uno

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La lluvia inició con el estruendoso sonido de un trueno que le dio partida a las miles y miles de gotas diminutas; el sonido de ellas contra las laminas y los techos de madera al chocar, los árboles que se movían ante la fuerza del viento. El sonido de los cerdos alborotados ante el ruido rinbombante, los pequeños lechones que corrían en sus corrales de destete, de un lado al otro. Se estaba comiendo un pan mientras observaba por la ventana de la farmacia, como los gatos ferales se escabullían por los montes del horizonte tratando de salvarse. Algunos incluso se subían al gran árbol en medio del pastizal. 

Miró el reloj cuando este marcaba las 11:50 de la noche y sonrió de lado recordando la fecha. Era 30 de octubre, y estaba a 10 minutos de ser día de su cumpleaños. Se perdió  mirando de nuevo por la ventana, las gotas que se empezaban a acumular en grandes charcos, los truenos que empezaron a hacerse mas constantes, hasta que solo hubo silencio. El único sonido existente era el del agua. 

Cuando un rayo colorido abarcó el cielo negro, un corto silencio le dio bienvenida a un estruendoso trueno que sintió, retumbo el suelo. Quedó perplejo, observando disimuladamente las luces en el techo, parpadeantes, rezando por que la luz no se fuera en un momento como ese. Tragó duro, oyendo el sonido insistente de los cerdos de engorda ascender en cascada, aunque estando bastante lejos, no era tan molesto, amortiguado por el sonido de la ya tormenta. 

El sonido del teléfono lo descolocó es cuestión de segundos, sobresaltándose en su lugar, tragando duro mientras se daba cuenta de lo paralizado que se había puesto. Su familia tenía esa chatarra desde que su abuelo había construido la granja hacia unos cincuenta o sesenta años atrás, y parecía el tono de una película de terror de los setenta cuando el creciente sonido no paraba. Se acercó de mala gana, esperando que no fuera su padre o su primo Joe haciendo bromas, descolgándolo malhumorado, saludando corto. 

—Felíz cumpleaños a ti...—su rostro irritado se desvaneció en un santiamén al oir la voz de su chica, soltando una risita burda mientras terminaba de escuchar paciente el desenlace de la canción—. Feliz cumpleaños a mi Frankie... feliz cumpleaños, a ti. Felicidades mi amor—. La voz de Jamia, suave como siempre le hizo sonreír genuino, relamiéndose los labios antes de responder.

—Gracias, Jam—se rascó la nuca y dejó que la chica continuase con su felicitación. 

Había sido novio de Jamia Nestor durante ya un par de años, desde que habían salido de la escuela media y la chica se había metido a estudiar enfermería en Farleigh Dickinson University, él era un simple productor que sabía, desde que nació, que haría toda su vida lo que su familia había estado haciendo por generaciones. Criar cerdos. 

Todos conocían la granja de los Iero. "Iero's Family farm" habían sido el negocio que Frank primero puso en marcha por ahí del año cincuenta, su padre había heredado el negocio cuando este se enfermó de una neumonía que le dejó en cama a la mitad de su vejez y ahora , como el hijo de Frank segundo, él se estaba empezando a encargar de las necesidades de la granja mientras su padre se aseguraba de hacer más y más conecciones a lo largo de la ciudad y sus aledañas. Podían considerarle un simple productor de cerdo, pero la verdad era que se ganaba bien y jamás recordó en la vida haber padecido de algo tan banal como el dinero. Desde la carne, las patas, las orejas, y la piel, el cerdo era, en potencia, un gran negocio. 

—¿Frank?—parpadeó con lentitud recuperando el hilo en la llamda cuando la chica le habló, mumurando un sonido grave para hacer acto de presencia—. ¿Qué pasa?—. Lo meditó un rato obervando a la distancia el área de maternidad, cruzando el pastizal y pasando por el dormitorio. El teléfono se encontraba cerca de la bodega de alimentos así que podía ver desde sus grandes puertas abiertas, el otro lado del lugar. El monte, por donde las gotas de lluvia seguían creando grandes charcos. 

Ah, nada. Pensaba en los lechones, han nacido muchos esta vez. La producción de este año será enorme. Nos irá mejor que el año anterior—canturreó dirigiendo la mirada de nuevo al monte.

Jamia añadió un par de cosas que no pudo realmente oír, o no quiso hacerlo. En cambio, su mirada se había perdido en una silueta...

Su corazón latió con tanta fuerza que casi se le sale del pecho. Debido a la tormenta de ese momento, el eco de las gotas de lluvia dejaban insonoro lo demás, la luna se veía oculta gracias a las nubes rellenas y lo único que podía alumbrar ahora el llano pastizal, eran los rayos. 

Uno cayó de nuevo sobre el gran árbol de fondo, y justo cuando terminó de caer, la luz que alumbró aquel segundo, le dejó ver la silueta con detenimiento. Era un hombre, de cabellos negros, piel pálida, ojos claros, vestido con una extraña armadura como si fuera algún soldado de la edad antigua o algo así. 

Justo cuando sus manos soltaron el teléfono y sus pies se movieron hacia él, el rayo había encendido el árbol en llamas. Se incendiaba entero. 

Se detuvo a un par de pasos valorando brevemente la situación, el árbol en llamas y la silueta que había desaparecido, con su cuerpo temblando a inconsciencia. Volteó a todas partes y no lo encontró. Para cuando las ramas grandes del árbol empezaron a caer sobre el pastizal, fue cuando salió por completo corriendo a los alrededores del fuego que parecía no ceder, aún cuando la lluvia torrencial caía y caía. Miró a todas partes e intentó dispersas las ramas tratando de que el agua las mojara aún más, para lograr apagarlo, quemándose las manos y gran parte de los brazos. 

Cuando un enorme maullido llamó su atención, volteó su rostro a lacxprocedencia. Uno de los gatos ferales estaba atrapado en el fuego, en una de las ramas que empezaban también a caer. En un impulso, corrió con todas sus fuerzas tratando de agarrar al gato antes de que este cayera a un destino cruel, sin notar que la rama envuelta en fuego caería primero. Para cuando quiso retroceder, era tarde, cubriendo su rostro con ambos brazos, Frank esperó el golpe. 

En vez de ello, sintió una fuerza garrafal que le hizo salir volando unos cuantos metros cayendo en una zona de monte, donde el lodo empezaba a crecer en grandes charcos. Su espalda fue la más afectada en el aterrizaje, y su cabeza dio vueltas cuando intentó levantarse enseguida. Pero aún así lo vio. 

Era el hombre de la silueta, el del disfraz. Este alzaba sus brazos hacia el gran fuego del árbol y susurraba varias veces algo que no entendió en lo más mínimo: perniciem.

Su agitada respiración aumento cuando vio como el fuego se extinguía al tiempo en el que la lluvia parecía al fin disminuir notablemente, pudiendo escuchar con más claridad el sonido de su voz. Cuando el fuego al fin cesó, aquel hombre se volteó hacia él, mirándole de una forma demasiado cargada, empezando a caminar hasta donde estaba. 

Se arrastró temeroso sin entender, creyendo que todo era una jodida broma, o quizá el golpe había sido demasiado fuerte, pero entre más se acercaba, más irreal le parecía todo. Esa armadura en su mayoría dorada brillaba con intensidad, y los pasos de sus pies cubiertos de unas botas pesadas resonaban el suelo. Cuando no pudo moverse más, cree debido a la impresión, paralizado ante la mirada de ese hombre, que poco a poco disminuía su espacio del suyo, y que cuando al fin estuvo frente suyo, le sorprendió con algo que terminó por hacerle desfallecer en medio de la tormenta. 

—Su majestad.



*

Hola, hola. 

Empezamos con esta historia rara y confusa que se me ocurrió como una fantasía loca. 

Coménteme su opinión. ¿Es muy confusa, muy rara, aburrida, interesante?

Lo pensé y la haré GTops. FBottom. Fin. Sorry para quienes no les gusta eso. 

All my love.

Pao.

Reino de antaño. Frerard.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora