CAPÍTULO 3

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Querida cholo119 con este CAPÍTULO brindó por los aventones a las segundas partes y por nosotras por su puesto.💞

- ¡Esto es intolerable! - gritó el alcalde.

Estaba a un mes de las elecciones y quisiera volver a ganar pero para eso tenía que disminuir el terror que en sus dominios había sembrado el maldito libro.  Ganar se convertía en una tarea ardua con el paso de las agujas en su costoso reloj clasico, le dio una calada al mejor puro del oeste y repicoteo sus dedos sobre el roble de su lustrado pensativo por unos segundos con las duras facciones acentuandose.

Sólo tenía que demostrar que el libro no era peligroso luego podría atrapar a un vagabundo de poca monta y acusarle de asesino en serie; habia sientos bajo el puente.

¿Pero cómo?

Para colmó su relaciones públicas se había desmayado atemorizando a todo el populacho y ahora el estaba a prueba por los mugrosos habitantes.

Y no es que él les culpara si bien no creía  en las fuerzas místicas tenía miedo del libro en cuestión;  podía oler el mal augurio  en él daba fe en que el libro era el protagonista de todas esas viles muertes.

Miró a su asistente y le entregó el libro - no me puedo quedar yo con esto está noche Marice va a dar una gran velada- el asistente cayó en panico- tranquilo Albert has lo llegar a la de relaciones públicas, Cooper, al fin y al cabo nos puso en este lío - apartó  su humeante puro y bebió de su Borbón caro, castañeo pensante antes de peinar el pelo- creo que sigue en su oficina será mejor que lo acepté sino quiere perder su hogar de acogida- se rió como sólo un orgulloso avaro sabía hacerlo.

- o míralo  el lado bueno enviemoslo en su postal si duerme allí no le hará daño a nadie - comentó socarrón el asistente que era de pocos escrúpulos  como su acompañante.

- bien pensado - le sirvió  una copa a a quien creía  ser su amigo, pero la cruda realidad era que el alcalde Randall no admitía ni como aliado a su propia sombra- bebe Albert por los hombres de provecho y ...- se rió como la mejor descarada broma - por la victoria.

Tras las puertas de la gran celebración  Charlotte mauris Cooper Cerraba con cerrojo su oficina percatandose del ruido en la oficina de su  jefe y salió casi a hurtadillas para no ser detectaba hoy no tenía ganas de nada, la dolia un lado de la  cabeza y se sentia extrañamente acorralada en su propio cuerpo y fue tal pesadez lo que la animó a conducir hasta su casa respaldada por una prometedora noche de finde tranquila y el recobró  de sus energias.

Evitó pensar en  los reportajes que redactaria la odiosa Stone sobre ella y las imágenes que rularan incluso por todo el condado de Orleans.  En veinte minutos aparco con sutileza tras el camión del repartidor de correo quien se estaba alejando  de su postal y volvía a su vehículo para continuar su ruta.

Seguramente los de Hacienda la enviaban cordiales saludos. Ya les escribiría luego de una buena ducha pensó sarcástica mientras hacía la vista gorda y entraba en casa.

Su hogar, lugar donde siempre estaría a salvo. Conectó la alarma  y se sirvió de una Jarra un vaso de agua   que bebió  hasta la mitad justo antes de quitarse los tacones y subir las escaleras hasta su dormitorio.

Necesitaba una intensa terapia para quitarse todo el estress. Sin embargo sólo logró dormirse por un par de horas cuando en la madrugada los ladridos de Hercan el fiel compañero de Leila comenzó a ladrar sacando la de sus sueños más profundos y trayendola bruscamente  a la realidad. Hercan no era agresivo; se preguntó   que podía hacerlo   ladrar  de una manera casi bestial.

Se colocó una bata encima bajo la luz tenue de la lamparilla de noche que dibujaba figuritas alrededor de todo a su paso, pequeños pero insistentes arañazos provenientes del otro lado de la puerta   la sobresaltaron,  su corazón dio un vuelco. Un maullido se escuchó antes de que ella pudiera sacar otras conclusiones y fue a abrir la puerta tras reconocer a Leila su anfitriona más querida incluso antes de su dueña. La cargó en brazos  mientras la hablaba y caminaba hacía la planta baja.  La felina siempre se decidia entre planeadas e imprevistas estancias aunque ahora también  estaba Hercan  el labrador de Harry que ahora era un vecino más desde que su dueño se casó con Cindy.

Los feroces ladridos seguían emitiéndose de una manera más feroz desde la mitad de las escaleras; su  respiración  volvió a  acelerarse como lo hizo cuando daba el discurso hoy.  Colocó  a Leila en el suelo y con suma cautela temiendo ser percibida se paró  frente a  la puerta donde resultaba ser el epicentro de los feroces ladridos del canino quien soltó de pronto un gurrutal sonido de advertencia al otro lado de la puerta. La valentía no duraba nada en esconderse cuando de ella se trataba y eso era porque era una persona miedosa; Y el miedo que se apoderó de ella cuando a pasos indecisos se posicionó  frente a la puerta no fue un sentimiento novedoso. De un momento a otro  Hercan atacó con tremenda rabíeta  a lo desconocido haciendo que ella  se tambalera hacia atras del susto.

La felina ya estaba en el punto más alto y alejado  de la puerta principal observando con atención a su anfitriona.

-¿ Her...can?- sóno más trémula de lo que le hubiera gustado pero derepente todo se acallo y volvió  a intentarlo - ¿Her...Hercan?.

Hoyo el gimoteo del labrador reconociendola y segundos  despues este paso en la puertita que tenían acceso él  y Leila.

Gimoteo moviendo su cola y meciendose en ella quien lo acaricio aliviada a pesar del previo miedo acuclillada a su altura.

- ¿que hacéis despiertos? - preguntó a sus autoinvitados mientras acariciaba con una sonrisa creciente, se levantó.
-Ven, vamos a dormir.

Leila bajo de la mesa del comedor y la siguió pero Hercan gruño hacía la puerta una última vez como si estuviera dando una advertencia y luego se las unió escaleras  arriba  al trote.

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