Capítulo 3: Hola me llamo...Sam.

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Desperté agitada y como siempre con sudor frío sobre mi piel. Miré el reloj que estaba en mi mesa de noche, y marcaba las 06:00 am. Demasiado temprano, pero era justo la hora que mi madre se levantaba. Esta era la primera vez que amanecía, por decir bien, a esta hora. Sabía despertarme a la hora maldita (03:00 am) pero esta vez hice un récord. Pero cuando creí estar tranquila me sobresalté, pensando en la sombra que casi siempre aparecía después de la pesadilla, pero no había nada. Sólo un suave escalofrío, como si su presencia hubiera estado aquí.

Me levanté para ir al baño a lavarme la cara. Miré mi rostro en el espejo. No me veía tan ojerosa como otras veces. Más bien, me notaba más descansada que antes. Cepillé mis dientes y bajé para ver si mi mamá ya estaba levantada.

Al salir de mi habitación olí el dulce aroma de los panqueques cociéndose y el suave aroma de la loción de mi padre y su cantar en el baño.

Bajé las escaleras observando a mí alrededor en busca de mi madre. Ella, como siempre, estaba en la cocina con su famoso delantal blanco con flores, cocinando los panqueques. Y también bailaba la música de la radio. Se volteó al escuchar que me sentaba en una de las butacas. Me sonrió.

- Buenos días cariño- saludó sonriente.

- Buenos días mamá.

- Aún es muy temprano ¿qué haces despierta? ¿pesadillas?

- ¡No! No, es solo que no tengo mucho sueño. Aparte estoy algo nerviosa por las clases y eso…

- Todo va estar bien, Nat- me interrumpió- no estés nerviosa.

- Claro como si fuera fácil no estarlo. Es muy difícil comenzar de nuevo en una escuela ¿sabes? Todo eso de ser la alumna nueva, el blanco para las zorras arpías y hacer nuevas amistades, no es nada fácil mamá.

- Nunca dije que fuera fácil, Nat –replicó tristemente- pero hay que esforzarse para que todo salga bien. Sé que todo va estar bien. Aquí no hay nada que temer.

Tú no, pensé, a mí todavía las pesadillas me persiguen. Los demonios…

- Está bien – finalicé con un nudo en la garganta- ¿puedes darme el desayuno? Muero de hambre.

- Aquí tienes. Les puse chips de chocolate, como a ti te gusta- respondió colocándome un plato lleno al frente. Le agradecí mientras devoraba los panqueques junto con jugo de manzana. 

Papá salió de su ducha matutina y bajó por su desayuno. Mientras tanto, yo me preparaba para ir a la escuela. Me eché una última mirada en el espejo. No me importaba mucho mi imagen. Pero esta primera vez quería dar una buena impresión. Llevaba unos jeans azules con mis converse favoritas y una remera verde con una carita feliz, y una campera negra. No hacía frío, pero por las dudas. Mi pelo suelto y lacio, también me puse un par de aretes y mi cadena con el relicario.

Anabel iba a venir a buscarme en su nuevo auto. Espero que no sea una loca en la carretera. Soy muy miedosa cuando maneja una joven y conociendo a Anabel, estoy segura que debe ser una de ellos. Pero mis padres tenían la confianza de que ella era muy responsable. Eso esperaba.

Bajé al living a esperar a que ella llegara. Viendo un poco la tele para no aburrirme mientras esperaba. Faltaban cuarenta y cinco minutos para el comienzo de clases. Esperaba en no llegar tarde a mi primer día. Mientras me fijaba en mi móvil la hora, se oyó una bocina que venía de afuera en mi pórtico. Anabel acababa de llegar. Me despedí de mis padres y salí corriendo por la entrada principal hacia el auto de Anabel. ¡Dios que auto! Un Audi A5 blanco estaba aparcado en frente. La ventanilla del acompañante se bajó y Anabel gritó desde adentro:

- ¿¡A qué esperas, Nat!? –gritó haciéndome señas para que entrara- ¡Ven, Sube!

Troté hasta su auto, subiendo en el lado del acompañante. Era todo muy fino: los asientos estaban forrados de cuero negro, el tablero era táctil y por supuesto tenía una caja de cambios automático.

Pesadillas Reales La Maldición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora