7.-EXCUSAS O RESULTADOS

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—¿Quién habla? —preguntó inmediatamente—.

—Soy yo, _____... ¿Cómo has estado?

Hubo un largo silencio en la línea. Finalmente contestó con voz temblorosa:

—Terriblemente preocupada.

Al escucharla titubear cruzó por mi mente la idea de que alguien estuviese junto a ella.

—¿Y tus padres? —le pregunté.

—Ya se durmieron.

—¿Así que estamos solos? Su voz fue casi un susurro.

—Sí... 

Era mi esposa, la mujer de la que me enamoré hace algunos años. La misma muchacha melancólica, sensible, tierna...

—Jungkook está bien —le dije.

Yo quería llevarlo al neurólogo. Después de la crisis que tuvo es muy necesario...

—Ya lo llevé yo —interrumpí.

—¿De veras?

—Claro —recordé el recado telefónico y me puse de pie como movido por un resorte—. Le hicieron varios exámenes. Estamos esperando los resultados. Despreocúpate, está bien atendido.

 —_____, ¿por qué te llevaste al niño? ¡Todo esto es una locura!

—Entiende que yo no puedo vivir lejos de mi hijo. No tienes derecho a deshacer mi persona.

—Y tú no tienes derecho a gritarme y golpearme por cualquier cosa...

—Fue sólo una vez y tú me provocaste.

 Seulgi se quedó callada. Su tono sonaba afligido y cansado. Ella no tenía ganas de seguir peleando; yo tampoco. Sin embargo, no podíamos cruzar la sutil línea de la reconciliación. Es interesante que muchas veces, al discutir, vislumbrarnos esa frontera y nos detenemos, pues pasándola estamos en el lugar del otro. Y ahí todo se ve diferente. No existe otra manera de hacer las paces más que esa: poniéndonos en los zapatos del enemigo, comprendiendo sus razones, viendo con sus ojos, sintiendo con su corazón... 

—Te entiendo —mascullé a punto de perder la neutralidad de mi voz—. Quiero entenderte, Seulgi. Tienes razón, pero tú también entiéndeme... Estoy muy arrepentido.

Tardó unos segundos en contestar.

¿Te parece que nos veamos mañana para hablar tranquilamente? —preguntó. Asentí con la cabeza olvidando que ella no podía verme.

¿A las diez? —Finalmente sugerí—. Te invito a desayunar en la cafetería del club de golf. Ve sola, por favor. Sé que la policía, tus abogados y tus padres me están buscando.

Cuando colgué el aparato, Kim tenía la vista clavada en mí.

—Mi matrimonio ha sido difícil — le dije.

—Excusas, señor Park.

¡Es verdad! —Me defendí—. Simplemente no hemos podido congeniar.

Psychology || Seulgi [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora