Capítulo 3: Resistir.

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Cuando el pobre muchacho pudo tranquilizarse, Nix lo cubrió con una manta para mantenerlo caliente

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Cuando el pobre muchacho pudo tranquilizarse, Nix lo cubrió con una manta para mantenerlo caliente. La familia, la cual se había quedado en silencio tras la confesión, observaba la escena con un sentimiento de nerviosismo.

Siempre habían tratado de mantenerse lejos de cualquier tipo de problema, no obstante, entregar a Robert no era una opción factible para ellos. No se consideraban crueles, además, la política de Optilium les resultaba extremadamente inhumana.

La inquietud de Jonan explotó en el momento que volvieron a bajar a la parte inferior del hogar. Visiblemente tembloroso, el hombre tomó una botella de alcohol y se derrumbó en su silla. Nix lo analizó desde lejos con la incertidumbre golpeando su estómago.

—¿Qué vamos a hacer papá?—Tom habló por primera vez, su rostro se encontraba más pálido de lo normal y la sangre del joven se escurría por su camisa.

—No vamos a decir nada.—Murmuró el nombrado mientras se llenaba el vaso de bebida. Se quedó callado unos segundos, tomando un buen trago de esta. Su ceño fruncido hizo que Nix recordase al pintor, la incomodidad la atacó.

—Pero... Está en contra de Optilium.—Masculló la nueva integrante, las miradas de los Lakes se clavaron en ella. El disgusto en sus pupilas creó una extraña inseguridad en la adolescente.

—Hermana, prométeme que no dirás nada—Bella se acercó a Nix suplicante y tomó su mano. Hicieron un pequeño pero íntimo contacto visual.—, por favor.

La adolescente dudó durante unos segundos. Su nueva familia parecía tan asustada que tuvo miedo de perder a las únicas personas que le habían dado una última oportunidad. Apretó los labios con fuerza y suspiró.

—Te lo prometo.

Bella le regaló una aliviada sonrisa.

Nadie durmió aquella extraña noche y las preocupaciones se queron impregnadas en las tejas nevadas del hogar.

Tumbada boca abajo en la cama, Nix se abrazó a la almohada, deseando en silencio volver a la época en la que realmente había sido feliz. Lo que más le dolía era que apenas recordaba aquellos momentos, el rostro de su difunta madre se volvía, poco a poco, en una mancha oscura. Tan solo le quedaba una pequeña imagen de ella, pero no era suficiente.

El dolor en su tórax fue aumentando conforme las horas transcurrían, silenciosas y pesadas. Quería llorar. Antes de que sus ojos se llenaran de lágrimas, un pequeño peso se hundió en el colchón. Bella se acomodó a su lado y, sin la necesidad de hablar, le limpió los ojos con las yemas de sus dedos. Se le empequeñeció el corazón, emocionada por el acto.

No le molestó que la abrazase, ni que le acariciase el ondulado cabello. Había algo en la rubia que le provocaba aquella paz que anhelaba, una gentil protección que se mezclaba con una gran dulzura.

Le confesó todo.

Abrió su corazón, admitiendo que había estado muy asustada todos esos años. Bella la escuchó sin interrumpirla, estremeciéndose con sus declaraciones, y dándole aquel apoyo que necesitaba.

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