6

134 28 19
                                    

Está lloviendo. Es una lluvia leve, de esas que invitan a dormir. Marga bosteza un par de veces mientras lee los últimos párrafos de la novela.

Tras unos quince minutos, la mujer cierra el libro y se queda pensativa por un rato. Elvira vuelve a la mesa con dos cafés en las manos y sonríe al ver a su amiga mirando por la ventana con la mejilla apoyada en la palma de su mano.

—¿Ya terminaste?—dice Elvira tomando asiento—. Sabía que lo devorarías en poco tiempo.

Le entrega el café y Marga da las gracias.

—Solo son ochenta hojas, pensé que estaría más grueso.

—¿Te gustó?

—Sí, es cursi pero muy imaginativo. Ha pasado tiempo desde la última vez que me senté a leer, había olvidado lo bien que lo pasaba. Muero por ir al club, ¿hace cuanto que se reúnen para hablar de libros?

—Isidra empezó con esto del club hace más o menos seis años. Al principio solo éramos ella, Abril y yo, pero poco a poco fueron entrando más. La mayoría eran amas de casa que no tenían un pasatiempo o muchas amigas.

—¿Cuántas son actualmente?

—Doce. A veces hay más y a veces menos, todo depende del tiempo libre del que disponga cada una, pero casi siempre somos doce.

Elvira le cuenta anécdotas del club con lujo de detalle. Suena muy contenta. Marga puede darse una idea de lo mucho que disfruta estar ahí. El tiempo vuela y el par de mujeres abandonan el Dioniso faltando quince minutos para el inicio de la reunión.

Marga mira a su vieja amiga de soslayo mientras conduce con una mano y sostiene un cigarrillo con la otra. Luce muy sofisticada con sus enormes gafas de sol y la mascada roja en el cuello.

—¿Y cómo le va a Isidra?—pregunta Marga.

—De maravilla. Se casó con Pablo, el hijo del profe Alonso, ¿te acuerdas de él? nos dio física en tercero. Tienen tres hijos y una casa linda, ahorita la verás—da una calada al cigarrillo—. Hablando de Isidra: hay chismes circulando sobre ella.

—¿De qué se tratan?

—Dicen que anda con otro hombre. A mí no me consta, pero es probable.

—Tal vez solo la están difamando.

Elvira niega con la cabeza.

—Ha cambiado mucho estos últimos días. Ya no es introvertida ni habla bajito. Cuando la mires te vas a sorprender, parece otra.

Llegan a la casa—de tres pisos y color verde primavera—y Elvira se estaciona justo en frente. Ambas bajan y se dirigen a paso apresurado a la puerta. Elvira está sonriente mientras que Marga aprieta los labios notablemente preocupada.

—Te irá bien—le dice Elvira, para después tocar el timbre—. Todas son muy amigables.

Isidra abre a la brevedad y mira a Marga con asombro.

—Oh por Dios, viniste. Bienvenida.

—Te dije que la iba a convencer—responde Elvira. La anfitriona se hace a un lado para que pasen y Marga le regresa la sonrisa, asombrada por lo mucho que ha madurado su belleza. Lo único que no le gusta de ella ahora son las leves ojeras y que esté un tanto más pálida que hace doce años. ¿Será que ya no toma el sol como acostumbraba? Ya adentro en la sala, están las demás mujeres sentadas en sofás y sillas formando un círculo en torno a una mesa de café repleta de bocadillos y botellas de vino. Sus conversaciones se mezclan entre sí. El ambiente es cálido y huele a cerezas y libros viejos.

—Nueva miembro, chicas—dice Isidra tras pedir la atención de todas—. Ella es Margarita, éramos compañeras de secundaria.

Las demás se presentaron y le dieron la bienvenida. Marga, abrumada por tanta atención, apenas pudo retener un par de nombres. Ya luego se daría el tiempo de conocerlas mejor. Toma asiento junto a Elvira y ésta le entrega una copa de vino. Isidra hace un resumen breve del último capítulo y entonces se disponen a hablar del que leyeron esta semana con un entusiasmo que sorprende a Marga. Ella pensaba que las reuniones eran cotilleos de la ciudad disfrazados de conversaciones literarias, y la pone muy contenta saber que se había equivocado. Isidra, tal y como le dijo Elvira, ya no es más esa chica seria y torpe, más su calidez y amabilidad siguen siendo las de siempre. De vez en cuando Marga nota que se cansa y arrastra las palabras, seguramente porque está un poco ebria. Otra mujer toma la palabra y así sucesivamente hasta que es el turno de Marga. Ella habla con confianza, como si hubiera estado en el club desde el principio.

Isidra va y viene de la cocina por más bebidas. En una de esas veces por poco cae al suelo. Las demás siguen abstraídas en la conversación, pero Marga no puede dejar de verla. Hay algo raro en ella aunque luzca tan feliz.

—¿Estás bien?—le pregunta mientras ella le sirve más vino.

—Sí, solo estoy un poco cansada. Los niños me quitan mucho tiempo, eres muy afortunada al no tenerlos—ríe—. ¿Te está gustando el club?

Marga asiente.

—Voy a venir todas las semanas.

—¡Me alegro mucho!

Marga pasa el resto de la velada tratando de ignorar la palidez de Isidra y seguirse divirtiendo, pero le es imposible. Al final la anfitriona les da las gracias por venir a todas y abraza con efusividad a Marga, quien la siente frágil entre sus brazos. De camino a casa la mujer permanece en silencio.

—¿No te gustó la experiencia?—le pregunta Elvira—. Te la estabas pasando tan bien...

—Sí, fue genial, es solo que...hay algo raro en Isidra.

—Te dije que ya no era la misma que conocías.

—No, ella está enferma. Las ojeras y su palidez...

—Es una ama de casa ahora, Marga, y tiene tres hijos. Duerme poco. Además bebió demasiado vino, nunca se modera. No te preocupes, si algo le estuviera pasando yo ya lo sabría.

Elvira conoce mucho mejor a Isidra que Marga, sus palabras deberían bastar para que la inquietud desapareciera, mas eso no pasa. ¿Por que sigue con tan mal presentimiento?

La bruja se detiene cerca de la casa de Blanca. Marga le da las gracias y está por bajarse del auto, pero Elvira la detiene.

—Casi se me olvida—dice mientras hurga en un bolsillo de su abrigo—. Esto es para ti.

Le entrega un delicado collar de perlas pequeñas con un dije dorado en forma de corazón atravesado por una daga.

—Elvira, está precioso—dice Marga con una sonrisa—. Muchas gracias.

—Lo hechicé tres días antes, úsalo cuando salgas, así atraerás a tu próximo amor verdadero. Sé que no crees en mí magia, pero igual funcionará.

FelidaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora