Capítulo 8: Competir.

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Nix era una gran atleta, desde pequeña le había gustado correr por las mañanas para despejar sus pensamientos y, ante la mirada sorprendida de Jonan y Tom, comenzó a  sentarse en el salón junto a la familia para poder admirar las famosas carreras ...

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Nix era una gran atleta, desde pequeña le había gustado correr por las mañanas para despejar sus pensamientos y, ante la mirada sorprendida de Jonan y Tom, comenzó a  sentarse en el salón junto a la familia para poder admirar las famosas carreras que organizaba Optilium. Su pasión por el deporte no pasó desapercibida por el mayor de los hermanos, asombrado por la cantidad de información que la joven sabía sobre los deportistas, y con el transcurso de los días comenzó a acercarse a ella con la intención de entablar pequeñas conversaciones sobre las competiciones.

Ambos hermanos pasaron de no dirigirse la palabra a correr juntos cuando amanecía, dispuestos a retarse para saber quien de los dos era más rápido. Jonan solía echarles una mirada divertida antes de irse al trabajo, contento por como Nix se integraba lentamente en su familia.

Cuando la calidez de marzo llegó a la aldea, Tom decidió llevarla al gremio. El mayor de los Lakes la había despertado en medio de la noche con una tranquila sonrisa y su ropa de deporte en la mano, dejándola más confundida de lo que en ese momento se encontraba, siguiendolo por las calles de la aldea. Era demasiado temprano, no obstante, el toque de queda ya se había levantado y los trabajadores más castigados se subían a los camiones que los trasportaban a sus oficios.

El viento fresco de la mañana golpeó el rostro blanquecino de la muchacha, quien había dejado atrás sus vestidos con el escudo de Optilium y se mantenía abrigada con la ropa de deporte de su hermano. Rezó por que ningún guardia se percatase de su aspecto, aún se sentía demasiado afectada por lo que había pasado en el lago y romper el codigo de vestimenta era un buen motivo para una denuncia.

—¿Qué es el gremio?—Cuestionó Nix mientras volvía a enrollar la cintura de sus pantalones cortos para que no se deslizasen al suelo. Tom puso un dedo por sus propios labios, pidiéndole que bajase la voz.

—Los jovenes de Winterseint no tendemos a ser muy adinerados, como ya te habrás dado cuenta— explicó con una pizca de burla en su voz— , pero nos gusta competir tanto como todos los deportistas ricos que ves en la televisión y para eso necesitamos entrenadores.

Nix levantó una ceja cuando llegaron a una gran finca en las afueras, los pinos se amontonaban en la entrada impidiendo la visión del interior. Tom tocó al timbre, tapando la cámara de la entrada con su identificación, y al instante las puertas metálicas se abrieron. Pasaron, no sin antes asegurarse de si alguien los estaba vigilando, y caminaron por los lisos caminos de tierra del jardín hasta llegar a un pequeño garaje repleto de esbeltos jovenes . La menor detuvo a su hermano antes de que se introdujese allí, nerviosa.

—Te tratarán bien, Nix. Los conozco de toda la vida. —Le aseguró al fijarse en su rostro asustado. Le dio un pequeño empujón para que entrase de una vez.

La vergüenza inundó a Nix en cuanto se adentraron en el lugar y las miradas masculinas se clavaron en ella como si fuera una amenaza. Tom colocó un brazo sobre sus hombros, en un símbolo de protección, y les sonrió a sus amigos.

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