capítulo ocho

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Ese mismo sábado en la mañana, no tenía ganas de levantarme y encontrarme con el compañero de departamento que creía que no era atractiva. Con ese idiota que, cuando podía, me trataba como un "hombre más." Pero el recibir una llamada de mi mamá, me obligó a salir de mi habitación y verle la cara.

—¡Hija! Te extraño tanto, ¿Cómo está Taehyung?

¿En serio, ésa iba a ser la primera pregunta?

—Bien, estamos bien —contesté adormilada aún—. ¿Quieres hablar con él?

—¡Si, si, si! Me encantaría.

Salí de mi habitación y le pasé el teléfono a Taehyung, que estaba preparando su desayuno.

—Es mi mamá.

Su cara se iluminó y recibió el teléfono.

—¡Tía HyoWon! ¿Cómo ha estado?... Ah... yo también... —se encerró en su habitación para hablar más tranquilo, CON MÍ TELÉFONO.

Cuando salió por fin y fui a buscar mi teléfono, él me miró más serio de lo usual. Me dio lentamente el teléfono y yo lo observé extrañada.

—¿Qué?

—¿Ah? No, nada —desvió la mirada y comenzó a jugar con sus manos.

¿Quién se cree eso?

—¿Mi madre cortó? ¿No quería hablar conmigo?

—Ah... no lo sé.

Me quejé y me encogí de hombros. Después de todo, parecía que mi madre no quería hablar conmigo.

—Tengo que decirte algo, Lena —di media vuelta esperando que hablara—. Tu madre me dijo que yo te lo anunciara.

—¿Por qué tú? ¿Y por qué tanto suspenso?

—Es que...

Comenzó a tartamudear y a decir sílabas sueltas.

—Ya habla, me pones nerviosa —dije exasperda.

—Tu familia no podrá seguir pagando el alquiler ni la matrícula de la Universidad.

—¿¡Qué!? Apenas ha pasado una semana, ¿y ya no pueden seguir costeándolo? Oh Dios, esto es grave. Bueno —me dije caminando de un lado a otro—, tendré que salir a buscar trabajo y dividir el tiempo de estudio con-

—Cálmate.

Ni siquiera lo estaba escuchando. En mi cabeza trataba de hallar una solución que no interfiriera con mi estudio. Estudiar en la mañana, encontrar un trabajo de medio tiempo que fuera en la tarde y en lo que quede de la noche estudiar para los exámenes y demás.

—Lena, ¡Cálmate! —lo miré por su tono imperativo y suspiró—. Siéntate.

Le hice caso y nos sentamos en el sofá. Yo miraba el suelo, bastante preocupada.

—Ya hemos acordado con tu familia algo.

—¿Cuándo vuelvo a Inglaterra?

—No te precipites. Entre mis padres y yo pagaremos todo.

—¿Qué? —fruncí el ceño, esperando que fuera una de sus bromas pesadas.

¿Desde cuando era un buen samaritano?

—Mira, si mi mamá te lo ha pedido no puedo aceptarlo —expliqué con cara de desagrado—. Sabes, hay algo que se llama integridad.

—No, no. Yo me ofrecí para hacerlo.

Lo miré desconfiada. No había tal confianza, no nos conocíamos casi nada y nos llevábamos en extremo mal, sumado a que ni siquiera nos hablábamos, ¿y me iba a creer que eso era pura buena voluntad?

—¿Y de dónde vas a sacar el dinero?

—Tengo una muy buena beca.

Asentí pensativa. Nunca había oído nada de una beca.

—Pero, deberás trabajar para ganarte ese dinero.

—No seré tu esclava —dije cortante y él se rió.

—No, y jamás te pediría eso. Va a haber un cambio de reglas. A partir de este momento las pondré yo.

—A ver, qué tienes en mente —contesté desganada, cruzándome de brazos.

—Lavarás los platos de lunes a viernes y yo los fines de semana. Vamos a hacer turnos para cocinar y la comida que hagamos será para ambos. Tú cuatro veces a la semana y yo tres.

—¿Esa es una manera de pagar? A mí me parece lo justo cuando se trata de convivir... —me miró confundido y entendí que para él todo eso era un castigo real—. De acuerdo, lo haré. Haré un sacrificio—mentí.

No iba a ser para nada difícil seguir esas "reglas".

—Y gracias.

—Espera, hay otras reglas.

La última que dijo, era la más rara y más asquerosa.
La regla era que, cada vez que él me avisara que traía una chica a casa, yo no podía estar en el departamento bajo ninguna circunstancia.

Al principio lo miré incrédula, pero cuando su rostro no cambiaba de su estado natural (seriedad pura), accedí rápidamente. Cualquier cosa con tal de no encontrarme una escena pornográfica en mí propio departamento.
Además del asco que iba a sentir, no iba a poder mirarlo a los ojos nuevamente.

Así que, así empezó nuestra vida con esas reglas.

Era bastante más práctico hacer todo lo que Taehyung había organizado. Mientras yo cocinaba o lavaba, él iba a comprar la comida o lavaba el baño. Realmente no podía quejarme de esas reglas que había impuesto, y me parecía gracioso que para él eso fuera un sacrificio.

Bueno, lo único que sí era un verdadero martirio era que, cada vez que él me avisaba que una chica iba a verlo, yo me tenía que quedar en una plaza tratando de hacer tiempo.

—Hay una nueva regla.

—En serio, ¿cuántas reglas habrá?

—A medida que vaya pasando el tiempo, yo te iré diciendo.

Bufé y rodé los ojos, ¿por qué demonios debía seguir tantas tonteras?

—A ver, ¿cuál es la nueva?

—Tienes prohibido saludarme en la Universidad si alguna vez me ves. Tengo una reputación que cuidar.

—¿A quién le importa tu reputación? Eso debe ser producto de tu imaginación.

—Promételo —exigió en su tono de voz habitual. Ése malhumorado que me sacaba de quicio.

—Ya, me voy. Adiós —dije antes de irme a la plaza, porque Taehyung tenía una cita.

No iba a prometerle tal estupidez. Tampoco es que quería a saludarlo cada vez que lo viera, porque claramente ya no me importaba llevarme bien con él, pero prometerle algo que nunca iba a hacer, era ridículo.

Introvert ShieldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora