24 de noviembre.
Pequeño Owen:
Los gritos de Tammy Márquez retumbaron en mis oídos casi todo el partido. Lo único que pude hacer para soportarlos fue poner mis dedos medios en el tragus e impedir que el sonido entrara. El ruido no me gusta. Me impide estar en mi cabeza y analizar cada uno de mis movimientos.
Si hablamos de movimientos, Kale corría por todo el campo acompañado del balón, y todos intentaban estar detrás de él. Pero nadie podía. Sus largas piernas encalcetinadas hasta las pantorrillas no podían haber sufrido el clima de hoy por la adrenalina de estar ganando y de ir anotando goles a diestra y siniestra. La escuela entera vitoreaba a todo pulmón.
—¡Sin duda ganaremos Greg! Kale está arrasando con el equipo contrario —Gritó Lía sobre los aullidos de Tammy para poder hacerse notar.
No pude evitar sonrojarme. Tal vez era por el frío de las bancas de concreto, o los veinte grados de temperatura, pero sé que no era por ello que mis mejillas estuvieran de ese tono. Me alegraba que Kale estuviera ganando por todos, y me sonriera desde la distancia con el balón a su poder. No podía esperar a que el partido terminara, y para poder ir corriendo hasta él y decirle lo grandioso que es.
Aunque no te mentiré, me apenaba acercarme siquiera un metro de distancia.
Cuando el silbato del entrenador Rufus sonó para dar por terminado el partido, determinando la victoria para la escuela; todos corrieron hacia el campo a aclamar a Kale. A todo el equipo en realidad.
Sabes, yo solo podía tener la victoria de él en mi cabeza.
—Lo lograron, G. ¡Johnson lo logró! Arrasó con todos. —exhaló Stephen mientras caminábamos al centro del campo verde.
En todos, incluso en la cara de Kilian se observaba satisfacción por el desempeño de Kale. Y es que, ¿Quién no podía tenerla? Gracias a él habían ganado el primer partido. Lo estaban alzando por el aire entre gritos y manos que tocaban sus largas piernas.
Lo observé entre la multitud mientras lo cargaban. Su rostro irradiaba una luz hermosa, como si todos estuvieran dándole un poco de energía. Él estaba feliz, lo sé. He leído como debe verse una persona alegre, y uno de sus efectos son las sonrisas infinitas. Kale la tenía. Su rostro oliva se sonrojaba, lo que significaba que en realidad estaba feliz, pues el flujo de sangre se acelera. Otro dado sobre la felicidad.
Es difícil decir que estuve yo "Feliz", ya que sabes que no entiendo cuando en realidad lo estoy. Aunque sepa cómo debo sentirme. Posiblemente solo estaba complacido. No te voy a mentir que sonreí por mucho rato, y Lía e Stephen lo notaron. Lo sé porque me abrazaron muy fuerte de camino a la salida de la escuela.
—Estuvo grandioso este partido, ¿no lo creen chicos? —comenté.
—¿A Greg Elías Lohmann le gustó un partido de la escuela? esto debe de ser un milagro. ¡Dios Santo, en verdad es un milagro! A nuestro amigo le gustó un partido de fútbol.
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Besos sabor a Fluoxetina
Teen FictionLos besos no reviven a los muertos que aún no mueren. Las rosas violetas en frascos de mayonesa no son eternas. La locura está tan cerca de lo que crees, ¿el amor?, a la distancia de mil galaxias. Sólo es cuestión de mirar al espejo y cometer de...