Capítulo 1

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En la actualidad...

— ¡Mira, papá! —Veo a mi hija de tres años acercarse dónde su padre se encuentra jugando a la consola con esos tíos infantiles e inmaduros.

Nuestro matrimonio hace aguas. Y él no lo ve. O no quiere verlo. Y todo empezó el día que conoció a los tres impresentables que ahora mismo manchan mi sofá blanco con restos de patatas que salen de su boca. Es asqueroso. No sé por qué Ethan no se da cuenta de lo que yo. Ya no veo en él al hombre del que me enamoré. Poco a poco ha ido desapareciendo para dar paso a otro que desconozco totalmente. A sus casi treinta años, se comporta como uno de veinte. Ni a esa edad era como ahora le han transformado esos seres que se hacen llamar amigos.

Siempre me han odiado. Desde el momento en el que mi marido me los presentó. Veían que era una atadura para poder divertirse con él. Y no solo eso, sino que además las miradas con las que observan a mi pequeña muestran el asco que la tienen, a pesar de que Alice siempre les sonría e intente ser amable con ellos para que le hagan caso.

No sé qué hacer. Estoy tan confundida en estos momentos. He pensado muchísimas veces en pedirle el divorcio, coger a mi hija e irme con ella para que Ethan pueda disfrutar con sus amigos como un soltero más. Pero, por otro lado, le quiero. Y sé que no podría vivir sin él. Jamás podré darle mi corazón a otro cuando se lo entregué a él hace tanto tiempo.

Odio que sus amigos me suelten algunas de sus gracias sobre cualquier cosa: mi aspecto, mi forma de ser, de mi propia casa... y que mi marido les ría esos estúpidos comentarios. ¿No me tendría que defender? ¿Decirles que les partirá la cara cómo me vuelvan a faltar al respeto? Y lo peor de todo es que no les puedo contestar, pues ya lo hice en varias ocasiones y en todas ellas, se rieron de mí y para más colmo, Ethan me pidió que no me enfadara, que habían estado de coña.

Muchas veces he hablado con él del daño que me hace, de lo distante que le encuentro conmigo o de lo mucho que ha cambiado. Y siempre se disculpa, organiza algo para pasar tiempo los dos y a la noche, hacemos al amor reviviendo con ese acto todo el amor que sentimos. Pero cuando los días pasan y sus amigos le meten ideas en la cabeza, volvemos al principio. Aunque a peor.

El último cambio ha ocurrido esta misma semana. Ya no quiere pasar tiempo con su hija. Prefiere irse a tomar unas cervezas viendo un partido, salir por las noches y jugar a los videojuegos antes que estar con Alice. Y conmigo. Odio meterme en la cama los sábados. Casi siempre estoy sola y me quedo dormida llorando sin darme cuenta. Aunque no puedo negar que siento alivio cuando a altas horas de la madrugada, siento a Ethan meterse bajo las sábanas, darme un beso en el cuello o la mejilla y acurrucarse a mi lado. Por suerte, jamás ha llegado borracho u oliendo a perfume de mujer. Confío en él.

— ¿Papi? —Oigo a mi hija volver a llamar a su padre con el dibujo que ha hecho de ellos dos en la mano.

Me apoyo en el quicio de la puerta y la rabia se apodera de mí al ver como Ethan resopla molesto.

— ¡Alice, estoy ocupado! —Le mira con enfado—. ¡Cuando mis amigos se vayan, veré tu maldito dibujo! ¡¡Joder!!

Oírle y verle gritar a Alice me parte el corazón en dos. Sé por qué ha dicho eso. El otro día, mientras jugaban en el salón, había escuchado decir a Luis, uno de sus amiguitos, que no debería prestar tanta atención a Alice cuando les interrumpía. Que debía aprender a respetar a los mayores. Le estaban manipulando con sus vidas de solteros independientes y libres de cargas.

Ethan y yo hemos pasado muchísimos baches. Toda nuestra relación lo ha sido. Tanto sacrificio. Tanto sufrimiento. Todo se iba ir al traste. Yo ya no puedo más.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora