Capítulo 11

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Aquel que no se atreve a agarrar la espina, no debería ansiar la rosa

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Aquel que no se atreve a agarrar la espina, no debería ansiar la rosa.

Anne Brontë

°°°

01 de Noviembre.

Pequeño Owen:

Sé que dije que no te escribiría después de la fiesta, aunque esto lo amerita. Perdí toda conexión contigo en el balcón de la habitación de Kilian, es que ya no pude seguir narrándote todo; mi libreta interna solo lo dejó de hacer. Creo que eso sucede cuando estás a punto de sufrir el inicio del primer beso.

Es muy extraño.

Creo que darle un golpe a Kale de nuevo —esta vez yo, y no latas de atún—, hubiese sido un completo error.

Pero, ¿quién puede juzgarme por ello? Estaba demasiado incómodo; casi aterrado por lo que estaba a punto de suceder. Eso sí, Kale tiene muy buenos reflejos, y pudo detener mi pequeño puño antes de que impactara con su piel mediterránea. Cuando la detuvo, mi cara quedó helada. Una energía caliente recorrió mi espalda, hasta llegar a la coronilla de la cabeza. Ya antes había experimentado esa sensación, pues era muy recurrente cuando escuchaba tú nombre de más pequeño, como si alguien me prendiera fuego; solo que no sabía que se podía recrear antes de un beso fallido.

Sigo avergonzado por intentar golpearle la cara; en verdad. Me arrepiento de solo pensarlo.

Sus ojos me miraron perplejos por la situación, en cambio los míos, se abrieron como platos al ver que me detuvo. Creí que me regresaría el golpe, y que él no fallaría, en ese momento solo esperaba que no cayera desmayado a sus pies.

Una pequeña sonrisa salió de él, para convertirse en carcajadas. Quedé pasmado, como si nada tuviera sentido —es que no lo tenía—, hasta que su voz me dejó más perplejo.

—Eres todo un caso Gregory, mira que intentar darme un derechazo, eso es muy bajo —Tomó mis manos que aún estaban hechas puños y las miró —, te hubieses lastimado estos pequeños puñitos de niño, y no me gustaría tener que ser tú enfermero si sangras.

Me mantuve callado; más de lo que acostumbro Owen. Me sentía como un bicho diminuto, pero sobre todo confundido por cómo había actuado Kale, además, necesitaba una explicación de su voz acerca de lo que estaba tratando de hacer; no simplemente pasarlo desapercibido, y es que eso no solo se puede olvidar así.

Soltó mis manos y se alejó de mí algunos centímetros, tomando la rosa del muro. Él también se encontraba abrumado, podía jurar que se arrepentía de aquello. Hasta ese instante, pude entrar a su cabeza y darme cuenta de que se arrepentía.

—Debemos volver a la fiesta, si fue una mala idea entrar aquí —Puso la rosa en una de las bolsas de su pantalón y se dirigió a las puertas corredizas rápidamente —, Vamos, ¿o te quedarás ahí parado?

Besos sabor a FluoxetinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora