4.- Pleasure of Serving

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La sinuosa carretera de doble circulación me pareció más larga y peligrosa que de costumbre. El trayecto que debía recorrer era al menos de una hora. Los padres de mi esposa vivían en una pequeña residencia campestre ubicada a setenta kilómetros de la ciudad. Cerca había un lago en el que algunos excursionistas solían pescar y remar en pequeños botes de fibra de vidrio.

Manejando hacia el lugar iba hablando en voz alta. Mi enojo principal no era contra mí, ni contra Seulgi, sino contra el destino

Conduje a la mayor velocidad posible. Tenía prisa por llegar, urgencia de hablar con Seulgi. Si nuestro vínculo matrimonial se deshacía, yo me quedaría con Jungkook. Ella tenía que saberlo antes de seguir, porque ya entrados en pleitos no me detendría ante nada, le quitaría al niño a costa de cualquier cosa, por la buena o por la mala; invertiría hasta el último centavo... Estaba decidido a devolver doblemente mal por mal, pero sobre todo estaba decidido a salvarme a mí mismo. Yo era un desdichado cuya existencia colgaba en un precipicio y mi hijo era la única raíz de la que iba a poder asirme para no caer.

Desaceleré al ver que la aguja del velocímetro oscilaba dentro de la zona roja de peligro.

Aún no cabía en mi entendimiento la magnitud del cisma que estaba viviendo. Es cierto que algunas veces vislumbré la posibilidad de abandonar a mi esposa, pero jamás, ni en mis pesadillas más repugnantes, imaginé el drama de ser abandonado por ella.

Llegué a la casa de mis suegros cerca de las siete de la noche. El automóvil de Seulgi no estaba. Me bajé del mío sin pensarlo dos veces y toqué el timbre

El lugar parecía más descuidado y viejo que otras veces.

Volví a tocar. Mi hijo Jungkook abrió la puerta. Durante unos segundos nos miramos como tratando de adivinar mutuamente los pensamientos del otro. Después bajó la cara con la inteligente timidez que le caracterizaba. Adiviné en su gesto indeciso cuán necesitado estaba de recuperar un poco de coherencia.

-Pasa, papá...

Quise abrazarlo, pero me limité a acariciar su negro cabello lacio en un gesto de compañerismo varonil.

¿Por qué...? -Articuló con su vocecilla diáfana.

Me encogí de hombros.

-Ni yo mismo lo sé... -susurré.

El chiquillo movió la cabeza y se quedó mirándome como si se sintiera responsable de lo que estaba pasando.

-Mamá está muy extraña -dijo después-. Por favor, ya no te pelees más con ella... ¿Cuándo volveremos todos a nuestra casa?

Un fantasma me apretaba la garganta.

-Te prometo que pronto...

En ese instante apareció mi suegro,

Con su habitual rostro seco de aspecto aristocrático, enfundado en la bata marrón de seda que solía usar desde que lo conocí. Me erguí para tenderle la mano.

-Necesito hablar con usted, señor.

Asintió sin responder a mi saludo ni hacer el más mínimo ademán de bienvenida. Caminó hacia la sala. Lo seguí. Al momento apareció su esposa quien, asombrada por mi presencia, se acercó con mucha cautela, como un animal temeroso de ser agredido y presto a atacar.

-Quiero, en primer lugar, pedirles una disculpa por la forma en que he tratado a su hija. He sido un patán.

Estábamos de pie, listos para sentarnos, pero sus gestos estáticos e inexpresivos no daban lugar al relajamiento.

Psychology || Seulgi [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora