Capítulo 5-Montjuïc

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Dejando las defensas y las patrullas de Sant Antoni, caminó a buen ritmo hacia su destino. El túnel de la Línea 2 estaba lleno de hongos y de tierra, gracias a los cultivos de setas que tenían los universitarios, mientras el soldado avanzaba despacio y con miedo, pues no sabía si Pere y Mariano les tenderían una trampa...

Siguiendo el trazado de las vías, en un rato sus pies se detuvieron cuando tanto él como una caravana llegaron al puesto de control de la estación de Paral·lel, centro mecánico y una de las dos estaciones (junto a la vecina de Poble Sec) especializadas en armería y mecánica, gracias a los conocimientos de los talleres cercanos y que una tienda de armas estaba cerca de las dos estaciones, la cual sirvió de almacén y centro de aprendizaje para la población de la zona.

Antes de llegar a las defensas de Para·lel, tuvo que sortear las barricadas, los erizos checos creados con trozos de vigas, y evitar que le disparasen los soldados armados con muchas armas de fuego provenientes del ejército, mossos y guardia civil.

Tras pasar el control pertinente y enseñar Joan su pasaporte (que ya estaba recubierto de sellos de muchas facciones como prueba de donde había estado), estuvo decidido en ir al vagón de metro (conservado, como rara excepción de los que alguna vez habían recorrido las tripas de Barcelona) que servía como cuartel general de esa estación junto a los túneles de servicio.

En la estación, no tardo en encontrar ese vagón tras preguntarle eso a un soldado de Infantería de Marina (quién junto a miembros de la Guardia Urbana se escondieron en la estación durante la guerra), quién le envió al vagón conductor al inicio de la estación. Junto a los otros vagones repartidos en las vías de la estación compartida por las líneas 2 y 3, estos eran de la serie 5000 del material móvil de TMB, y en este vagón modificado era dónde las reuniones oficiales de caçadors y soldados ocurrían, sirviendo de viviendas a la vez.

Dentro de estos, los asientos estaban quitados, unas cortinas tapaban las ventanas para que la luz de emergencia de las estaciones (junto a las hogueras y velas pertinentes usadas por la gente corriente en otros lados de la red) no dañara los ojos de la gente, y tenían 3 apartamentos por vagón, estando conectados a un piso superior por las antiguas salidas de emergencia del techo, justo creadas en los huecos del pantógrafo.

En las viejas vías, los dos primeros vagones del mismo convoy formaban dos zonas de apartamentos con un pequeño sitio de paso, y la mitad de uno de ellos era un pequeño almacén, ya que había mucho espacio en toda la estación.

Siendo la estación de Paral·lel una de las más concurridas al antiguamente ser fin de la línea 2 e intercambiador con la 3, las tiendas de campañas abarrotaban el andén central entre las líneas, y sobre el final de los andenes, había una cocina que bullía con sopas y platos calientes en unos fogones de acero. En las antiguas cocheras, los ingenieros habían colocado una zona con lo básico de suministrar energía a la estación; dos generadores de gasolina y un purificador de aire que se aprovechaba para crear biogas localizados en uno de los túneles bajo los Jardins de les Tres Xemeneies (en este, todavía se mantenían en pie las chimeneas que le dan nombre y se habían convertido en la fuente de aire limpio; estas eran usadas como referencia y seguían como cuando desapareció la Barcelona Traction, Light and Power Company y el edificio que las albergaba). Aparte de eso, unos talleres se encontraban al lado de unas pequeñas granjas, y en el conjunto de túneles de servicio estaban las oficinas y zonas más protegidas de la estación.

En los túneles de la L2 que se encontraban tras el tren averiado, había una armería y una granja extensa, junto a una bomba de agua para achicarla en caso de lluvia; mientras que en los túneles de la L3 cercanos a la estación sumergida de Drassanes, que llevaba inundada 20 años tras el Desastre, se habían instalado un muelle de neumáticos y tablones, junto a una flotilla de barcas a motor, logradas ser construidas al poco del fin de los primeros años de problemas del metro, gracias a la pericia de un mecánico que sabía reparar lanchas. Más allá de comentar esas maravillas, el jefe de estación Mariano aviso a Joan de que la zona del Museu Maritim de Barcelona se había convertido en una especie de isla gracias a sus altos muros reforzados, con invernaderos, grandes muros, y un puesto de descanso de los caçadors tras pasar la noche explorando lo que se podía en la línea de costa separada de la ciudad por una marisma que se extendía por el Paseo de Colón, quién les guio hasta su despacho y al rato les esperó para poder atenderles, lejos de miradas indiscretas.

ESP2033 ---CRÓNICAS DE IBERIA--- BARCELONADonde viven las historias. Descúbrelo ahora