Capitulo 19:

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El abuelo me había preguntado si podía ayudarlo a recoger algunas cosas en un pequeño pueblo aun mas chico que este.

Obviamente no sería una pregunta sino una obligación.

Me había puesto un pantalón de algodón gris y una polera holgada. El abuelo me había dicho que saldríamos en la mañana, alrededor de las 9. Así que aquí estaba. Sentada en la camioneta Chevy azul que tenía el. Mi abuelo estaba en el asiento de piloto vestido con una camisa de franela.

-Sabes que sería genial –espetó mirándome. Sus ojos eran color esmeralda y su voz ronca. Tenía el bigote blanco y cuando era pequeña siempre me molestaba diciendo que se le había pegado la brocha al pintar su casa. –Que manejaras hasta allá.

-¿Qué? –casi, pero casi, le grité. Estaba sentada en posición india y mi pelo caía en una cola de caballo. –Oh, no, no, no y ¡no! –levanté las manos y comprendí que parecía una loca. Toda mi vida me habían dicho que era demasiado expresiva, pero ñe. –Es decir, tengo solo 16 años y solo he conducido un par de veces –me voltee para mirarlo. –Si vas a morir, porque ya estás un tanto viejote –el sonrió y siguió escuchándome –prefiero que sea por causa natural en vez de un choque tragiquísimo por culpa de tu nieta inexperta.

Mi abuelo meneó la cabeza y tomó el volante con amabas manos. Miró hacia delante unos segundos para luego voltearse y abrir la puerta del copiloto.

-Te bajas ahora y manejaras –dijo y bajó.

Mientras daba la vuelta por el frontis de la camioneta, reaccioné y bajé rápidamente. Cuando estaba a punto de escapar mi abuelo gritó.

-Amy, vamos, estoy actuando como el peor abuelo del mundo por dejarte manejar sabiendo que no sabes mucho pero aun lo estoy siendo porque te servirá de mucho cuando seas grande.

-Afortunadamente y gracias al universo celestial aun faltan unos años y no envejeceré. Encontraré la formula para la inmortalidad.

-Amy, eres la única adolescente a la que conozco que odia esto.

Me apoyé en la camioneta. Estaba helada y sucia por la lluvia del otro día. Tenía sedimentos de las gotas y los neumáticos estaban llenos de barro. Cuando mis abuelos viajaron a ver a mi familia hace unos años, se fueron también en esta. Solía dormir fuera solo para acomodarme en el. No había venido aquí desde hace 4 veranos.

-No lo odio, es solo que… no me gusta ser como los demas –dije enarcando una ceja sonriente. Mi abuelo se acercó a mi y me dio un abrazo.

-Vamos…

Suspiré y entré a la camioneta.

-Si pierdo el control, puedes abrir la puerta. No me sorprendería que el impacto sea menos doloroso que el que me daré yo.

Veníamos viajando hace unos 20 minutos. El sol ya estaba arriba hace horas y calentaba lo suficiente como para no molestar. La pista estaba despejada y a nuestro lado las vacas pastaban tranquilamente.

Íbamos a hablar con un tipo x, no recuerdo cómo se llamaba.¿Dave? ¿Jake? Que sería el organizador de la feria que habría en unos dias en el centro de nuestro pueblo. Le pregunté a mi abuelo por qué un hombre de otro pueblo organizaría algo en el nuestro.

No respondió.

-Amy, hasta ahora haz conseguido mantenerte en la pista al menos 15 minutos. Los primeros 5 parecían como si el auto tuviera parkinson –respondió mi abuelo. Tenía las manos sobres sus rodillas y la cabeza apoyada en el vidrio. Me costaba verlo asi, tan relajado.

-Oye, te dije que no manejaba hace mucho tiempo –repliqué.

-Si –rió. Levantó la mirada y la seguí. Estaba mirando el cartel con el nombre del pueblo que yo no alcancé a leer. –Tienes que entrar nomás.

Asi que lo hice. No era mas diferente que el nuestro. Empezaba con una pequeña calle llena de tiendas y una plaza en medio, para terminar con una calle interminable con territorios ocupados con casas como las de mi abuelo.

-Aquí, dobla a la derecha.

Giré el volante y entramos en un pequeño atajo que era un camino de tierra. Al fondo se veían muchos árboles que al pasar por ellos, note que ocultaban otro pasaje. Entré por ahí por indicaciones de mi abuelo y pude divisar la casa.

Era tan grande como dos casas de mis abuelos. Y mas la mía.

Tenía grandes ventanas de color café y la casa era blanca entera. Aparqué en un lado y cuando salió mi abuelo, me dispuse a bajar también.

-¿Quién vive aquí? ¿Hannah Montana? –pregunté deteniéndome para observar otra vez la casa. Mi abuelo soltó una carcajada y me hizo señas para que lo alcanzara.  Llegué justo cuando el tocó la puerta. Al cabo de unos tres golpes la puerta se abrió.

-Señor Harrinson –dijo una voz ronca.

Levanté la vista y desee haberla mantenido baja.

También tomar las cosas y a mi abuelo y subirme a la camioneta para llegar a la casa de inmediato.

Pero no podía.

-Amy –dijo el chico de cabello rubio y un piercing en el labio inferior que se inclinaba por la puerta dejando ver solo su maldita cara y el resto de su maldita camisa a cuadros.

-Luke –susurré.

Casualidades de la vida ( J.B )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora