La rosa habla silenciosamente de amor, con un lenguaje que comprende solo el corazón.
Anónimo
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13 de octubre
Pequeño Owen:
No me considero alguien supersticioso, en lo absoluto. Pero la entrega de una escena sobre muerte en un viernes trece no indica cosas buenas. Tal vez Kale si lo es, y por eso estaba tan nervioso hoy al entrar en el aula de literatura; vestido completamente normal: con sus pantalones entallados y su chaqueta de la escuela. No debía ir con una vestimenta en especial, ya que su personaje es solo un chico común que se despide de su mejor amigo con leucemia. Si soy sincero, esperaba algo distinto. Como una sudadera estampada con una mariposa igual que Ben, o al menos la última rosa teñida de violeta. No estaba planeado eso, ni mucho menos, aunque hubiese sido bueno que lo recordara.
Recordar cosas es parte de mi vida. Soy de las pocas personas que recuerdan pequeños datos o momentos imperceptibles en la memoria de los demás, esos que no son importantes para nadie, pero yo los guardo como algo relevante. Recuerdo cuando contábamos nuestros cereales Frut Loops para ser equitativos, o la última paleta de naranja que comiste antes de saltar. Ahora que mi mente recuerda la palabra saltar, no guardo muy bien ese momento específico, porque lo destruí hace mucho tiempo. Sé que sucedió, pero no quiero rememorar los datos.
Las pastillas ya no están funcionando mucho, Owen, te he visto al menos dos veces esta semana al cepillar mis dientes. No quiero decírselo a mamá porque no le gustará la idea, y es que es cierto; no debo verte. Aunque quiera tenerte cerca de mí por lo menos un momento, es malo. Para todos.
Hoy en el desayuno mamá no dejó de insistir que no llegara tarde a casa para el almuerzo, y así poder contarle como me había ido con mi pequeña escena, al lado de un chico que fingía estar afligido por ver a su amor muriendo en una cama de hospital, improvisada con el escritorio del salón.
La idea de estar falleciendo cerca de Kale me nubla la mente, porque no quería que me mirara con sus ojos profundos y me hablara al oído. No sé qué significa lo que mi cuerpo siente al estar cerca de él, no lo comprendo, simplemente no entiendo esa sensación. Son muy características estas pequeñas señales de incomodidad y con fusión al estar tan cerca de él: mis manos se enfrían, mis piernas tiemblan como si tuviera miedo, y la entrepierna me incomoda; estas señales —si es que son señales— simplemente no las entiendo.
Cuando Lía y Stephen me vieron esta mañana con una bolsa ziploc del tamaño de una cosmetiquera de señora, y en su interior una bata azul de hospital, no supieron que decirme al instante. Y es que, ¿qué le dirían al ver a su amigo que carga con cosas raras todo el tiempo? Como en tercer grado de secundaria, cuando llevé a la escuela un gato muerto en la mochila porque tú me lo decías cada mañana. Antes de mi primer ataque de ansiedad, y mi primer intento de irme de aquí; junto a ti.
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Besos sabor a Fluoxetina
Teen FictionLos besos no reviven a los muertos que aún no mueren. Las rosas violetas en frascos de mayonesa no son eternas. La locura está tan cerca de lo que crees, ¿el amor?, a la distancia de mil galaxias. Sólo es cuestión de mirar al espejo y cometer de...