Con aroma a margaritas.

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—No puedes abrir los ojos — dijo Antonio mientras entraban a la casa.

—Igual no puedo ver, tapaste mis ojos con un paliacate desde que salimos de la facultad, ni siquiera sé a dónde me llevas — protestó Lucy.

—Ay ya, no empieces de mandona.

Últimamente las cosas para la pareja no habían estado muy bien que digamos, el estrés escolar y algunos problemas familiares los hacían cada vez más irritable y se enojaban mutuamente cada que uno cometía el más pequeño de los errores.

—Ya casi llegamos — anunció él mientras bajaban las escaleras.

—¿Ya? Tengo que entregar un trabajo mañana, no debería de estar perdiendo el tiempo…

—¡Ya! ¡Sorpresa!

El lugar se veía precioso, él había pensado en una buena forma de reanimar su noviazgo…

—¿Qué me querías mostrar? ¿El sótano de tu casa? — preguntó ella un poco desanimada y decepcionada.

—Pues… yo…

—¿Esta es tu forma de sorprenderme? ¿Traerme al viejo sótano?

—Es que no entiendes… yo quería…

—Quitarme el tiempo… eso es lo que querías — bufó ella molesta.

—Lu, espera, no te enojes… yo…

—¿Cómo no quieres que me enoje? Tenemos tanto trabajo y tú quieres perder el tiempo en este lugar polvoso…

—Cálmate, últimamente estás insoportable… anda, vete a hacer tu tarea…

Él molesto salió del lugar dejándola sola.

Antonio no podía dejar de pensar en ¿cuál había sido el error?

El sótano era su lugar favorito desde que tenían memoria, de pequeños ese era su lugar de juegos, al llegar a la adolescencia se convirtió en su lugar de confidencias. Habían vivido mucho ahí, por eso pensó que sería bueno recordar sus viejos tiempos en ese lugar. Primero había pensado en hacer una cena ahí, pero luego, por lo mismo de las tareas, prefirió que sólo fuera una comida. Había tardado una semana en idear su plan y en arreglar aquel oscuro cuarto.

Para él ese lugar siempre sería muy importante.

Lucy no podía dejar de pensar en ¿por qué había actuado así?

Su novio sólo quería animarla y ella lo había tratado muy mal. Miró bien el cuarto, estaba precioso, en medio había una mesita arreglada elegantemente con un mantel blanco y una cesta de frutas en medio; en las paredes habían muchas fotos de ellos, desde que eran pequeños, hasta la foto que se habían tomado la semana pasada; en cada esquina habían unos candelabros improvisados y debajo de las escaleras había una radiecito.

Notó el encanto del lugar, lo primero que pensó fue en el esmero que Ernesto  había puesto a ese plan… y se sintió culpable de agriarle la sorpresa.

Ambos recordaron, en ese cuarto se habían dado su primer beso.

Lucy decidió enmendar su error. Le habló por teléfono a Miguel, el mejor amigo de Tony.

—… anda, necesito que me hagas este favor.

—Está bien, yo te lo llevo a las ocho de la noche — respondió Mike desde el otro lado del celular.

—Gracias.

—Espero todo salga bien para ustedes… nos vemos.

Realmente ella no tenía que hacer mucho, el lugar ya lo había arreglado él. Salió, compró sidra, pizzas y un pastel. Al pasar por una florería compró tres claveles y muchas margaritas, ella recordaba que él siempre había dicho que las margaritas eran flores felices.

Ya todo estaba listo, Lu no tenía que preocuparse por sus suegros, porque habían salido de viaje.

El reloj marcó las ocho en punto y escuchó que los dos amigos iban entrando.

—… no sé qué tiene… me agobia — escuchó la voz de su novio.

—Bro, cálmate, seguro es el estrés, la semana de evaluaciones está cerca, todos estamos preocupados.

—Mike ¿y si este es el final? — a Lu le dolió escuchar eso.

—No, estoy seguro de que no lo es. Estoy seguro de que ella te tiene preparado algo fenomenal… Iré por pizzas, ahorita regreso.

Todo iba conforme al plan.

Cuando Mike salió, Lu prendió la radio a todo volumen, en su estación favorita.

Tony, que no sabía que ella aún estaba en su casa, se asustó al oír el ruido proveniente del sótano, bajó con cautela. Y valla sorpresa que se llevó.

Al lado de las escaleras, Lu con una sonrisa en el rostro le ofrecía tres claveles.

—¿Me perdonas? — preguntó ella.

—Con todas estas margaritas y tú sonriendo… ¿cómo no hacerlo?

Entonces ella le dio play al disco en la radio, automáticamente comenzó a sonar la que ellos consideraban su canción.

—¿Bailamos? — preguntó ella.

Él la tomo entre sus brazos.

—Cuando sonríes, tus ojos son un encanto — le susurró él al oído.

—¿Cuántas cosas hemos vivido aquí?

—No lo sé… muchas, creo yo… y supongo que serán más — respondió abrazándola.

Al terminar sus pizzas, mientras comían pastel, él la besó.

—Te quería dar esto — dijo él sacando una cajita.

Al abrirla, Lu, se encontró con un hermoso anillo, no era de compromiso, ni nada de eso, pero era el más hermoso que había visto en su vida.

—Amo tus detalles… son un encanto.

Encanto tu cara — susurró él.

Encanto tu voz — replicó  ella.

Tenían exámenes y trabajos… pero ¿qué más daba? Ese era su momento.

Y volvieron a besarse, como hacía mucho tiempo no lo hacían. Siguieron bailando al compás de la música y con el aroma de las margaritas.

Más encantador no podía haber sido.

One shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora