Do It Like Me

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Al día siguiente Minho estaba enfermo de verdad

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Al día siguiente Minho estaba enfermo de verdad. Dieron vueltas por Quito. Cuanto más conocía el sitio, más lo deprimía. La ciudad era empinada, las calles estrechas. Chan bajó de la acera alta y un coche lo rozó.

—Es un milagro que no estés herido —dijo Minho—. No soportaría tener que quedarme en esta ciudad.

Se sentaron en una pequeña cafetería frecuentada por refugiados alemanes que hablaban de visados y de prórrogas y de permisos de trabajo, y entablaron conversación con el hombre de la mesa de al lado.

El hombre era delgado y rubio,con entradas en las sienes. Minho veía las venas azules que latían al sol frío de la alta montaña que cubría el rostro débil y devastado del hombre y se derramaba en la mesa de roble llena de marcas y en el gastado suelo de madera. Minho preguntó al hombre si le gustaba Quito.

—Ser o no ser, ésa es la cuestión. Tiene que gustarme.

Salieron de la cafetería y subieron por una calle hacia un parque. Los árboles estaban atrofiados por el viento y por el frío. En una pequeña charca había unos muchachos remando a un lado y a otro. Minho los miró, desgarrado por la lujuria y por la curiosidad. Se vio hurgando desesperadamente en cuerpos, habitaciones y armarios en una búsqueda frenética, una pesadilla recurrente.

Al final de la búsqueda había una habitación vacía. El viento frío le hizo estremecerse.

—¿Por qué no preguntas en la cafetería por el nombre de un médico? —dijo Chan.

—Buena idea.

El médico vivía en un chalet de estuco amarillo sobre una tranquila calle lateral. Era judío, con cara lisa y colorada y hablaba bien el inglés. Minho simuló un problema de disentería. El médico le hizo unas preguntas. Empezó a escribir una receta.

—Lo que mejor funciona es paregórico con bismuto —dijo Minho. El médico se echó a reír. Miró detenidamente a Minho.

—Ahora cuente la verdad —dijo finalmente. Lo apuntó con un índice, sonriendo—. ¿Es usted adicto a los narcóticos? Conviene que me lo diga. Si no, no puedo ayudarlo.

—Sí —admitió Lee.

—Ajá —dijo el médico, y arrugó la receta que había escrito y la tiró en la papelera. Preguntó a Minho cuánto tiempo hacía que era adicto. Lo miró mientras hacía un movimiento de desaprobación con la cabeza.—Ajá —dijo—, usted es una persona joven. Tiene que acabar con ese hábito. De lo contrario perderá la vida. Es mejor que sufra ahora y que no continúe con el hábito. —El médico dedicó a Lee una mirada larga y humana.

"Dios mío —pensó Lee—. ¿Qué te importa?"

Asintió y dijo:—Sí, doctor, claro que quiero dejarlo. Pero tengo que dormir algo. Mañana me voy a la costa, a Manta. —El médico se recostó en el sillón, sonriendo.

—Tiene que acabar con ese hábito. —Repitió toda la escena. Minho asintió distraídamente. Finalmente el médico tomó el recetario: tres centímetros cúbicos de tintura.

La farmacia le dio a Minho paregórico en vez de la tintura. Tres centímetros cúbicos de paregórico. Menos de una cucharadita. Nada. Minho compró un frasco de pastillas antihistamínicas y tomó un puñado. Eso pareció aliviarlo un poco.

Al día siguiente él y Chan tomaron un avión rumbo a Manta.

El Hotel Continental de Manta estaba hecho con cañas de bambú y con tablones bastos. Minho encontró algunos agujeros de nudos en la pared de su habitación y los tapó con papel.

—No queremos que nos deporten bajo sospecha —le dijo a Chan—. Como sabes, estoy con cierto síndrome de abstinencia, y eso me vuelve muuuy sexy. Los vecinos podrían presenciar algún espectáculo interesante.

—Quiero presentar una queja relacionada con el incumplimiento de un contrato—dijo Chan—. Dijiste que dos veces por semana.

—Eso dije. Desde luego, el contrato es más o menos elástico. Pero tienes razón. De dos veces a la semana se trata. Por supuesto, si entre una y otra te da la calentura, no dudes en avisarme.

—Te lo haré saber.

El agua estaba perfecta para Minho, que no la soportaba fría. No sintió ningún choque cuando se metió. Nadaron alrededor de una hora y después se sentaron en la playa mirando hacia el mar.

Chan podía estar horas sentado sin hacer nada.

Chan podía estar horas sentado sin hacer nada

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Homosexual²/ChanhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora