Marga despierta con un tierno dolor en cada miembro de su cuerpo. Esboza una leve sonrisa y se lleva una mano al cuello. La marca de la mordida, como siempre, ha desaparecido, pero los dejos de placer siguen ahí.
La mujer se levanta de la cama con más dificultad de la usual. Está al límite tanto física como mentalmente. Parpadea varias veces para enfocar su mirada y, tras ponerse un albornoz, baja a la cocina y se encuentra con Blanca preparando el desayuno.
—Buenos días, Maggie—dice.
Marga contiene sus lágrimas al oírla. Va a echarla mucho de menos.
—Buenos días, mamá.
Madre e hija conversan sobre temas triviales entre tostadas y sorbos de café. El día de hoy Marga va a tener muchas galletas qué empacar, pues doña Tere festejará su cumpleaños pronto e hizo un pedido muy grande. Marga sube a cambiarse de ropa después de comer; es un día frío, así que se pone su largo abrigo de peluche sobre un sencillo vestido. Sale de la casa tomándose su tiempo para llegar a la parada del autobús. El viento helado le acaricia las mejillas y la mujer se abraza a sí misma, temiendo desmayarse ahí mismo.
Solo resiste un poco más, piensa.
Durante el camino en el autobús, Marga se pregunta por qué le es tan fácil abandonar esta vida. Es simple, pero muy buena; tiene a su madre, amigos que la aman y un trabajo estable. Muchas personas serían muy felices con eso. Mira por la ventana, recordando el primer día que llegó a la ciudad después de doce años. En ese entonces lo único que deseaba era paz mental, no tenía ni idea de que cambiaría de parecer en tan poco tiempo.
Quiero ver esos ojos de nuevo. No el ámbar triste de día, sino el rojo voraz de noche.
El autobús la deja a pocas cuadras de la panadería. Cuando llega mira que Diego apenas la está abriendo.
—Buenos días, Margari—sonríe él, tan radiante como de costumbre—. ¿Cómo amaneciste?
—Un poco cansada, pero estoy bien.
—Yo también estoy cansado.
—No se te nota.
Ambos entran a la panadería y se disponen a acomodar.
—Oye, ¿ya has hablado con Elvira?—le pregunta Diego.
—No, la veré hoy en la tarde. Vamos a ir por café al Dioniso.
—Oh.
—¿Pasa algo con ella?
—No. Es que me la encontré ayer en el mercado y estuvimos hablando de Isidra. Creí que ya estabas al tanto de ella.
—¿Ya apareció?
—Algo así. Elvira la vio en el parque por la noche cuando fue a enterrar un corazón de pollo para uno de sus extraños amarres. Dijo que...que se convirtió en humo.
—¿Qué?
—En humo negro. Era un cuerpo sólido que caminaba por ahí y entonces se convirtió en humo y desapareció. Al oír eso ya no sentí vergüenza de contarle mi teoría sobre la muerte de Abril.
—El Cambiaformas—musita Marga.
—Así es. No creo que Elvira haya inventado eso. Isidra está allá afuera, pero ya no es humana. No sé qué motivo habrá tenido el Cambiaformas para convertirla a ella y no a Abril, pero siento alivio de que así sea.
—¿Y si existe más de uno?
—¿Eh?
—Ahora Isidra ha de ser una Cambiaformas también. Esa transformación pudo haber sido obra de otro distinto al que mató a Abril.

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Felidae
Wampiry1965. Marga, una triste mujer divorciada, regresa a su ciudad de origen tras una serie de eventos desafortunados. Su nueva vida tranquila no dura mucho: un hombre de su pasado, más bello y seductor que nunca, empieza a visitarla cada noche para bebe...