Capítulo 12

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Félix salió disparado como bala en la dirección que Ailey se había ido. Megan supo que era cuestión de tiempo para que hiciera aquello. El vampiro jamás perdía tiempo si se trataba de la seguridad del hada.

Si algo había aprendido Megan de esos dos, era que por mucho que ambos lucharan por estar separados, una fuerza mayor los unía. Sabía que las cosas entre ellos dos no estaban del todo bien. La tensión cuando ambos estaban juntos podía cortarse con un par de tijeras, y sin embargo, allí estaban; con Félix corriendo como idiota cada vez que Ailey estaba en apuros, y ella mirándolo con dulzura pero intentando disimularlo.

-Félix- Dijo Megan en vano- Idiota- Murmuró para sí misma antes de dar un suspiro y pasar la mano por su cabello totalmente frustrada.

-Supongo que no podemos culparlo- Dijo Ameth mirando a Megan- Está enamorado-

-Lo único que está haciendo es actuar como un estúpido- Dijo Megan.

-El amor pone a los seres estúpidos- Dijo Ameth mirando la palma de su mano.

Megan retrocedió un paso y se alejó de Ameth. La rubia no le daba buena espina. No sabía muy bien cuáles eran sus poderes. Pero sabía que tenía algo que ver con la mente. Hace tan solo un momento, había llevado al borde del colapso a esa mujer con solamente tocarle la frente ¿Qué le había hecho? ¿Le había mostrado su peor pesadilla, o algún recuerdo feo?

Megan no le tenía miedo a Ameth, pero si la ponía incomoda. Podría decirse que le tenía respeto y desconfianza. Alguien que puede controlar la mente de otra persona o ver sus pensamientos es poderoso. La mente es el lugar donde nuestras debilidades están expuestas, y eso en manos equivocadas solo puede ser utilizado en nuestra contra.

-¿No lo crees?- Preguntó Ameth dando un paso con cautela hacia Megan. La demonio pensó que sus movimientos eran similares a los de un gato, se mueve con elegancia y sigilo para cazar al ratón.

Era increíble que Megan estuviese comparándose a sí misma con un insignificante ratón.

-¿Qué cosa?- Pregunto Megan aparentando indiferencia.

-Que el amor vuelve a los seres estúpidos. Tú deberías saberlo-

Megan vaciló ante su comentario, sintió la garganta seca y quiso decir algo, pero solo le salió un balbuceo, luego frunció el ceño.

Ameth pestañeaba con delicadeza y lentitud, como si todos sus movimientos fueran calculados antes de hacerlos. Su actitud no era burlista o sarcástica. Tenía un aire misterioso y de suspenso. No tenía prisa alguna, ella era inmortal según lo que había entendido. No tenía que correr la carrera contra el tiempo que todos llamamos vida, por supuesto que podía darse el lujo de hacer los movimientos de un perezoso.

-Que lindos ojos tienes- Dijo Ameth- Son de color verde como dos esmeraldas. Resaltan tus facciones haciéndote aún más bonita de lo que ya eres-

Megan se tensó. Ella lo sabía. Sabia de su historia: amor, ojos verdes. Sabía lo de su pasado y que era una demonio repudiada. Había descubierto su punto débil y ahora podía utilizarlo en su contra. Megan no se fiaba ni un pelo de Ameth, la chica parecía engatusare en su telaraña para que mordieras el anzuelo y cavaras tu propia tumba. Se notaba que era alguien impredecible y estratégica, probablemente nunca podrías ganarle una partida de ajedrez porque ella ya había predicho todos tus movimientos y te ganaría utilizando son un peón. La mirada de un demonio era frívola y te daba miedo, pero la mirada de Ameth era aún peor. Te causaba terror psicológico, no sabías cuando intentaba leer tu alma y pensamientos y cuando tenía la mirada perdida en ti.

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