Siempre que discutía con Seulgi ocurrían cosas muy desagradables. Busqué el rincón menos asqueroso y me puse en cuclillas tratando de descifrar el por qué.
Afuera se escuchaban ruidos sordos, pasos lejanos, risas majaderas. Me pregunté cuánto tiempo más estaría ahí; iba a cumplir 72 horas de encierro, pero no me afligí. Por lo pronto tenía mucho que leer y reflexionar. La libreta decía:
Cuando hay testigos de la disputa el ego crece, el orgullo se hincha, lo que se persigue no es la solución de un problema determinado sino demostrar ante los espectadores quién es más fuerte y dominante. La regla número uno para pelear es: SI EL PROBLEMA ES ENTRE TÚ Y YO LO ARREGLAMOS TÚ Y YO, Y QUEDA PROHIBIDO HACER PARTÍCIPES A OTROS O DISCUTIR EN PRESENCIA DE OTROS.
Detuve la lectura. Ese concepto era interesante, Por eso cuando llamé a Seulgi por teléfono estuvimos a punto de reconciliarnos, y en cambio en el hospital nos lastimamos a muerte
—¿Y tus padres? —pregunté.
—Ya se durmieron.
— ¿Así que estamos solos?
Su voz fue casi un susurro. —Sí... Era mi esposa, la mujer de la que me enamoré hace algunos años. La misma muchacha melancólica, sensible, tierna...
Al comprenderlo me sentí como un torpe que ha buscado la llave de cierta encrucijada teniéndola frente a su propia nariz.
Continué la lectura:
Estando a solas es mucho más fácil pedirse perdón mutuamente, sincerarse, verse a la cara y hablarse con el corazón. Dos personas que tuvieron la afinidad para unirse, pueden allanar cualquier diferencia si están en intimidad.
Muy cierto, el no haberlo estado complicó tanto la reciente pelea
—Se ha metido usted en serios problemas —dijo mi suegro—. Mucho me temo que va a tener la oportunidad de conocer la cárcel.
—Tal vez a mí me encierren, pero usted se pudrirá en el infierno.
El conflicto ya no era sólo entre mi esposa y yo.
¿Qué le has dicho a mi papá, eh?
Y comenzamos a atacarnos mutuamente con la única intención de ganar, más que de llegar a ningún acuerdo. Y todo porque había gente observándonos...
—Ya basta. Estamos en un hospital. —Usted no se meta.
—Papá, hazme un favor, en el coche traigo un porta folios. Bájalo. Necesito que firmemos de una vez por todas los convenios del divorcio.
El altercado fue estúpido y llegó a extremos inusitados quizá por tanta gente implicada...
Mi entusiasmo disminuyó un poco al recordar que en la casa, cuando cometí la brutalidad de golpear a Seulgi, Jungkook estaba dormido y nadie nos veía.
Un momento... Me puse de pie de un salto tratando de pescar la volátil idea como quien intenta atrapar un zancudo. Los padres de ella también se hallaban ahí, ¡MENTALMENTE!
—Mira, _____. He hablado mucho con otras personas y todos están de acuerdo en que no puedo permitir que me sigas tratando así.
—¿Todos están de acuerdo? ¡Vaya! Y seguramente tu madre es la primera en estarlo. ¿Cuándo aprenderá esa señora a no meterse en lo que no le importa?
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Psychology || Seulgi [✓]
Fiksi PenggemarUna última oportunidad - ADAPTACIÓN - Todos los derechos corresponden al autor original