Caminaron sin cesar. Ya atardecía. Tiraron una moneda al aire para ver quién preguntaría en la casa siguiente. Perdió Chan.
—El hombre dice otras tres horas —explicó Chan.
—Hace seis horas que oímos lo mismo.
Chan quería descansar.
—No —dijo Lee—, si descansas, las piernas se te endurecen. Es lo peor que
puedes hacer.—¿Quién te ha dicho eso?
—El viejo Morgan.
—Bueno, diga lo que diga Morgan, yo voy a descansar.
—No descanses mucho tiempo. Será un desastre si se nos acaba el día, tropezando en la oscuridad con serpientes y jaguares y cayendo en quebrajas, que es como llaman a esas grietas profundas cortadas por las corrientes de agua. Algunas tienen veinte metros de profundidad y uno de ancho. Sólo lo necesario para caer.
Se detuvieron a descansar en una casa abandonada. Faltaban paredes, pero había un techo que parecía en bastante buen estado.
—Podríamos parar aquí un segundo —dijo Chan, mirando alrededor.
—Eso, un segundo. Nada de mantas.
Estaba oscuro cuando llegaron a donde vivía Cotter, una pequeña choza de paja
en un claro. Cotter era un cincuentón pequeño y enjuto. Lee notó que la recepción era un poco fría. Sacó el alcohol y todos tomaron un trago. La mujer de Cotter, una pelirroja grande, de apariencia fuerte, preparó té con canela para cortar el sabor a queroseno del Puro. Lee se emborrachó al tercer trago.Cotter estaba preguntando muchas cosas a Lee.
—¿Cómo se le ha ocurrido venir aquí? ¿De dónde es usted? ¿Cuánto tiempo hace que está en Ecuador? ¿Quién le habló de mí? ¿Es usted turista o viaja por negocios?
Lee estaba borracho. Empezó a hablar en la jerga de los drogadictos, explicando que buscaba yage, o ayahuasca. Tenía entendido que los rusos y los norteamericanos hacían experimentos con esa droga. Lee dijo que creía que los dos podían ganar unos dólares con las plantas. Cuanto más hablaba Lee, más fría se volvía la actitud de Cotter. Era evidente que el hombre desconfiaba, pero Lee no sabía por qué ni de qué.
La cena fue muy buena, teniendo en cuenta que el ingrediente principal era una especie de raíz fibrosa y plátanos. Después de la cena, la mujer de Cotter dijo:—Estos muchachos deben de estar cansados, Jim.
Cotter fue delante con una linterna que se encendía apretando una palanca. Un
catre de unos setenta y cinco centímetros de ancho, hecho con bambú.—Supongo que los dos se podrán arreglar con esto —dijo. La señora Cotter estaba extendiendo una manta sobre el catre como si fuera un colchón y cubriéndolo con otra manta. Lee se acostó en el catre por el lado de la pared. Chan se acostó en el lado de fuera y Cotter puso una mosquitera.
—¿Mosquitos? —preguntó Lee.
—No, vampiros —dijo Cotter de manera cortante—. Buenas noches.
—Buenas noches.
A Lee le dolían los músculos de la larga caminata. Estaba muy cansado. Pasó un
brazo sobre el pecho de Chan y se acurrucó contra el cuerpo del mayor. Ante el cálido contacto brotó del cuerpo de Minho un sentimiento de profunda ternura. Se acurrucó aún más y acarició con dulzura el hombro de Chan.Chan se movió con irritación, apartando el brazo de Lee.
—No me aprietes, por favor, y duérmete de una vez —dijo Chan. Dio media vuelta hacia su lado, dándole la espalda a Lee. Minho retiró el brazo. El disgusto hizo que se le contrajera todo el cuerpo. Despacio, se puso la mano debajo de la mejilla.
Se sentía profundamente herido, como si estuviera sangrando por dentro. Le corrieron lágrimas por la cara.
Estaba delante del Ship Ahoy. No había nadie dentro. Oía que alguien lloraba.
Vio a su hijo pequeño, y se arrodilló y lo levantó en brazos. El sonido del llanto
estaba más cerca, una ola de tristeza, y ahora él lloraba, y los sollozos hacían que se le estremeciera el cuerpo.Sostuvo al pequeño Willy contra el pecho. Había allí un grupo de personas con ropa de presidiarios. Lee se preguntó qué hacían allí y por qué estaría él llorando.
Al despertarse, Lee seguía sintiendo la profunda tristeza del sueño. Alargó una
mano hacia Chan y después la retiró. Dio media vuelta y se quedó mirando la
pared.A la mañana siguiente Lee se sentía seco e irritable y vacío de sensaciones. Tomó prestado el rifle calibre 22 de Cotter y salió con Chan a echar un vistazo a la selva.
La selva parecía vacía de vida.
—Cotter dice que los indios han limpiado de caza la mayor parte de la zona —explicó Chan—. Todos tienen escopetas que compraron con el dinero que ganaron trabajando para la Shell.
Caminaron por un sendero. Unos árboles enormes, algunos de más de treinta metros de altura, enmarañados de enredaderas, tapaban el sol.
—Quiera Dios que matemos alguna criatura viviente —dijo Minho—. Bang, oigo que algo grazna por ahí. Voy a tratar de dispararle.
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Homosexual²/Chanho
Teen FictionTenerlo todo. Arrancas nuestros recuerdos de la pared. Todas las cosas especiales que compré ya no significan nada para mi, pero para ti eran todo lo que éramos, significaron más que cada palabra. Ahora sé exactamente por qué me amas. Toma todo el d...