Es una promesa

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—Claro, si lo piensas bien, antes de que vuelvas a ser humana eras como mi mascota —comentó Asta.

Mientras la maga del sellado escuchaba estas palabras, sus latidos volvían a la normalidad. Su expresión de asombro y curiosidad cambiaba a una menos expresiva, pues su estúpido compañero había hecho que su mente se empezara a imaginar otras cosas.

 Su expresión de asombro y curiosidad cambiaba a una menos expresiva, pues su estúpido compañero había hecho que su mente se empezara a imaginar otras cosas

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—Grosero —le dijo sin más la pelinegra.

—No lo tomes a mal. Y como antes cuando eras mi mascota, yo te protegeré así como lo hice hoy. ¡Te lo prometo! —señalaba con firmeza el joven de la antimagia llevando su mano al pecho.

—Entonces, es una promesa. —El corazón de chica volvía a dar pequeños saltos.

—Lo es —respondió el pelicenizo sin ninguna duda en sus palabras.

—Bueno... vámonos, creo que se nos ha hecho algo tarde —indicaba la maga del sellado, tratando de romper el incómodo momento.

—Es cierto, iremos corriendo. ¡Nero sujétate! —decía el ojiverde, mientras se agachaba y extendía sus brazos hacia atrás invitando a la chica gótica a montarse en su espalda—. ¡Allá vamoo...! —gritaba pero la chica de cuernos cortó su emoción.

—No —respondió la chica gótica convirtiéndose en pájaro para posarse sobre su cabeza.

—¡Oh! Jaja, lo siento. Olvidé que podías hacer eso —se burlaba el pelicenizo.

—Claro que puedo. ¡Baaaka! —decía Nero regañando a su compañero.

—Es que últimamente pasas más tiempo en tu forma humana —explicaba el chico de la antimagia—. Y me gusta más verte así —agregó con sinceridad.

—Ya veo... —susurraba aquella ave.

—Bueno vámonos, es un largo camino. —Y el joven musculoso echó a correr.

Anduvieron horas hasta llegar finalmente a la base donde después de todo lo sucedido, exhaustos ambos, solo tenían ganas de irse a descansar a su habitación. Era de noche por lo que algunos de los Toros Negros ya se habían ido a dormir, otros ya estaban por hacerlo, y una chica estaba expectante a la llegada de ambos.

—¿Bakasta, dónde estabas? ¿Por qué tardaron tanto? —interrogaba ferozmente la peliplateada.

—Oh Noelle, lo siento tuvimos algunos problemas en la capital —le respondía el ojiverde.

—Ah... —Sintió un pequeño alivio—. ¿Eso es lo que pasó? —preguntaba la maga de agua, esta vez mirando a Nero.

—Si —respondió la pelinegra. Que aunque no se sonrojó, al recordar el episodio que tuvo con Asta, no pudo evitar desviar un poco la mirada.

—Bueno creo que nos vamos a dormir, ha sido un día agotador. Hasta mañana Noelle —se despedía el chico de la antimagia alzando la mano mientras se dirigía a su habitación.

Mientras Asta decía esto, la chica gótica se disponía a seguirlo. Noelle recordó que ellos siempre durmieron en la misma habitación, y no es sino hace poco que Nero había adaptado su forma humana. Esto sumado a que pasaron casi todo el día juntos, avivó los celos de la menor de los Silva.

—Espera Nero. ¿No te parece raro dormir en la misma habitación con Asta? —preguntaba la peliplateada ocultando su nerviosismo.

—No, ya lo he hecho antes —decía la maga del sellado con la seriedad que la caracterizaba.

—Me refiero a "ahora" —señalaba Noelle haciendo comillas con sus manos.

—No entiendo. —La ya cansada Nero no podía entender a lo que realmente se refería su compañera. Su cuerpo y su mente solo querían irse a dormir—. ¿Acaso hay...(bostezo)...algún problema? —preguntó.

—¡¿Ehh?! No-no. ¡No es que a mí me importe! Solo decía que... Bueno que tengas buenas noches. Adiós —respondía avergonzada la chica de coletas mientras se retiraba a su habitación.

Sin tomarle tanta importancia a esto último, Nero se dirigía a su habitación. Allí se encontraba un pelicenizo, profundamente dormido tirado bocabajo en su cama. La pelinegra ya con los ojos pesados, se dispuso a transformarse en pájaro y reposar en su lugar habitual.

Y así finalizaba el día luego del inoportuno suceso en la capital con un joven musculoso dando ligeros ronquidos en su habitación, y una linda ave que lo observaba mientras poco a poco cedía al cansancio. A su mente vino una frase: «¡Te lo prometo!», recordó. Finalmente Nero cerró sus ojos y empezó a soñar con el chico de la antimagia.

Hasta aquí el tercer capítulo. Gracias por leer uwu.

Un sentimiento prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora