Capítulo 43: ¿No eres mi mamá?

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Julio

La sacudí levemente para que reaccionara. Pero ella parecía no estar aquí. Su mirada fija en un punto vacío. Las lágrimas recorrían sus mejillas en silencio. Volví a intentarlo, mientras los sonidos que provenían de la habitación de Mariano llegaban a mis oídos. Erica había entrado disparada y había cerrado la puerta. El pequeño Peter estaba sentado a una de las sillas con las manos juntas sobre su regazo... esperando escuchar algo que lo calmara.

En ese momento quise hacerlo. Pero Isabela seguía sin hablar.

-¡Isabela, reacciona por favor! -le grité. Su cabeza giró lentamente hasta que su mirada encontró la mía. Vi la desesperación en aquellos ojos marrones.

-Lo voy a perder -murmuró.

Solo pude acercarla a mí y abrazarla con fuerza contra mi pecho. Ojala yo tuviera el poder de hacer que las cosas malas se fueran. Ella sollozó. Cerré los ojos. Odio escucharla llorar. Me parte el alma. Luego de cuantos segundos ella se alejó de mí y se acercó al pequeño. Peter la miró a los ojos. El miedo dominaba la mirada de ese niño.

-¿Mi papá se va a ir? -preguntó con la voz temblorosa.

-No lo sé, pequeño -le dijo ella y se acercó a abrazarlo. Peter escondió el rostro cerca de su pecho y se quedó allí.

Y de repente la puerta se abrió. Ella salió. Isabela se puso rápidamente de pie y se acercó a ella. Erica tenía cara de poker. Y no podía leerle las emociones. Miró a Isabela y luego a su hijo. Soltó un suspiro.

-Lo sacaron... esta estable -dijo.

Isabela se derrumbó como la fila de un dominó. Me acerqué a ella rápidamente y la tomé en brazos. Me senté en una de las butacas con ella en mi regazo. Mi boca acarició su sien.

-Te dije que no lo ibas a perder -le dije cerca del oído.

-Aaay, Julio, tuve tanto miedo -se agarró con fuerza de mí.

-Lo sé, bonita. Lo sé...

Luego de estar allí por una hora más, el médico de Mariano nos explico que él está en una etapa en la que su cuerpo no responde a las órdenes de su cerebro. Como por ejemplo a despertar. Él puede escuchar todo lo que pasa a su alrededor y apretar cosas con su mano. Lo que significa que hay una mejoría. O a lo mejor no... y puede quedarse entre despierto y dormido por el resto de su vida.

Salimos del cuartel. El tiempo había cambiado y estaba bastante fresco. Me quité el abrigo y la envolví con ello. Me miró de manera tierna y se acercó un poco más a mí, compartiendo su calor. Llegamos al auto.

-¿Vas a venir conmigo al departamento? -me preguntó.

-Voy a llevarte hasta allí, si. Subiré para ver a nuestro hijo. Pero no voy a quedarme... tengo que hacer un par de cosas.

-¿Qué cosas? -preguntó al instante.

-Tengo un pequeño problema que quiero solucionar.

Su nombre vino a mi mente como si nada. Janis.

-Julio -me hizo mirarla -No quiero mentiras entre nosotros. Ya no más.

-Te juro que no es nada malo -le dije. En realidad no quería preocuparla más. Se veía tan agobiada -Cuando eso esté solucionado... tú y yo podremos estar tranquilos para el resto de nuestras vidas. Tener más hijos, casarnos...

-¿Qué? -preguntó sin poder creerlo.

-Si -sonreí -Quiero que nos casemos.

-Yo... ¿no crees que es poco romántico que me lo pidas así? -inquirió.

Nothing in my way II - IsulioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora