22. Ángeles Demonios

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Steven es uno de los demonios en las filas del séptimo círculo del infierno. Enviado por Aamon, debe provocar la ira de la guerra en la tierra, y preparar el terreno para las legiones del gran duque Astaroth.

James es un arcángel enviado a la tierra con el propósito de protegerla y cuidar a los humanos. No puede dejar al demonio salirse con la suya.

—No te dejaré hacer... lo que sea que vengas a hacer, demonio —pronunció con desprecio el arcángel.

Steven rio: —No necesito mover un dedo, para conseguir lo que quiero, ángelito.

—Mi nombre es James...

—Mira esa ira —dijo el demonio con interés —llevar conmigo a un arcángel será mucho mejor que provocar otra estúpida guerra.

James se alteró, una vez había fallado debido a ese demonio, nunca serían dos, no podía permitir que fueran dos. Metatron había sido claro cuando aquella vez perdonó su ineptitud, pero dijo que le castigaría con severidad si permitía a ese o cualquier demonio, crear otra guerra mundial. ¿Qué podría pasarle?, tal vez lo considerarían inútil y lo harían arder en fuego infernal, o quizá lo llamarían "traidor", y tendría que caer, hasta el noveno círculo. No quería caer, no quería verse como esos demonios de rostros quemados y colmillos, de alas negras heridas y dañadas, él no quería verse como Steven, no quería padecer, ni sufrir; le gustaba quien era.

                                                                                  ***

—¿En serio piensas seguirme todo el tiempo?, porque te estás convirtiendo en una maldita molestia.

—Dije que no dejaré que provoques otra guerra, demonio —respondió, tenía ya unos meses desde que el demonio llegó a la tierra.

—Dime Steven, ángelito —pidió, cerrando un ojo, y luego rio cuando James puso mala cara. —¿Por qué quieres impedirlo?, no digas que es por tu estúpido jefe o reiré.

—Cierra tu maligna y blasfema boca —ordenó —por supuesto que es lo que Él quiere.

Steven suspiró y le miró con lástima, él también había sido uno de esos ángeles a las órdenes de Dios, siempre haciendo sin preguntar, sin dudar, sin poder siquiera tener una opinión. Hasta que un día había decidido cuestionarse las cosas, y había caído, fue doloroso, el fuego más ardiente que cualquiera le calcinó su alma de ángel y le dejó heridas con las que sufre día a día, pero estaba bien, porque es el precio que paga por su libertad.

—¿Vale la pena?

—Por supuesto —respondió, seguro.

—Tanta seguridad —se burló —¿cuándo fue la última vez que comiste un postre, o la última vez que te sentiste sensual con la ropa que usabas?

—Los ángeles no necesitamos...

—¿La última vez que sentiste unas manos contrarias sobre tu cuerpo? —interrumpió, y rio con escándalo cuando el pobre ángel gritó abochornado, a él nunca lo habían tocado, hubiera caído si no fuese así. —¿La última vez que escuchaste algo que no fuese un estúpido salmo?

—Cállate.

—Dime, James, ¿alguna vez bailaste?, ¿alguna vez decidiste?, ¿te han permitido pensar?, dime solo una ocasión en que no hayas temido cometer un error.

Entonces James dudó, por primera vez, dudó en si realmente era feliz viviendo que aquella manera, y también se enojó, muchísimo: —¿Qué dices tú?, tienes que vivir con el dolor diario de tus alas quemadas, y tu cara espantaría hasta al más valiente.

—Oye, eso dolió —rio —no es importante, nada de eso. Tú eres bonito y yo feo, pero a diferencia de ti, yo soy libre.

Se dejaron ir, uno de ellos arrogante y envidioso, porque no importaba cuánta libertad tuviera, también quiere la calma que el ángel tiene; el otro molesto y temeroso, porque quiere que esas palabras salgan de su cabeza, no quiere dudar, ni cuestionarse, no quiere caer.

                                                                          ***

Son diez meses desde que llegó a la tierra, Aamon está furioso y las legiones de Astaroth impacientes; él no había sido así de inepto la primera vez, cuando provocó la primera gran guerra.

—¿Todavía no lo has hecho, demonio inútil?

Steven se tragó toda su rabia, y volteó con la sonrisa más falsa que pudo conseguir. Se borró de inmediato: —Ángel.

—Me parece que puedes ver que no soy más un ángel, Steve.

—¿Cuál fue?, ¿con cuál pregunta hice que dudaras?

Entonces, James se acercó a él y lo tomó del cuello con fuerza: —Preguntaste si alguna vez sentí unas manos contrarias sobre mi cuerpo, pero pensé en cómo se sentirían mis manos sobre un cuerpo ajeno. —Steven sonrió, queriendo decir algo, pero él no lo permitió. —Pensé en eso, día y noche, y lo desee tanto que caí.

—Yo puedo ayudarte.

—Tú vas a ayudarme —dijo —pero antes, tenemos que provocar una guerra. 

Stucky (fictober)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora