Capítulo XXII.

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(Narra Babi)

Subo al avión.

Sinceramente, tenia miedo, nunca había montado sola en avión, y además eran 5 horas de vuelo.

Me toca al lado de la ventana, junto a mí no había sentado nadie. Eso me alegraba.

Diez minutos para despegar.

Todos los pasajeros están ya subidos en el avión.

Adiós Grecia.

No, mierda, no podía irme. Jesús estaba aquí. Mi mitad estaba aquí. Pongo la mano en la ventana mientras miraba con melancolía todo lo que dejaba.

Dejaba a mi vida, a mi amiga, a mis ídolos, pero sobre todo, dejaba  mi felicidad.

Sabia a la perfección que después de todo esto no volvería a ser la misma. Toda mi alegría, emoción y poesía se la había quedado Jesús. Mis ganas de despertarme a las 4 de la mañana para ver como dormía aquella persona a la que un día llamé amor se quedaban en mi camarote; en el mio y en el suyo.

Hay varias cosas que había aprendido de este viaje, una de ellas era que el pecho izquierdo siempre dolería un poco más que cualquier otra parte del cuerpo; tal vez por fisonomía o metáfora, pero si se calva ahí la flecha de Cupido estás vendido. Que sí, será de Cupido, pero seguirá siendo una flecha, y duele.

Otra de las cosas que aprendí es que si echar de menos ya era de por sí jodido, imagináos echar de menos a Jesús, cuando en realidad deberíamos echaros de más, pero de sonrisas.

Que pude aprender mil cosas, pero lo que seguro que no se me iba a olvidar jamás serían esas ganas increíbles con las que me quede de decirle que lo más bonito que me había pasado en la vida no era haberle conocido, sino haber reído a su lado. Sí, parecerá una tontería, pero joder, miles de personas en las firmas de discos y conciertos le habían conocido, pero pocas habían reido a su lado.

Íbamos a despegar pero de repente. "¡UN MOMENTO! Queda un pasajero" gritaba la azafata.

Anda que es puntual el tío. Pensaba.

Por solo un segundo imaginé que era Jesús, y también imaginé lo bonito que sería que se viniese junto a mi a Sevilla. Pasar una noche más con él.

Por mucho que hubiese sufrido, no me importaba, el amor es para aprender a sufir, soñar y sonreír. Con Jesús primero aprendí a sonreír, luego a soñar, y por ultimo a sufrir. Mereció la pena.

De repente, una voz me sacó de mis pensamientos,

-¿Babi? ¿Babi? ¿Dónde estás? -Decía una voz cansada y muy conocida.

-¿Jesús? -Pregunté levantándome de mi asiento y buscándole con la mirada. Ahí estaba. Empapado y colorado por la carrera que se pegó para llegar a tiempo. Se me saltaron las lágrimas al verle. -¿Eres imbécil? -Dije llorando a lágrima viva y estirando la mano para que viniese.

-Sí,soy muy imbécil, pero te quiero. -Dijo una vez se acercó a mí y mientras me tocaba la mejilla con su mano derecha y goteando su barbilla en mis zapatos por lo mojadísimo que estaba.

-Jesús joder, te odio.-Dije abrazándolo y llorandole en el pecho. No me importaba mojarme, y acabé empapada.

-Yo no, yo te amo.-Dijo mientras me besaba en la frente. Yo extendi mis brazos enroscándolos en su cuello un segundo antes de besarle.

La gente aplaudía y silbaba acompañandonos con frases como "¡Qué  bonito!" Y "¡Así se hace hombre!".

-Estás loco.-Le dije sonriendo aunque con lágrimas en los ojos y secándole con la mano la gota que estaba a punto de caer de su barbilla.

Tener un novio así era tan perfecto.

Una azafata pedía por favor que nos sentasemos y abrochásemos los cinturones, estábamos a punto de despegar.

Así hicimos.

Una vez nos sentamos, Jesús me agarró de la mano.

-Siento mucho el daño que he podido hacerte.-Dijo lamentándose.

-Ahora todo eso no importa, estas a mi lado y con eso me basta. Viendo lo que has hecho por arreglarlo me doy cuenta lo mucho que me quieres.-Dije acariciando su mejilla con la mano.

-Eres increíble Babi.

-¿Increible yo? Dijo el chico que en menos de media hora vino corriendo de una punta a la otra de un país desconocido solo para disculparse.

Sonrió, jodida sonrisa.

-Te quiero.

-Yo unas mil veces más.

Unos segundos después despegó el avión.

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