Extra

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Aquel niño de 6 años salió corriendo de su habitación, dejando en su cama olvidada la lista que estaba haciendo. Su emoción era muy grande, su padre había llegado del trabajo y le había traído una nueva pelota.

—Jimin ¿te gusta, pequeño?— Su papá le sonrió con ternura, se agachó a la altura de su hijo. En sus manos estaba una gran pelota roja.

El niño de mejillas regordetas y ojos pequeños sonrió en grande, tomó la pelota en sus manos y se fue corriendo.

—¡Me gusta mucho, papá! Voy al patio a jugar— gritó mientras corría al patio delantero de su casa.

Al llegar afuera no perdió tiempo, lanzó la pelota al aire para jugar con ella. Se divertía tanto al verla subir y luego caer nuevamente en sus pequeñas manos.

Su vista se clavó en la calle de adelante, un gran carro estaba estacionado, iba lleno de cajas de cartón que se veían pesadas.

También había un grupo de hombres con uniforme que estaban llevando las cajas hacia la casa al lado de la suya.

<Alguien se está mudando… tendré un vecino>

Pensó con entusiasmo. En su mente se imaginó que esa familia tenía un niño de su edad, se visualizo a si mismo y aquel niño  jugando juntos. Podría tener un nuevo amigo.

Se propuso ir a a saludar junto con su mamá a esa nueva familia. Pero sería después, ahorita parecían estar ocupados y él quería seguir jugando con su pelota.

La puso en el suelo y la pateó, jugando con si mismo al fútbol. El niño se divertía, solo él y su pelota. Hasta que la pelota ya no estaba.

La había pateado con demasiada fuerza, la pelota salió volando y Jimin no pudo hacer nada para evitar que entrara en la ventana abierta de sus nuevos vecinos.

—¿¡Que rayos?!— escuchó Jimin a otro niño gritar.

De la ventana de la casa se asomo un niño, casi de su edad, supuso el. Llevaba el pelo despeinado, los ojos apenas abiertos.
Seguramente estaba dormido y se había recién despertado.

O él lo había despertado con su pelota. Pelota que ahora estaba en las manos de ese niño pálido y delgado.

—¿Está cosa es tuya?— le preguntó con fastidio.

Jimin se sintió intimidado, había algo en su mirada que lo haría lucir rudo a pesar de ser un niño.  Solamente asintió ante su pregunta.

—Perdón… no quería molestarte— habló moderadamente. Quería hablar bajito, pero debido a que el otro chico estaba lejos no lo habría oído.

—Pues me molestaste — declaró con el seño fruncido—. Tú pelota atravesó mi ventana y aterrizó en mi cara. Y yo estaba dormido ¿Qué creías que hacías, niño estúpidamente tierno?

—No quería…

—Molestarme, ya se. Mira solamente ten tu cosa está y no vuelvas a hablarme ¿está bien?— Lanzó con fuerza la pelota, esta cayó al lado de su dueño, quien no dudo en tomarla y apresarla contra si mismo. Luego volvió a mirar a aquel niño.

—¿Por qué no te puedo volver a hablar?— preguntó con curiosidad, ganándose una mala mirada del parte del pálido.

—Por que te odio.

Y eso fue todo lo que le dijo. Su ilusión de ser amigo del vecino estaba muerta.












Esto, es tan cliché (Y.M)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora