Mi preciada compañera

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Al día siguiente, temprano aun, en la sede de los Toros Negros algunos de sus miembros se encontraban durmiendo, mientras otros ya estaban desayunado en la mesa como Finral y Charmy. Un pelicenizo estaba haciendo abdominales a toda velocidad en el piso, una peliplateada lo observaba disimuladamente desde uno de los sillones, y un pájaro reposaba al lado de una ventana. Mientras tanto, el capitán Yami que aparecía en la sala, saludó a los jóvenes que se encontraban ahí y se disponía a partir, no sin antes llamar a algunos de ellos.

—Mocoso, tu vienes conmigo te necesitan en la capital —dijo mientras se dirigía al chico de la antimagia—. Ah, y tú también —añadió señalando con la mirada al ave sobre el sillón.

—¡Ok Yami-dancho! —respondía el joven entusiasmado.

—Ok —respondía Nero transformándose en humana.

Mientras el capitán decía esto, Charmy y Finral continuaban comiendo mientras una chica de coletas se mostraba sorprendida. «¿Po-po-por qué ellos dos? Acaso si terminan rápido, tendrían tiempo juntos ¿sería una cita? Ese Bakasta y la hermosa Nero» «No no no, no hay manera» «No es que a mí me preocupe, él puede hacer lo que quiera... pero ¿y si le hace algo a Nero?...», pensaba celosa la maga de agua.

—¡Finral! —exclamó el capitán de los Toros Negros.

—Voy —se apresuró a contestar—. Buena suerte —decía abriendo un portal que conduciría al capitán y sus compañeros hacia la capital.

—Encárguense de todo lo demás. Nos vemos —se despedía Yami.

—Nos vamos —decían Asta y Nero.

—Adiós —alcanzaron a despedirse los demás.

Ya en la capital, se dirigieron al encuentro con el Rey Mago Julius. Este les explicó la situación en la que se encontraban. Posterior a la batalla que tuvieron, las personas comenzaron a buscar culpables, y eran a ellos a quienes consideraban responsables de todo. Damnatio, miembro del Concilio Mágico, los acusaba como sirvientes o ayudantes del diablo. Por ello, junto con el reino del Corazón, tenían planeado atacar el reino de la Pica en 6 meses para combatir contra Megicula, el diablo que habitaba dicho territorio, y así demostrar su inocencia frente a aquellos que dudaban de ella. Por tanto, en ese tiempo todos debían entrenar y fortalecerse hasta que llegara ese día. Una vez terminaron de hablar, el capitán Yami se quedó para arreglar otros asuntos pendientes mientras despedía a los dos miembros de su orden.

—¿Ahora qué? —preguntaba la maga de sellado mientras caminaban por la capital.

—No lo sé, quieres... —comentaba el pelicenizo a su compañera, pero fue interrumpido.

—¿Esa es? ¡Es la adoradora del diablo! —decía una voz cerca de los jóvenes

—Sí, es ella, ¡miren sus cuernos! —comentaba otra voz, era de una mujer.

—¿Qué? —preguntaba Nero sorprendida.

—Y ese otro chico es ¡el sirviente del diablo! —mencionaban otras voces que se unían a las anteriores.

—¡Se equivocan! —respondía el chico de la antimagia ante tales acusaciones.

—¡Largo de aquí! Demonios asquerosos, ustedes son los que mataron a mi familia —reprochaba otro hombre.

Pronto se empezaba a formar una pequeña multitud alrededor de los jóvenes, era de personas del reino que sufrían la pena de haber perdido a sus seres queridos y como consuelo solo buscaban reprochar la culpa en alguien más, ese alguien eran nuestros dos miembros de los Toros Negros. Los insultos seguían y aumentaban su intensidad, Asta trataba de calmar a la gente pero al mirar a Nero, se dio cuenta que su compañera no se encontraba bien. Con sus ojos humedecidos, la chicha de vestido negro alcanzó a decir algunas palabras.

—As-ta vá-monos —susurró la pelinegra con una voz quebradiza—. Por favor —suplicaba como si en cualquier momento rompería en llanto.

Al ver esto, el pelicenizo sintió compasión por su amiga y una gran molestia al ver como la trataba esa gente. Con gran convicción, alzó su voz y procedió a reclamar a aquella multitud por sus actos.

—¡¿Qué saben ustedes?! —Exclamaba el joven de la antimagia—. ¡¿Acaso saben por lo que ella pasó y todo lo que ha soportado?! No conozco a nadie más paciente y fuerte que ella. No han visto lo que ella ha sufrido, ni lo que ha hecho por el reino y por ustedes. Yo si lo he visto. ¡Ella es mi preciada compañera! y yo la defenderé de todo y de todos.

—As-taa... —susurraba la chica de cuernos para sí. 

Todos se quedaban atónitos ante esas palabras. Pues si bien su ira no se había ido, algunos sabían que no había pruebas suficientes en sus acusaciones, otros en cambio preparaban nuevos argumentos para atacar a los jóvenes. En medio de esto, Asta actuó.

—Vámonos Nero. —La sujetó de la muñeca izquierda y se abrió camino entre la gente.

—S-Sí —alcanzó a responder la maga del sellado.

Mientras se alejaban de aquel lugar, Nero recordaba todas las palabras que su compañero había mencionado. Esto no hacía más que acelerar sus latidos, no podía creer lo que había escuchado. Asta la había defendido ante todos y señalaba lo importante que era ella para él. La chica de vestido negro tenia la mente nublada, solo podía verlo a él mientras aun avanzaban, mientras aun la sujetaba con su brazo, mientras aun sentía una sensación rara en su pecho.

—Creo que aquí estaremos bien —dijo el chico de la antimagia parando de repente en un bosque lejos de la capital.

Nero aun recordando todos esos insultos de la multitud, pero aún más lo que había hecho el pelicenizo, no se atrevía a hablar. Simplemente lo seguía mirando fijamente, mientras su boca aun exhalaba aire con cierta rapidez por tan intrépida huida. Pronto notó cierta presión sobre su brazo, desvió un poco su mirada y recordó que aquel chico había tomado su muñeca al momento de salir de aquella multitud. Asta se dio cuenta de esto, así que retiró su brazo rápidamente.

— Perdón perdón Nero, fue un accidente —decía el joven musculoso con una pequeña y nerviosa sonrisa.

—No, yo... —Nero no encontraba palabras—. Mi-mi nombre es Secre —alcanzó a decir.

—Oh sí, lo siento, lo siento —decía el ojiverde haciendo un gesto con sus manos—. Es que me he acostumbrado a llamarte así —se excusaba.

—Asta gracias, no tenías por qué decir tod... —No alcanzó a terminar pues su compañero se adelantó en responder.

—¡Te equivocas! Es lo que realmente siento, eres mi compañera y por tanto alguien importante para mí —decía el pelicenizo con igual convicción que cuando hablaba frente a aquella multitud.

Nero seguía sin saber que decir al notar como las palabras de su compañero le transmitían cierta paz pero a la vez inquietud a su corazón.

—Además, eres algo más que solo mi compañera —añadió Asta con una sonrisa.

—¿A qué... te refieres? —preguntó sorprendida. Mientras el corazón de la chica de vestido negro latía aún más rápido sin siquiera ella saber por qué.

Segundo capítulo, espero lo disfruten ya sea si te gusta la historia o si estas por aquí de casualidad xD.

Un sentimiento prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora