Es cierto que, al principio del evento, Nix se mantuvo reacia a cualquier muestra de afecto por parte del pintor y, pensando constantemente en marcharse de allí, hubo algo en su interior que le impidió escapar del peligro que la mantenía presa. Pudo ser el shock, o, tal vez, el sentimiento de tristeza que la invadió cuando observó el cuadro estrella de la exposición. La pintura, oscura y triste, representaba su profunda soledad sin tapujos. El cuadro estaba claramente inspirado para ella, la quemadura de su brazo se encontraba presente en la niña que sonreía tristemente en el lienzo y los ojos claros tenían ese brillo intranquilo que la caracterizaba.
Layton había estado pensando en ella y consiguió endulzar la resistencia que Nix implantó desde que entró en la mansión, confusa por la gravedad de sus traumas.
Hizo una mueca de disgusto cuando Layton colocó una mano sobre su hombro desnudo, no obstante, no se atrevió a girarse para verlo. El hombre posó sus labios sobre el marcado omoplato de la tensa joven y se incorporó para abandonar la cama. La suave luz de la mañana iluminó el dormitorio, Nix no se dió cuenta de que había amanecido hasta aquél momento y comenzó a percatarse poco a poco de lo sucedido. Se tapó mejor con las sábanas y escuchó como su abusador se vestía, triunfante.
—Tengo una reunión— le informó mientras pasaba las sucias manos sobre su propio cabello negro, la sonrisa que decoraba su rostro parecía ignorar a la destrozada joven que se abrazaba a si misma, llorando en silencio por el repentino dolor de sus músculos. —. Espero verte cuando vuelva...
Sus palabras se alejaron conforme cerró la puerta. La habitación se vacío por completo y Nix se quedó sola en medio de un tornado de emociones, pero sobretodo de una culpabilidad que se clavaba cuando trataba de llenar los pulmones de oxígeno. Se vistió rápidamente e intentó abrocharse los botones, casi jadeando.
Tomó sus cosas y, antes de salir, una familiar cabellera rubia se adentró en el dormitorio. Se miraron en medio de una tensa confusión. Teddy, al contrario que Nix, tenía una expresión tranquila, como sí encontrar a una muchacha joven allí fuera su día a día, y portaba un traje de chaqueta adornada con una placa con su nombre grabado. El joven pareció molestarse en cuanto la reconoció y dejó la bandeja con el desayuno que traía entre sus manos sobre una mesita. No volvió a posar los ojos sobre ella, tratandola con una desagradable frialdad.
—Marchate de aquí.— Ordenó mientras limpiaba la habitación. Nix, aún demasiado abrumada, se estremeció al escucharlo y caminó con rapidez hacia la puerta. La mano del mayor se posó en su antebrazo, deteniendola. La joven giró el húmedo rostro hacia él junto a una profunda vulnerabilidad que lo enfureció aún más. — ¿Lo haces por dinero?—Cuestionó y rebuscó en su bolsillo. Una vez encontró lo que quería, introdujo una gran cantidad de billetes en la chaqueta de Nix. — No me lo devuelvas, sólo no vuelvas a venir. ¿Me escuchas?
La adolescente apretó los labios con fuerza, sabía que Teddy no conocía nada de su pasado, sin embargo, lo que decía provocó que todo lo que había ocurrido fuera más horrible aún. Tomó el dinero y, furiosa por culpa de su herido orgullo, lo tiró directo a su rostro.
—No tienes idea de nada.—Masculló y se escapó de su agarre. Se marchó lo más rápido que sus débiles piernas pudieron.
No pudo intuir cuanto tiempo estuvo corriendo, sólo era capaz de recordar una y otra vez los sucesos de aquella noche con culpabilidad. ¿Por qué no había dicho un simple no? ¿Qué había pensando para ir allí?
En medio del bosque, notó como sus esqueleticas piernas flaquearon y cayó de rodillas bajo un roble.
No estaba bien.
Winterseint estaba repleto de historias dolorosas y la de Teddy no se quedaba atrás. El joven de ojos rasgados había nacido a las afueras de la aldea, en un viejo y destartalado prostibulo. Su madre, Amalia Goldberg, había huido de los maltratos de sus padres con sólo catorce años, por lo que, joven e inocente, creyó en las dulces mentiras de una mujer repleta de arrugas. Dejó las congeladas calles en busca de un calor donde sentirse protegida, en cambio, se topó de bruces con la frialdad de los hombres que iban a visitarla.
Se quedó embarazada varias veces y se consideró incapaz de utilizar el consejo de su madame, aterrorizada por los peligros de abortar clandestinamente. Teddy no era el primer hijo, no obstante, Kassiel, que había nacido un año antes que él y se coronaba como el mayor de los hermanos, abandonó a la numerosa familia para luchar contra la dictadura.
La responsabilidad económica cayó sobre los hombros del rubio, agobiandolo desde
una edad muy temprana. Sus tres consanguineas tenían que comer y no estaba dispuesto a que ninguna de ellas siguiera el camino de su madre.Sus fracasados años escolares estuvieron protagonizados por los insultos de sus compañeros, incapaces de sentir empatía hacia su situación, y con desprecios lo abligaron a abandonar antes de graduarse.
Comenzó a correr para disolver el estrés que se adhería a sus jovenes músculos, sentir el viento en su cara le daba un placer indescriptible y entonces, en mitad de su primer trabajo como obrero, conoció a Kai. El hombre lo cuidó como si de un hijo se tratase y en él consiguió ver la figura paterna que tanto había añorado. El entrenador tenía un corazón tan bondadoso que, sin que Teddy tuviera que pedírselo, lo ayudó a llegar a fin de mes cuando la situación se volvía insostenible.
La vida le sonrió en el momento que Layton le dió una oportunidad de oro al cumplir la mayoría de edad, contratandolo como ayudante en su mansión. No era el mejor trabajo del mundo, pero le pagaba lo suficiente para que toda su familia pudiera tener un plato en la mesa. Naya, Keithlyn y Mia no vivían en la miseria gracias al pintor por lo que debía aguantar y esforzarse para contentarlo.
Al principio, el famoso hombre le había dado una agradable impresión, era tan inteligente que solía quedarse fascinado por sus ideas y talento. Con el paso de los meses, toda aquella buena imagen que tenía de él se quebró. Teddy siempre había odiado a aquellos hombres que visitaban el prostíbulo, furioso por ver a las jovenes prostitutas sufrir con sus sucias e hipócritas acciones, y Layton no era diferente a ellos.
Cada semana conseguía a una chica nueva, mayoritariamente adolescentes pobres y vulnerables, y les hacía daño. No de una forma agresiva, sino, comprando su orgullo y cuerpo. El corazón de Teddy se rompía al verlas a la mañana siguiente, con los ojos perdidos y devorando desesperadamente el desayuno que les traía.
Sentía la necesidad de tratarlas dulcemente.
A todas.
Menos a Nix Leblanc.
La hermana de Tom había entrado a su vida en el momento que pisó el gremio, tan delgada y pequeña como un alfiler. Nix escondía una dulce personalidad bajo su máscara inexpresiva, los primeros días no se había percatado de esta, pero empezó a notarlo cuando lo ayudó a ganar sin importarle la competitividad que existía entre ambos. La sonrisa que le regaló en ese momento, bonita y acompañada de unos marcados hoyuelos, se grabó en su corazón.
No estaba acostumbrado a otras chicas que no fueran sus hermanas, pero se sintió seguro en afirmar que Nix era completamente diferente a todas ellas. Tal vez podían ser sus ojos claros y tristes, o, la pasión que empleaba cuando corría a su lado, pero comenzaba a sentirse atraído por ella.
Por eso verla allí de pie en la habitación de Layton, con su cabello revuelto y el sostén sobresaliendo de su mal abotonado vestido, le hizo trizas el corazón.
¿Por qué? ¿Por qué aquella sociedad tenía que ser tan sumamente horrible?
Le costó dormir después de ello. Cada vez que cerraba los ojos, la imaginaba en el dormitorio, temblando como un cachorro asustado y aguantando. Y lo que más le dolía era no poder protegerla.
No hicieron contacto visual los días posteriores, como si no existieran en sus respectivas vidas. Teddy sabía que Nix se sentía profundamente avergonzada al estar a su lado, pero en vez de tratar entablar una conversación seria con ella, se quedaban en un tenso silencio.
Trabajar para Layton se volvió desagradable gradualmente. Analizaba, a lo lejos, el rostro sonriente del pintor y soportaba las ganas de lanzarse contra él, no obstante, experimentaba una fuerte sensación de debilidad. ¿Qué haría si perdía el trabajo? No sería capaz de lograr el mismo dinero, ni siquiera tenía estudios.
La impotencia invadió su corazón.
Deseó ser más valiente.
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Liberty
Ficção CientíficaLa guerra nunca es fácil y Nix, rodeada de sangre, lágrimas y bombas, luchaba por ocultar un gran secreto.