Industrial Kisses ┊ TeruYama

O1

La vida de una persona homosexual en estas épocas es muy difícil, sobre todo cuando no tienes el apoyo que necesitas de tus familiares y amistades. Lamentablemente Yamaguchi fue una de esas víctimas de la discriminación por enamorarse de una persona de su mismo sexo y atentó contra su vida aunque afortunadamente —según se mire—, la vida le dió una segunda oportunidad.

Estaba en ese momento en clases, con todas esas personas con las que sufrió y con aquel amor platónico. Un chico muy alto para su edad, con su cabello rubio algo rizado con problemas de vista. No supo en qué momento cayó enamorado. Obviamente este no le iba a corresponder, a él no le gustaban los hombres y si fuera así, no aceptaría tener una relación con él en esos momentos.

—¡Yamaguchi Tadashi, ¿está presente?! —nuevamente sumido en sus pensamientos.

—¡Sí, maestro! —exclamó con la voz temblorosa.

Todos los maestros y maestras sabían de la situación de Yamaguchi, solo que algunos no les interesaba ser un poco más considerados. Yamaguchi ya no tenía ganas de nada realmente, es decir, si pasaba un camión frente a él, no iba intentar esquivarlo. Por esto, sus padres decidieron contratar un psicólogo para ayudar.

La salud mental de su hijo estaba en riesgo y necesitaban ayuda profesional.

Justamente esa tarde ambos padres se tomaron el día libre de trabajo para llevarlo a su primera sesión, la cual era un día viernes. Por ser la primera, iba a ser ese día, pero en el fondo serían todos los sábados en la mañana.

La única persona que siempre estuvo para Yamaguchi en las buenas y en las malas fue Yachi Hitoka, una chica realmente tierna y de corazón puro. Esta se asomaba por la puerta para buscar a su amigo a la hora del receso. Siempre se juntaban.

Los amigos y amigas de Yachi comenzaron a cuestionar su sexualidad. La sociedad no estaba lista para ver a una persona homosexual y una persona heterosexual juntas sin pensar que la persona hetero iba a volverse homo.

—¿Cómo estuvo tu clase? —preguntó mientras daba una mascada a su manzana roja llena de cera para que brillase.

—Bien, no hay mucho que decir. Casi me dejan ausente otra vez —respondió metiendo sus manos en sus bolsillos, para luego sentarse en la sombra de un árbol.

—Ah, ¿el profesor Amida? Realmente me desagrada.

—Sí, el mismo.

Ambos se quedaron en silencio, escuchando la brisa del viento y la gente hablando.

—Hoy voy a ir a mi primera sesión con mi psicóloga —aunque no lo pareciera, a Yachi le alegraba mucho eso.

—¿Sí? Eso es muy bueno, ¿tienes ganas de ir?

—La verdad es que me da igual. Nunca he creído que los psicólogos ayuden realmente.

Se estaba mal visto que las personas acudieran al psicólogo, eso era de gente "loca". En realidad, muchas personas no podían acudir a un psicólogo ya que la mayoría era privados; realmente la salud mental era un privilegio que no todos podían permitirse.

—Va a ayudarte mucho, Yamaguchi.

—¿De verdad lo crees? —preguntó rascando su nuca, mirándole de manera inexpresiva.

—¡Sip! ¡En serio! —dijo, dandole una mascada a su manzana—. Realmente quiero ver al Yamaguchi de antes.

El pecoso soltó un suspiro cansado. Si Yachi hubiera leído esa carta mucho después, probablemente estaríamos contando otra historia totalmente diferente.

Porque sí, Yamaguchi no iba a morir sin decir nada. Le escribió una carta a Tsukishima, Yachi y sus padres. Cada una decía cosas distintas, a Tsukishima le confesó su amor, a Yachi le agradeció su amistad y a sus padres les pidió perdón. Por lo que Yamaguchi recuerda, Tsukishima nunca se interesó en él cuando la envió, ni siquiera sabe si realmente la leyó. Yachi en cambio, cuando la leyó fue inmediatamente a la casa de Yamaguchi, encontrándose con su amigo intoxicado por pastillas.

La campana indicaba el término del receso, todos debían ir a sus últimas clases.

—¿Vas a ir a la práctica de hoy? —preguntó Yachi con curiosidad.

—No, ya no pienso seguir jugando voleibol —respondió, pasando su cabello por detrás de su oreja—. No creo que al Karasuno le importe, además soy el último. Nadie va a notarlo.

«Yo sí, y te extraño mucho» pensó Yachi.