques de Peeta, si es que hay algo que los detone. Por lo que pude ver, asi como le alivio su carga, también puedo generarle una angustia tan grande que saque a la luz el veneno que aún tiene en el cuerpo.

-Mira, no es tan sencillo. Antes que nada, quisiera decirte que el está llevando de maravilla su tratamiento. Creo que ha sido bueno que lo hayan envenenado contra ti, porque eso es precisamente lo que lo impulsa a querer mejorar.-Se quedó un momento en silencio, pero antes de que pudiese decirle algo continuó.- El residual de veneno que le quedó en su organismo genera sus ataques y este se activa cuando el vive una situación de ansiedad que no puede manejar; ósea cuando hay algo que el quiere que pase o no, pero que no está en sus manos poder controlar. Como generalmente lo único que el desea o no desea tan intensamente, está relacionado contigo, es por eso que siempre estalla en algo que tenga que ver con su chica en llamas. ¿Logré explicarlo Katniss?

-Si Dr. Aurelius. Lo que me gustaría saber es si yo puedo ayudarlo de alguna manera... No sé, haciendo algo particular.

-Niña, debes tratar de que mantenga a raya su ansiedad para que nada se desmadre, si puedes, también ayuda a controlar su angustia. Eso realmente lo ayudaría.

-Haré lo que sea. No quiero que nada malo le pase y menos ser yo la culpable de su sufrimiento.

-Eso está muy bien. Recuerda que eres su bálsamo. Si tu estas bien y si su relación contigo está bien, se minimizan casi a 0 las chances de que vuelva a sufrir los flashbacks.

Prometí proteger a Peeta y eso lo haría hasta con mi vida... Y esta vez iba a cumplir mi promesa, cueste lo que cueste.

Visité a Haymitch para ver cómo estaba y de paso dejarle la ropa que había traído para el. Para mi sorpresa no estaba borracho y estaba en el patio relacionándose con sus gansos que todavía no lo habían picoteado, ni muerto de hambre.

-Hey, todavía sobreviven los gansos. Pensé que a esta altura ya estarían muertos o los habrías regalado.

-Preciosa, si no los cuido ¿Cómo obtendré el dinero para comprar más alcohol y volver a mi mundo perfecto? Por otro lado ¿Cómo te fue con el chico? ¿Ya le has pedido matrimonio?-Dijo riéndose.

-Bien y no. Sabes que nunca pensé en casarme, aunque si eso es lo que el quisiera, lo haría para que sea feliz.

Se dio vuelta sorprendido y pensé que iba a largarme otra de sus frases poco amistosas, pero en cambio me dijo-Era hora que empezases a sumar puntos para merecértelo aunque sea un poco. Espero que te dure, porque sino esta vez vas a destrozarlo por completo.

-No puedo perderlo Haymitch, otra vez no... No me dejes volver a arruinarlo.-Le pedí casi suplicando.

-Lo intentare preciosa, por el... y en el fondo creo que tu también lo mereces.

Por primera vez en nuestra corta historia, no terminé una conversación con mi mentor, discutiendo, llorando o enojada y eso me hizo sonreír. Caminé hasta el centro y vi que la plaza estaba ya remodelada y que se habían reconstruido y armado muchos negocios que le daban vida al pueblo. Pero el que más me importaba era el suyo. La panadería estaba muy avanzada y le faltaba muy poco para estar abierta. El edificio se estaba reconstruyendo a su estado original. Arriba del negocio se alzaba la casa de los Mellark y el solo hecho de pensar que el iba a mudarse allí me daba escalofríos. No aguantaba dormir tan solo a una calle de el, que si tuviese que hacerlo a un kilometro de distancia, simplemente no podía soportarlo.

Cuando al fin deje de cavilar y me puse en marcha, me encontré a Delly que salía despeinada y con la ropa llena de polvo. Nunca habíamos hablado mucho pero sabía que quería mucho a Peeta y eso me hacía respetarla. Si respetarla solo hasta el día que insinuase que quería otra cosa que no fuese el cariño de su mejor amigo y confundiese su lugar. Me saludó muy entusiasmada como siempre indicándome que se iba a su casa, que todos ya se habían ido y que tenía que convencer a Peeta de que ya se fuese a descansar.

Rodee el edificio y lo vi levantando la última bolsa de material que quedaba por entrar. Inmediatamente me quedé inmóvil. Estaba sin camisa y los pantalones, llenos de polvo, le caían maravillosamente sobre la cadera. Supuse que estaba algo bronceado por haber estado trabajando al aire libre y su figura estaba muy estilizada gracias al ejercicio que la reconstrucción le estaba proporcionando. Su cabello parecía dorado como el sol y estaba totalmente despeinado; unas pequeñas gotas de sudor surcaban su frente generando en mí un impacto increíble. Antes de entrar a buscarlo debí serenarme para poder hilar aunque sea dos palabras ¡Por Dios! ¿Que estaba haciéndome este hombre? Tenía un poderoso efecto en mí, que aún no podía definir.

-Peeta, ¿estás aquí?-Pregunté ya sabiendo la respuesta.

-Aquí arriba Katniss.-Gritó desde la planta de arriba.-Dame un segundo.

Menos mal que bajó con la remera puesta. Le quedaba ajustada, denotando lo que había crecido este tiempo, pero eso era menos perturbador que verlo sin nada puesto.

-Preciosa... ¿En qué estás pensando que tienes esa cara?

-En que me encantaría invitarte a comer si tu quieres.-Mentí rápidamente antes de que el rubor de mis pensamientos se extendiera.

-Pero mírame, así no puedo ir a ningún lado. Primero tendré que bañarme y luego vamos donde quieras.

-Créeme que te estoy mirando Peeta.-Dije mientras lo tomaba de la mano y lo sacaba de la panadería.-Iremos donde Sae, pediremos dos porciones de su plato del día y lo llevaremos a tu casa para almorzar. Después podrás tomar un baño y deberás dedicarme toda la tarde a mí y al libro.-Dije con un deje de satisfacción.

Mientras se reía, me tomó más fuerte de la mano y me sentí poderosa.

La búsqueda del diente de leónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora