Fueron a cenar a un restaurante ruso. Lee ojeó el menú.
—Por cierto —dijo—, la ley volvió a pedir la mordida en el Ship Ahoy. La
brigada antivicio. Doscientos pesos. Me los imagino en la comisaría después de un día duro extorsionando a ciudadanos del Distrito Federal. Un policía dice:»—Ah, González, tendrías que ver lo que he conseguido hoy. ¡Qué mordida!
»—Vamos, lo que has hecho ha sido quitarle dos pesetas a un puto en el retrete de una estación de autobuses. Te conocemos, Hernández, y conocemos tus sucios trucos.
Tú eres el policía más marrullero del Distrito Federal.
Lee llamó por señas al camarero.
—Eh, Jack. Dos martinis, muy secos. Secos. Y dos platos de Sheeshka Babe.
¿Sabe?
El camarero dijo que sí con la cabeza.
—Dos martinis secos y dos pinchos morunos. ¿Es así, caballeros?
—Perfecto, papá... Ahora cuéntame cómo fue tu noche con Dumé.
—Fuimos a varios bares llenos de maricas. En un sitio un tío me invitó a bailar y me invitó a la cama.
—¿Aceptaste?
—No.
—Dumé es muy simpático.
Chan sonrió.
—Sí, pero no es una persona en la que yo confiaría demasiado. Me refiero a cosas personales que uno quiere mantener en reserva.
—¿Te refieres a una indiscreción en particular?
—Francamente, sí.
—Entiendo. —Lee se quedó pensando: "Dumé nunca se equivoca."
El camarero puso dos martinis sobre la mesa. Lee acercó su martini a la vela,
mirándolo con desagrado.—El inevitable martini aguado con una aceituna en descomposición —dijo.
Lee compró un décimo de lotería a un niño de unos diez años que se había
apresurado a entrar cuando el camarero fue a la cocina. El crío iba explotando el truco del último décimo. Lee le pagó generosamente, como un norteamericano borracho.—Ve a comprarte un poco de marihuana, hijo —dijo. El niño sonrió y dio media vuelta para irse—. Vuelve dentro de cinco años y gánate fácilmente diez pesos —le gritó Lee mientras el niño salía.
Chan sonrió. "Gracias a Dios", pensó Lee, "no tendré que lidiar con la moral
burguesa."—Aquí tiene, señor —dijo el camarero dejando el pincho moruno en la mesa.
Lee pidió dos copas de vino tinto.
—¿Así que Dumé te habló de mis... tendencias? —dijo de repente.
—Sí —dijo Chan con la boca llena.
—Una maldición. La lleva nuestra familia desde hace varias generaciones. Los Lee siempre han sido pervertidos. Nunca olvidaré el indecible horror que me congeló la linfa de las glándulas, de las glándulas linfáticas, se entiende, cuando la nefasta palabra me quemó el tambaleante cerebro: yo era homosexual. Pensé en los travestís pintarrajeados, con sonrisas bobaliconas, que había visto en un club nocturno de Baltimore. ¿Era posible que yo fuera una de esas cosas subhumanas? Caminé aturdido por las calles, como un hombre con una leve conmoción cerebral: un momento, doctor Kildare, éste no es su guión. Yo me podría haber destruido, poniendo fin a una existencia que sólo parecía ofrecer atroz sufrimiento y humillación. Más noble, pensé, sería morir como hombre que seguir viviendo como monstruo sexual. Fue una vieja y sabia marica, a quien llamábamos Bobo, quien me enseñó que tenía el deber de vivir y llevar orgullosamente mi yugo, a la vista de todo el mundo, para vencer los prejuicios y la ignorancia y el odio con el conocimiento y la sinceridad y el amor. Cada vez que una presencia hostil te amenaza, sueltas una espesa nube de amor como la nube de tinta que suelta el pulpo.
»La pobre Bobo acabó mal. Iba en el Hispano-Suiza de Duc de Ventre cuando sus colgantes hemorroides saltaron del coche y se enrollaron en la rueda trasera. Fue totalmente destripado: sólo quedó una cáscara vacía sentada allí en el tapizado de piel de jirafa. Hasta había perdido los ojos y el cerebro con un horrible ruido de succión.
El Duc dice que llevará consigo ese espantoso ruido al mausoleo...
»Entonces supe lo que era la soledad. Pero las palabras de Bobo me llegaban
desde la tumba, con un dulce chisporroteo sibilante. "Nadie está verdaderamente solo. Tú eres parte de todo lo vivo." Lo difícil es convencer a alguien de que realmente forma parte de ti. ¿Y entonces? Las partes tendríamos que colaborar. ¿Me entiendes?Lee hizo una pausa, mirando a Chan especulativamente. "¿Qué lugar ocuparé para él?", se preguntó. Chan había escuchado cortésmente, sonriendo de vez en cuando.
—Lo que quiero decir, Chan, es que todos somos parte de un enorme todo. Es inútil oponerse. —Lee empezaba a cansarse de la cantinela. Miró nerviosamente alrededor buscando la manera de ponerle fin—. Estos bares de gays ¿no te deprimen? Por supuesto, los bares de maricas de aquí no pueden compararse con los sitios de maricas de los Estados Unidos.
—No lo sé —dijo Chan—. Nunca he estado en sitios de maricas, fuera de
aquellos a los que me llevó Dumé. Supongo que habrá de todo.—¿De veras no has ido a más?
—No, nunca.
Lee pagó la cuenta y salieron a la noche fresca. En el cielo había una luna creciente, clara y verde. Caminaron sin rumbo fijo.
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Homosexual²/Chanho
Teen FictionTenerlo todo. Arrancas nuestros recuerdos de la pared. Todas las cosas especiales que compré ya no significan nada para mi, pero para ti eran todo lo que éramos, significaron más que cada palabra. Ahora sé exactamente por qué me amas. Toma todo el d...