Tras escoltar los caçadors a los heridos, y conocer el destino de las zonas que eran su vida, Joan se colocó su abrigo, cargó su arma tras afilar el cuchillo KCB–77 M1/KH-JS, y se preparó los filtros de una máscara de gas antes de salir de nuevo a la superficie. Después de salir de la estación, subió y evitó tropezar en las viejas escaleras desgastadas que llevaban a la superficie y a la puerta de entrada del Hospital, junto al edificio principal del Hospital Clínic. Ya que el carrer de Villaroel estaba cubierto de nieve gruesa y era peligroso ir solo, decidió ir por el carrer Roselló, y continuar por el Carrer del Comte d'Urgell, sorteando el edificio nevado y abandonado de la Escola Industrial, y los escombros y cráteres que proliferaban en la vía que separaba al Hospital de la estación de metro de Urgell, inexplorada por haber sido bloqueada del resto de la L1 por unos vagones en medio del túnel bajo en la Gran Vía de les Corts Catalanes, vía cubierta de nieve y trozos de los edificios abandonados en el Eixample y llenaban el trecho entre la estación de Hospital Clínic y Urgel, una estación independiente que negociaba con una banda de saqueadores y que había cerrado los accesos desde la superficie, con lo que volver al metro por ahí era impensable, forzando a desviarse de un recorrido en línea recta y debiendo cruzar las marismas en las que se había convertido esa zona por el tsunami que afectó a parte de la ciudad y que luego inundó varias zonas del sur barcelonés.
Al rato, Joan debió refugiarse en una vieja carnicería, ya que estuvo disparando a las manadas de animales mutados que acechaban, aprovechando para llevarse sus presas a la estación de Sant Antoni para lograr entrar en caso de no poder acceder con la contraseña, y evitando atacar a las serpientes que transitaban la zona.
Cuando se recuperó del ataque, siguió por el carrer de Floridablanca, luego por la Riera Alta, evitando ser atacado gracias a la techumbre de metal que formaba un pequeño refugio y bordeó el edificio nevado y con tejados caídos del Mercat de Sant Antoni, hasta llegar a la entrada de la estación, donde marcó un código dado previamente en la puerta para abrirla.
La compuerta gruesa chirriaba mientras se abría poco a poco, detrás de ella había un hombre en un traje de protección contra la radiación, armado con un FN M-3M y una vieja cañería con un barreno de dinamita como arma arrojadiza. Le miró y le hizo quedarse lejos de la barricada, mirándole y preguntando de dónde venía, ya que era obvio que no era un mutante, pero que no formaba parte de la estación. Joan subió las manos y se mantuvo tenso, respondiendo a sus preguntas. Comprobando que era cierto, se quedó con el papel que llevaba el código, y bajó el arma cuando encendió las luces de emergencia que iluminaban el vestíbulo cerrado.
Tras entrar al vestíbulo polvoriento, y cerrar las compuertas. Joan bajó las manos, y el científico, antiguo maestro de ciencias de la Escuela Pia, hizo que el chico le siguiera hasta la zona de descontaminación, en la cual fue revisado con un contador Geiger, al igual que sus pertenencias y los animales que iban a ser usados en la cena de ese día. Después de ser revisado por un doctor, y comprobar que su radioactividad había bajado, obtuvo sus cosas y consiguió una tienda pequeña en la que dormir. Al día siguiente, el antiguo profesor de química y ciencias le aviso de que el jefe de la estación iba a recibirle, para conocer su opinión y estudios sobre esos mutantes de la zona de la Sagrada Familia.
Aprovechando a que su interlocutor regresara, Joan sólo lloraba pensando en los habitantes de su estación y en todas las vidas humanas que debía de salvar, pero un anciano vestido con un polar grueso y unos pantalones vaqueros raídos y que leía unos libros traídos de la superficie sentado en uno de los bancos de la estación les hizo señas.
-¿Disculpe, pero qué pasa? Comentó Joan.
-He escuchado lo que decías con ese profesor, el tal Manel... Me llamo Pere, y trabajé de joven en la Sagrada Familia. Por lo que decís, el bello monumento de Gaudí ahora acoge las terribles criaturas que nos gobiernan desde arriba. Me parece que puedo ayudar. -sacó un libro algo viejo sobre el barrio y lo abrió- Si continuas hasta la estación de Paral·lel, hay un grupo de mecánicos que han descubierto un búnker en Montjuïc, dicen que hay mapas y que os servirá para cargaros a esas inmundicias radiactivas. Y preguntad por Mariano, él es la persona que descubrió ese refugio y lo rehabilitó antes de la guerra.
Doncs, adéu-siau -respondió Joan, antes de estrecharle la mano y seguir su camino
Así, que decidió continuar hasta ese búnker, en busca de pistas y los tan rumoreados mapas para acabar con los mutantes y que hubiese paz.
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ESP2033 ---CRÓNICAS DE IBERIA--- BARCELONA
Science FictionMetro 2033 en España. HISTORIA 1 ---LAS RUINAS DE LA CIUDAD CONDAL--- (Barcelona)