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Johnny tenía olor a pastelitos de naranja. Era tonto, sí, porque incluso Ten se negó a creer que un omega de su tamaño pudiera tener un aroma tan hogareño. Sin embargo, con el tiempo se había acostumbrado a su tierno olor de pastelito recién horneado. Ten amaba despertar más temprano que el omega sólo para dejarse envolver en su aroma. El rostro dormido de Johnny combinaba a la perfección con la dulzura de su olor: sus labios entreabiertos, sus pestañas casi besando la parte alta de sus mejillas, su ceño relajado.

—Te amo, lo sabes, pero creo que es momento de...

Ten negó un par de veces y tocó la puerta del departamento dos veces, aún era temprano y, según la agenda que le habían compartido desde la oficina, aún faltaban un par de horas para que sus actividades comenzaran, por lo que evitó tocar el timbre. Esperó unos minutos, pero cuando estaba por volver tocar, la puerta se abrió.

—Bienvenido.

El olor a pastelitos de naranjas recién horneados hizo sus ojos lagrimear, incluso detrás de las gafas. Se preguntó de cuando mala calidad debía ser barbijo que le había dado en la empresa como para sentir aquel olor tan de cerca. Sintió la misma calidez que sentía en su pecho cada vez que Johnny, entre dormido, le decía buenos días por primera vez.

Sus manos soltaron sus maletas y sus pies se movieron sin querer. El joven le dejó el paso libre y Ten se dirigió a la fuente del aroma a casa. Algo en él se ilusionó, pensado en la fantasía de que quizás Johnny le hubiera mentido y que realmente estaba esperándolo en aquel lugar ¿dónde habría hecho la cuarentena? ¿en qué momento se había tomado el avión? ¿podría abrazarle cuando le viera al entrar? ¿Johnny le dejaría besarle? ¿Le abrazaría?¿Le sostendría en sus brazos como cada vez que aquella lógica de alfa/omega parecía demasiado rígida para amar?

—Son los favoritos de Lucas, puedes comer, si quieres, pero debes cambiarte primero.

Ten abrió sus ojos, la sala estaba vacía, a excepción de él y el muchacho que cargaba con todas sus cosas. Quizás fue segunda vez que el corazón de Ten se rompió, pero él sintió que no se comparaba con la primera vez. Sintiendo que podría largarse a llorar en cualquier momento, acomodó mejor sus anteojos y se dirigió con voz suave a Kun.

— ¿Dónde está el baño?

Kun señaló con un dedo una de las puertas: —Me tome el atrevimiento de dejar ropa lista, es nueva, la empresa la envío para ti. Deja tu ropa usada en la puerta, iré enseguida a ponerla a lavar.

Ten observó como el joven pasaba un paño húmedo por todas maletas, estaba seguro que en cualquier otra ocasión se hubiera enojado por eso, pero aún estaba nublado por el aroma a los pastelitos de naranja. 

Pastelito de gatito (WayV-Omegaverse-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora